jueves, 27 de diciembre de 2007

Sacrificios: Benazir Bhutto


"Toda mi familia se sacrificó". Con estas palabras Benazir Bhutto exhortó a sus correligionarios a restaurar la demoracia en Pakistán. Ella pedía el sacrificio de todos sus seguidores para que enfrentaran la tensa situación social y política del país para, a través de las urnas, sacar a Musharraf del poder. Hoy el mundo vio como esta mujer hizo el sacrificio mayor y encontró la muerte desafiando una sociedad machista y creyendo en los principios de la democracia. Irritando a los que entorpecen los derechos civiles, la igualdad social y la libertad política. Benazir Bhutto encontró su destino haciendo lo que tenía que hacer, por no huir de su responsabilidad, por reencontrarse con su país y gente. Por todo esto merece mi más absoluta admiración y a sus familiares, amigos y seguidores, mi más solidario pésame.

Bhutto estaba bien informada de los amenazas contra su vida. Sabía lo que la esperaba en Pakistán. Me imagino cuántas veces ella habrá pensando en su muerte, en el cómo y cuándo, ya que el porqué lo tenía muy claro; todos lo teníamos muy claro.

Luego del asesinato de una figura política prominente lo primero que se ventilan son teorías de conspiración. La lógica y razón nos dice que hay que ignorarlas o, en todo caso, a tomarlas con pinzas. El problema es que en Pakistán, en donde tanta desgracias y revelaciones insólitas han ocurrido y todavía ocurren (el traspaso de tecnología nuclear a otros países, inlcuyendo Corea del Norte, por parte de Abdul Qadeer Khan; el conflicto en Cachemira; el apoyo al Talibán; la sucesión de dictaduras y golpes de estado; la Guerra contra el Terrorismo en manos de Musharraf y en alianza con los EE.UU.), es fácil tomar por ciertas algunas de estas teorías.

La más sonada es que el Presidente Musharraf permitió que el ataque ocurriera al no proveer la seguridad adecuada a la ex Primera Ministra. También es cierto que en sus discursos y ruedas de prensa, Bhutto había criticado la Guerra contra el Terrorismo en Pakistán adujendo que no se estaba haciendo lo necesario y que el resultado de toda esta estrategia había sido el debilitamiento del gobierno a costa de la ofensiva de los grupos terroristas. Esto indudablemente le habrá molestado a Musharraf, un militar de toda la vida que suspendió las garantías constitucionales del país recientemente, y a sus aliados norteamericanos.

Independientemente si este asesinato formó parte o no de un operativo en el que se pueda implicar la participación de x o y gobierno, lo cierto es que la forma en que murió Bhutto sirve para recordarnos que la ofensiva auspiciado por el gobierno de Bush no ha atajado al terrorismo islámico.

Infórmese más:

BBC

Periódicos de Pakistán

Lea un artículo de este servidor sobre el rol de Pakistán en la nuclearización de Corea del Norte:

Nuevo móvil y Facebook friends

Mi número móvil de Washington, DC me lo desconectaron ayer por falta de pago. Sabía que ocurriría (luego de no pagar la cuenta por tres meses tenía que ocurrir tarde o temprano...lo curioso sería saber porqué se tardaron tanto) pero lo que no sabía es que eso conllevaría la separación definitiva del número que por casi tres años tuve. Entre los estudios de Derecho y la triste realidad económica de que he vuelto a ser estudiante a tiempo completo, no me fijaba en mi cuenta de AT&T. Cuando finalmente accedía a ella y veía que el pago había vencido, siempre me decía que en el próximo mes la pagaría. Sí, claro. El resultado: promesas incumplidas y esta diatriba.

Era claro, sin embargo, que ya no podía mantener un teléfono con un código de área de larga distancia. Tenía que reintegrarme al 787 y así evitarle cargos adicionales a mi familia y amigos cada vez que me llamaban. Dejé atrás mi teléfono de DC y ahora tendré que mandar un e-mail en masa a mis amistades en los EE.UU. informándoles de que ya no soy 202 sino 787. Ahora tendrán que editar (los que quieran todavía mantener un vínculo conmigo, por supuesto) mi información de contacto logrando de este modo que mi regreso definitivo a los Estados Unidos (o a cualquier otra parte del mundo) se retrase. Mi nuevo plan es regional, y aunque incluye llamadas larga distancia el roaming no está incluido: démosle la bienvenida a los minutos a 79 centavos.

Quería mantener el 202 por meras quimeras y prejuicios. Quería mantener un "plan nacional" (así llaman al plan de telefonía móvil que incluye a todos los EE.UU.) que escasamente usaba. Me gustaba decirle a los restaurantes y hoteles, a la hora de la reservación, mi teléfono con un área code extranjero con la esperanza de que me trataran mejor. También estaba el infame y egoísta deseo de que a la hora de solicitar trabajos, tanto en los EE.UU. como aquí, mis entevistadores supieran que en efecto había vivido en Washington, que el Georgetown University del papel fuese algo más tangible gracias el indispensable número móvil de nuestros días. Quería evitarme esto, los mensajes de e-mail y de texto que enviaré, y la prosaica invitación de que, por favor, tengas la bondad de acceder a mi perfil en Facebook para que apuntes mi nuevo número móvil. Ahh, sólo los que son mis friends (suena terrible, lo sé) podrán verlo. Si todavía no eres mi friend, avísame y te añadiré.

martes, 25 de diciembre de 2007

Un gran abrazo en esta Navidad

En casa de mi abuela fuimos poquitos, pero comimos un montón. Morcillas con Rioja. Pata de lechón y cuerito con Ribera del Duero. Agua pa' bajar los pasteles y el arroz con gandules. Tres pedazos generosos del tembleque de la abuela y un rico sueño en el viaje de regreso de Río Grande a Bayamón. Hacía fríito, el cielo estaba cargado de nubes y la luna caribeña, inmensa y luminosa.
Ouais, j'ai mangé un pied du cochon.

Les deseo a todos los amigos y desconocidos que han leído, leen y leerán mi blog, un maravilloso día de Navidad y unas ricas y provechosas vacaciones.

martes, 18 de diciembre de 2007

Algunos comentarios en torno a Irak...

Lo que incluyo abajo es un fragmento de una reflexión que hice para mi clase de Profesión Jurídica, en la Escuela de Derecho de la UPR-RP. Estaba comentando sobre un artículo publicado en 2000 por el reconocido abogado catalán Ramón Mullerat.

Igualmente está en debate su aseveración de que este siglo XXI es el segundo siglo de dominio estadounidense, contenida en el número diez, también de la segunda parte. Ciertamente el mundo de Mullerat en el 2000 era muy distinto al actual, post 11 de septiembre (evidencia de que el mundo cambia con una velocidad asombrosa). La verdad es que la guerra en Irak y la ácida política exterior estadounidense han desatado un sentimiento anti-norteamericano a nivel global. Esto hace que hoy en día represente para los norteamericanos el peor momento que han enfrentado luego del colapso de la Unión Soviética. Esto no es, pues, un buen modo de iniciar un nuevo siglo como la potencia dominante.

Sólo dos cosas ha logrado la guerra en Irak, además del alza en el petróleo. Por un lado, los medios que informan la guerra y los mercenarios y compañías privadas que la apoyan tanto en términos de combate, como en logística y otras actividades no bélicas, han creado un nivel de interdependencia entre los países desarrollados y en subdesarrollo más estrecho. En otras palabras, la globalización ha avanzado, para bien o para mal, gracias a Irak. Por supuesto, esta cooperación entre ambos mundos se ve cuestionada por personalidades conflictivas como Hugo Chávez y Mahmud Ahmadinejad, que traten de menoscabar esa realidad con su ya folclórico (por no decir errático y peligroso) comportamiento. Pero sus agendas y popularidad son, precisamente, ejemplo de que la globalización es un fenómeno además de irreversible, eficaz.

La otra situación que ha causado la guerra en Irak ha sido la búsqueda sin cuartel de la espiritualidad. Si bien esta búsqueda ha estado plagada de fanatismo y terrorismo tanto de musulmanes como de cristianos (no olvidemos que el Presidente George W. Bush, junto a sus defensores más fanáticos son born-again Christians), evidentemente todavía existe una preocupación humana que va más allá de la vida, salud y dinero, aunque parezcan que al final todo se mezcla.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Flatulence leads US jet to divert


Maravillosa noticia de la BBC aquí.
(La pregunta obvia es, ¿porqué carajo dejan que los pasajeros aborden los aviones con fósforos?)

Estoy en finales así que no tengo tiempo de postear otras cosas menos, pues, cafres.

Sobre el Cadáver Exquisito:

Hay más y pronto vendrá el resto...sólo tengo que ajorar a la señorita Cometa... ;-)

No les deseo Feliz Navidad formalmente porque antes que acabe el año publicaré varias cosas; ahí lo tienen, una promesa para obligarme a acabar diciembre con 4 entradas o más.

lunes, 19 de noviembre de 2007

El roce eterno - Cadáver exquisito 3

... Y nuestro apuntador insiste en corregirlos y editarlos una vez escritos hace varios segundos atrás. ¿Y quien dijo dónde estaba el cuento? Pues empecemos por llamar a nuestro primer personaje de la noche, Rufino Darling. Adelante, Rufino. Tiene nombre de maricón, pero eso sería lo obvio, no sé, ¿lo considerarías? Te sacamos de por ahí, tú sabes, el momento, así que, pues que decida el escritor. En el reality acompañan a Rufino...

jueves, 15 de noviembre de 2007

El roce eterno - Cadáver exquisito

El roce eterno es el preámbulo de “Huele a carajo”, un blog radical y obsesivo con los roces inmortales de la posteridad al enlazarse con otras bitácoras un poco menos paranoicas y más verosímiles. Nuevas tendencias literarias…

domingo, 11 de noviembre de 2007

Te traigo un nombre

O cómo quiero que mi próximo perro se llame Miguel Cotto


Ya tengo resuelto mi dilema con los nombres que le he puesto a mis mascotas. Nombres blandengues, muy comunes y, por consiguiente, nada originales. Estos incluyen, entre otros, Peluche y Michu. No tengo esa habilidad para nombrar las cosas, lo confieso, pero hoy, mientras paseaba a mi perro Kenny (ya ven lo que les digo, ¿no?) todo se me esclareció cuando pensé en lo mucho que se parecen los boxeadores a los perros. Quizás fui uno de los pocos puertorriqueños que no vio la pelea de ayer, y que soy otro que ni pa'l carajo pagaría por un evento de Pay-Per-View (para eso lo gasto en comerme algo rico), pero sé lo que es la cultura del boxeo. Y sé que los nombres de los boxeadores hacen tremendos nombres para perros.

Por supuesto, no lo hacen para cualquier perro. Yo no creo en perros diminutos, con ladridos chillones y cabecitas de rata. Estos no cumplen su función de perros, sino de accesorios, de artículos de moda. Al futuro hijo de Kenny le pondré Miguel Cotto, ya está decidido.... O mejor Cotto pela'o...sí así sería mejor. "¡Ven Cotto, ven aquí! Cotto, ¡no! ¡Cooo-ttooo!, ¿dónde estás?"
Dos sílabas elementales y simples, un sonido contundente y sólido, con todo el poder de los ganchos del campeón peso welter y, claro, la adrenalina y emoción que bien demuestra el Cotto de verdad en la foto que acompaña esta entrada. (El site, http://www.e-fansite.com/cotto, está muy bien construido y diseñado por unos individuos geniales, que de verdad deberían ser los "Poster Children" de mi blog. Vean a Kilo, Chinita, Eddy y María aquí.)
Los nombres de boxeadores tampoco le van a los gatos. La personalidad de estos felinos no encaja con el intercambio de fluidos, la fatiga, violencia y olfato que comparten los perros con los boxeadores. A los gatos le van muy bien nombres de artistas, filósofos, es más, hasta de escritores. Son animales pasivos, reflexivos, que se toman todo el tiempo del mundo para hacer sus actividades predilectas: dormir, comer, arañar y vomitar. La documentarista del boxeo alternativo -y rosa-, y escritora residente del Estado Libre Seis Dedos, Nydia Russe, escogió unos nombres brillantes para su gato negro y gata blanca: Bogart y Rafaella. Ambos nombres evocan una época pasada, un hito en la historia de la cultura pop. En la muy improbable ocasión de que vuelva a tener a un gato como mascota (siempre estaré parcializado a favor de los perros), le pondría, por ejemplo, Borges. También consideraría Benedetti, Chéjov, Rocamadur (personaje de Cortázar) y Saramago.

Esta distinción y escogido de nombres no tiene nada que ver con la inteligencia de cada especie. Más bien hacen eco a las rasgos en común: los gatos y los escritores tienen malicia; los perros y los atletas, energía.

Kenny no fue lo más original que se les ocurrió a los dueños de éste cuando fuimos a buscarlo hace 9 años, pero nosotros pecamos de lo mismo al no cambiárselo. Espero que pronto pueda escuchar los nombres que le pondré a su descendencia.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Jueves en el Savoy

–El Savoy, no es broma, existe. Y te aseguro que es el único en la ciudad. Sí, no es broma… ¿Realmente no lo conoces? ¿No lo has escuchado nunca?

Imagino que mi silencio y mis miradas cansadas le bastarían como respuestas a sus preguntas.

–Ja, es cierto… Un nombre rimbombante, bourgeois, por decirlo así. Vaya, ¿aún no me crees? Bueno, ese es tu problema… ¿Te tomas algo?

–Ya sabes lo que pasa cuando pedimos dos –le recordé.

–Estupideces de la gente… Bueno… Sí, un gin and tonic, por favor y, ah, que sea Tanqueray. Perfecto, gracias… En qué estábamos. Pues, qué te parece, entonces, ajá, sí, ¿vamos mañana jueves a El Savoy?... ¿A las seis, después del trabajo? Entonces, ya, listo.

No le sugerí hora ni remotamente hice gesto alguno que le indicara que aceptaba su propuesta. Él seguía totalmente inmerso en sus palabras. Le extrañaba que un recién llegado a la ciudad como él conociese los lugares que hacen a esta ciudad, arrebatada del pantano, ciudad. Para él eran establecimientos en boga no porque se abarrotaban de gente decía, sino porque se presentaban aquellos con los que realmente querías estar.

Sorbía su trago con entusiasmo mientras sus ojos exploraban sobre mi hombro el inmenso vestíbulo que se abría a mis espaldas. Le daba tanto gusto escucharse a sí mismo que noté los rápidos movimientos de su mano izquierda: sólo el dedo pulgar sostenía su quijada mientras los restantes cuatro parecían tocar un instrumento invisible, hecho de aire. Sin embargo, y a pesar de mi silencio, a la hora de irme supe de todas maneras que mañana me lo encontraría en otro hotel de esta sórdida ciudad, esta vez en El Savoy.

* * *

En la esquina de la avenida Wisconsin con la calle Davis está El Savoy. Veo a Marcos llegar en un taxi y al bajar lo saludo de lejos. Me hizo una señal para que lo siguiera: la barra preferida de Marcos en El Savoy era The Deck y se encontraba justamente a un costado del hotel, en un pequeño recinto semioculto por arbustos de hojas menudas y puntiagudas. En el lugar había unas diez o doce mesas con su correspondiente sombrilla. La mitad de ellas estaban ocupadas: “¿Viste? ¿Qué te dije? A esta hora es perfecto”. Yo me mantenía detrás de él.

–Es increíble… Jamás pensarías que estás al borde de la calle. Ja, casi ni la sientes y se respira con tranquilidad, con pureza, ¿no crees? –Marcos continuaba con su número igual que ayer. Yo sólo miraba su espeso cabello negro y sus largas patillas que se juntaban a una barba en pleno apogeo.

Los reunidos en The Deck intrigaban. No eran bellos (en realidad, sólo la bartender y uno de los meseros podían considerarse así), pero sus gestos, sus miradas y confianza ocultaban las grandes orejas, los dientes fuera de lugar y los inmensos lunares indiscretos.

–Hoy en el trabajo, bien mal: me tuvieron haciendo llamadas para cancelar citas, enviar los documentos que había dejado mi jefa en yo no sé qué archivo… Sí, mi jefa la incompetente. Te juro, sólo pensaba en mostrarte el hotel…Sí, ¿no?, es increíble.

Marcos nunca me había molestado con sus repeticiones, sus constantes palabras, abalanzadas con desesperación una encima de la otra como cuerpos en un carnaval. Me importaba poco que se pasara hablando de sí mismo y de las maravillas que me mostraba en esta ciudad de gente que se pensaba tan importante; sólo me interesaba estar acompañado.

Llevaba muchos años merodeando por la ciudad, pero nunca me habían llamado la atención los cafés literarios ni los restaurantes muy sofisticados, ni mucho menos los lounges de los hoteles. Fue por pura casualidad que conocí a Marcos. Él había leído mal unas direcciones y andaba perdido buscando el Hilton Embassy Row en la Massachusetts. Esa noche yo también me dirigía al Hilton y acababa de bajar del Metrobus cuando Marcos me detuvo, primero con su mirada que delataba cierta angustia y después con su ya distintivo ademán de humildad y seguridad a la vez. Me preguntó si estaba cerca del lugar, si lo podía dirigir y me mostró la dirección del hotel.

Por unos momentos quedé en silencio. Mis ojos se quedaron en él estáticos, examinándolo, tratando de descifrar qué tipo de sujeto era éste que se dignaba a hablar conmigo, un viejo envuelto en un abrigo raído y de pasos precavidos. Hacía años que nadie en esta ciudad de comités y comitivas se preocupaba por aquél como yo que disfrutaba de su bien merecida soledad. Le indiqué con mi mano que me siguiera. Luego le dije que yo también me dirigía al Hilton.

–Sí. Este es un lugar un poco pretencioso, pero con cierto aire de libertad –interrumpí su acto mientras continuaba escudriñando a los que se encontraban en The Deck.

–Lo has descrito muy bien… D.C. se presta para eso. Ya los extremos están muy gastados, desde discotecas que parecen parques de diversiones, hasta los clubes privados de los grandes burócratas y ricos de este país… Nosotros, pues, nos movemos en el medio, por eso insisto en lo de bourgeois que ayer mencioné: somos unos petits bourgeois que se pasan la vida tomando gin and tonics y comiendo cangrejos (son fabulosos los blue crabs de la Chesapeake cuando están en temporada, ¿no?,). Oiga, mesero… Por favor, dos gin and tonic

–Muy bien, ¿con cuál los desea?

–El mío con Tanqueray –dijo Marcos y luego se volteó hacia mí y me preguntó: –¿Con cuál quieres el tuyo?

Yo miré al mesero y le dije Bombay, pero el mesero se quedó mirando sin parpadear a Marcos.

–Bueno, ya lo oyó. Y si puede esta vez, échele sólo una cascarita de limón al mío.

Al mesero no le cambiaba la expresión de confusión en el rostro. Sus ojos se movían de Marcos al asiento desocupado frente a él y no comprendía la insistencia de que el vacío le respondiera el nombre de alguna ginebra. Ya estaba nuevamente confirmado: en toda esta capital, Marcos era el único que podía ver a una vieja alma errante como la mía.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Document 16 - In the crossroads of words

[Escribí esto en Boston durante mis últimos días en la ciudad. Tenía la intención de enviárselo a la chica de la galería (que es la misma chica de la compañía), pero nunca lo hice. Este es también el primer texto creativo en inglés que publico en La tribu.]



Acércate y al oído te diré adiós.
Adiós. Me voy.
Pero me llevo estas horas.”
-José Emilio Pacheco (Mexican poet)

The ten months in Boston are gone. He will undoubtedly miss the way the T transits through Beacon Street all the way downtown to Kenmore. During the summer, on Sunday afternoons, Beacon Street is at its fullest: construction on the street has stopped, Bostonians seem to walk with a smile on their faces, couples board the T wearing sandals and caps, carrying beach chairs going or coming from a BBQ or a lake. Boston is pleasant, especially if you live in the outskirts of the city. However it is not as pleasant as running to an Art Gallery in Newbury Street on a Wednesday night, pretending to know about art while he carefully listens to her account on how to make a lithograph and an engraving. He knew the cheese and wine at the event deserved each other, but he wondered if he deserved the chance to even look at the impossibly beautiful eyes she fluttered away between sip and sip of wine.

Abrupt change of scenery 1

At the unbearable hour of twilight –when the morning isn’t settled- he would try to realize where he was. The opened windows in his room let in a slight but constant breeze that remembered his mornings when it was time to get up for high school, years ago in Puerto Rico. He always dared to look through the windows and only saw blue. At this point, having deceived his brain that this world is all painted in one color scheme, he would immediately go back to bed. It was 5:00 in the morning and it has been 5 years since he left home.

Abrupt change of scenery 2

At the gallery, he tried to make sense of the paintings. Don’t get him wrong, he genuinely liked them, they evoked a melancholy that anyone –indistinctively of whether they’ve been in France or not- could feel. They walked by the Parisian landscapes of a Delacroix, went downstairs and sat in front of a painting believing (or wanting to believe) that they were at a park and, once upstairs again, he couldn’t avoid recognizing the view from a terrace in Provence. “Come,” he called her, “you need to see this. These tones, the colors, they are exactly as I remember them. You could look in the distance and the green of the mountains looked like this violet”. She drank and she kept looking at this landscape. Probably she was really imagining how it must feel to be in Provence, overlooking olive trees and seeing the hued violet distilled by the green and the Mediterranean fog. And then she said: “Is there more cheese?”

Abrupt change of scenery 3

Sometimes he laughs out of nervousness. “It is better,” he thinks, “to offer someone a laugh than a dreary, insecure look.” However, most of the time he laughs because the present circumstances are so fantastic that they truly deserve an exaltation, a big grin made noise. Then, he also laughs when someone else laughs or when someone keeps silent and is awaiting a response. And at that moment he should speak but out of nervousness, of course, he only laughs.

He cooks to maintain that link between man and nature more than out of necessity: to be there, present, at the transformation of things. A cook always gives the gift of love through his hands, eyes, and taste buds.

He writes to maintain that link between reality and idealisms more than anything else. He does write, though, out of sheer necessity: to review his thoughts, to say the unsaid, to amend things. A writer shows the power of love through his hands, mind and words.

Abrupt change of scenery 4

In these ten months, Boston has become the North End, the cosmopolitanism of Cambridge, the intrigue of its centuries old universities, the one sidedness of history encapsulated in Newton. It has become a magic powder that carries the scent of her and the darkness of reality.

More than the sea that surrounds the life and idiosyncrasy of this city, lays its clam chowder, its poached scrod and the literal ocean of Dunkin’ Donuts’ coffee into which its inhabitants willingly drown themselves. Boston has meant that company where he and she worked and has also meant her.

Back to block 1

A whole five days have passed. Between completed paragraphs and articles for newspapers, he downed a mojito per night. “The secret,” he uses to say to his friends, “besides fresh ingredients, is dashes of Angostura bitters. Only then you’ll have a real mojito.” While writing his closing remarks he was still waiting for his dinner and he was still waiting to read some of her stories. However, more than a trade-off, he wanted her to read his words, his ideas. He wanted to write the things that he couldn’t get around to say. He wanted precisely this.

jueves, 25 de octubre de 2007

Dedos

Sendero de luz
(De Fronteras de versos)

La copa toda de la tomas
mientras te muerdo los pechos
y trazo con mis dedos
el sendero luminoso hasta tu
sexo.

Y de tus labios caen gotas
rubíes que de tu piel usurpo,
robo, como hago con los
misterios de tu cuerpo.

© Luis Ponce Ruiz
28 de mayo de 2007
Viejo San Juan, Puerto Rico

₪•₪•₪•₪•₪•₪•₪

III
(De Esa cálida cosa llamada luz (y su ausencia))

En la más apasionante
oscuridad levanto los ojos
y lo único que veo
es mi rostro desfigurado
por el placer solitario.

© Luis Ponce Ruiz
8 de noviembre de 2004
Washington, DC

₪•₪•₪•₪•₪•₪•₪

mira
mis dedos,que
te tocaron
y tu cálida y perfecta
pequeñez
-ven?no se parecen a mis
dedos. Mis muñecas manos
que con cuidado sostuvieron el suave silencio
tuyo(y tu cuerpo
sonrisa ojos pies manos)
son diferentes
de lo que solían ser. Mis brazos
en donde todo lo que eres tú estuvo acurrucada
silenciosamente,como una
hoja o alguna flor
recientemente hecha por la Primavera
Misma,no son mis brazos. No me reconozco
como yo esto que encuentro frente
al espejo. yo
no creo
haber visto nunca estas cosas;
alguien a quien tú amas
y quien es más delgada
alta que
yo ha entrado y se ha convertido en esos
labios con los que yo hablaba,
una nueva persona está viva y
gesticula con mi
o eres quizás tú quien
con mi voz
estás
jugando.

-E.E. Cummings
(Traducido por LPR
28 de junio de 2007
Bayamón, Puerto Rico)

domingo, 21 de octubre de 2007

Coloniaje y estadidad: Martinica, Bermuda y Puerto Rico

Muchos consideran que hablar del estatus político de Puerto Rico es un cliché. Mi respuesta es que lo sería si no fuéramos una colonia. No sólo nuestra metrópoli, los Estados Unidos de América (EUA), lo ha reconocido en el Informe Interagencial de 2005, sino que hasta los mismísimos populares (y menos recientemente los penepés) ya no tienen reparos en llamar al Estado Libre Asociado (ELA) colonia. "We are back to step one", o sea, de vuelta al 1953 cuando se solapó la ignominia del coloniaje a nivel internacional ante la ONU con el invento del ELA. A la ONU fueron juntitos los populares y los penepés con los estadounidenses para defender al ELA como un experimento nóvel y liberar a los EUA de los informes que anualmente rendía a la ONU sobre el estado de su posesión colonial más grande, Puerto Rico.

A propósito de la reunión que este martes se celebra en Casa Blanca con los líderes de los partidos políticos puertorriqueños en torno al estatus, La Revista de El Nuevo Día ha publicado dos artículos que tratan sobre nuestra condición colonial. Uno lo escribió Edgardo Rodríguez Juliá en su excelente columna
Guaynabo City Blues y el otro, titulado La 'estadidad' no termina el colonialismo, trata sobre cómo en Martinica, inclusive luego de advenir a la departamentalización francesa en 1946 (lo que equivaldría, en nuestro caso, a la estadidad con EUA), perdura un sentimiento de inconformidad y confusión entre las lealtades políticas y culturales, además de una serie de problemas sociales y económicos. En 1949, a sólo tres años de la integración de Martinica con Francia, Aimé Césaire declaró: "a partir de ahora, la contradicción se va a exacerbar y estallar frente a los ojos de todos, entre la nueva fórmula política que se le dio a este país y la realidad económica-social y administrativa, fórmula que ustedes no tuvieron la valentía de modificar, fórmula que será colonial y yo diría que hasta colonialista misma". Des origines de la nation martiniquaise – Camille DARSIERES, coll. Thèse & textes DESORMEAUX.

Lo curioso del caso es que sesenta y un años después de la 'estadidad', el Presidente de la región de Martinica, Alfred Marie-Jeanne, pertenece al Movimiento Independentista Martiniqueño. En una situación similar se encuentra Bermuda, como verán en el siguiente artículo que publiqué el año pasado.

Una lista de agravios
Por: Luis A. Ponce
Perspectiva
El Nuevo Día – viernes, 16 de junio de 2006

En nuestro hemisferio hay otro archipiélago que junto al de Puerto Rico es una de las colonias más antiguas del mundo. Me refiero al archipiélago de Bermuda, un territorio de Ultramar de la Corona inglesa. Muchos puertorriqueños desconocen los procesos políticos e históricos de dichas islas que se encuentran frente a las costas de Carolina del Norte. Desconocen que el eficiente sistema colonial británico ha permitido la formación de un gobierno local verdaderamente autónomo. La corona británica sólo se encarga de los asuntos diplomáticos y la defensa.

Un dato interesante es que la constitución vigente en Bermuda, ratificada en 1968, fue redactada con la independencia del archipiélago en mente.

Aunque la independencia nunca se materializó (fue derrotada abrumadoramente en el plebiscito de 1995), Bermuda ostenta su propia moneda, es miembro asociado de CARICOM (oportunidad que fue denegada a Puerto Rico por el Departamento de Estado Federal) y, sin poseer industrias ni recursos naturales explotables, tiene un desempleo bajísimo (5%) y un ingreso per cápita similar al de los Estados Unidos. El gobierno en poder, dirigido por el premier William Alexander Scott, ha retomado el tema de la independencia.

En Puerto Rico, las limitaciones del ELA son muchas. EE.UU. nos controla de tal manera que hasta los británicos nos llaman "Welfare Island" (The Economist, 27 de mayo al 2 de junio). Además de demostrar la falta de libertades políticas y económicas que sufrimos en comparación a las islas Bermuda, esta exposición nos lleva también a concluir que Estados Unidos, en su afán de distanciarse lo más posible de su antigua metrópoli (Gran Bretaña), ha fracasado como administrador colonial. Nos compete ahora a los puertorriqueños denunciar estos agravios. Si caen nuevamente sobre oídos sordos, nos veremos forzados a tomar las riendas de nuestro destino. No podemos seguir malgastando el tiempo.

Más notas mías a modo de discusión...

Los independentistas en este país nos tenemos que dar cuenta de la importancia que tienen las elecciones en la colonia. Sino es para adelantar la causa independentista, por lo menos lo es para enviar un mensaje. La estrategia de no participar en las elecciones o de no votar por el único partido que defiende la independencia no ha rendido ningún fruto, sino que le ha servido a los enemigos de la soberanía nacional. Las no tan brillantes ejecutorias del PIP es materia de otra discusión, pero hasta que no se formé otro partido electoral independentista, es preferible votar por el PIP que votar por colonialistas o abstenerse. Los ejemplos de Bermuda y Martinica representan un modelo a seguir porque aún sin ser independientes, sus líderes electos más importantes favorecen la independencia de sus respectivos archipiélagos y eso es un mensaje poderoso, independientemente del grado del poder que se ejerza. A ver si todas la organizaciones independentistas recapacitan y para las elecciones del 2008 se presentan unidas en un frente amplio soberanista. Por la independencia siempre es mejor sumar que restar.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Wilo Benet, Embajador Culinario


Por: Luis A. Ponce
Artículo para el número de octubre de Appoint Magazine (www.appointmagazine.com).

A propósito de esta edición dedicada a la comida y bebida, Appoint conversó con el chef Wilo Benet en su restaurante Pikayo acerca de la evolución del paladar boricua, sobre cómo atreverse a innovar –y quemar cosas– en la cocina y sobre su auto impuesta misión de hacer nuestra gastronomía accesible al mundo. Y claro, también reseñamos los platos –todos sin listar en el menú– que Wilo nos preparó.

Somos los que pedimos todo well done pero amamos el sushi. Nuestra hospitalidad ha enamorado a extranjeros, mas subestimamos la industria del servicio. Y por desgracia, nos conformamos con las frutas y vegetales de mala calidad que venden en los supermercados. Así opina Wilo Benet, el afamado chef y dueño de Pikayo y Payá, sobre la comida, los puertorriqueños y los restaurantes. Es quizás por esas posturas que ama tanto a la cocina y se ha dedicado a llevar nuestra gastronomía allende nuestros campos y playas. Su libro más reciente, Puerto Rico True Flavors, se convierte en la punta de lanza de esta campaña para seducir al mundo con nuestra sazón. A falta de un cuerpo diplomático puertorriqueño, y con la exposición y experiencia que ha logrado, Wilo se convierte en nuestro embajador.

Pikayo es harto conocido para los amantes de la elegancia absoluta en el buen comer. Saben que éste ha sido el laboratorio donde Wilo, por los pasados 17 años, ha desarrollado su concepto Criollo-Vanguardista. Su formación clásica francesa en el Culinary Institute of America (CIA) y su gusto particular por los sabores vivos de la cocina Cajun y puertorriqueña, le han permitido reinventar platos nuestros como los frituras, el bistec encebollado y el mofongo con resultados sabrosamente sorprendentes.

Esa recreación se reflejó en nuestra experiencia en el restaurante. No basta sino con untar la mantequilla de miel y semillas de ajonjolí al pan calientito que te sirven para darte una pista de los interesantes rumbos por donde la comida de esta noche te llevará.

Comenzamos nuestra cena en Pikayo con el carpaccio de pulpo con verjus y microcilantro. La alfombrita cuadrada compuesta de finas y tiernas rodajas de pulpo: una presentación sencilla para iniciarte en el juego del balance de acidez protagonizado por el verjus (jugo de uvas verdes). Una vez acabé el pulpo, limpié con un pedazo de pan el resto de la vinagreta que quedó sobre el plato (no son malos modales, sino un halago al chef).

Unos minutos después llegó un filetito de chillo frito con salsa de chorizo. Como le comenté a Wilo, este plato es la salsa. La esencia de chorizo, junto al sabor del chillo hizo de este plato mi predilecto. Esto quiere decir que cuando vayas a Pikayo y no veas en el menú la salsa de chorizo, pregúntale al señor Carlos Nieves, gerente del restaurante, para que te saque un plato con salsa de chorizo. Muy gustosamente la cocina de Pikayo acomodará tu pedido.

Los medallones de cordero rellenos con espinaca y setas salteadas sobresalieron, no tan sólo por la calidad y término de cocción del cordero, sino por la incorporación de un ingrediente asiático en un ítem predominantemente mediterráneo. Las setas shiitake le brindaron una perspectiva distinta y aromática al plato.

El tatin de pera con sorbet de champagne fue nuestro punto final a la cena y quizás la demostración más intrigante de que con tan sólo cinco ingredientes o menos se puede obtener un plato de dimensiones complejas. En este caso, la neutralidad del sorbet salvó a un tatin muy acaramelado.

Esta muestra, junto al resto del menú, evidencia la internacionalización del paladar puertorriqueño. Esperamos que el éxito del libro de Wilo logré posicionarnos en el mapa para que no sólo nos atrevamos a probar comidas más exóticas que el sushi, sino que podamos impulsar nuestra industria de hospedería para consolidar a Puerto Rico como un destino gastronómico mundial, exportador de platos emblemáticos boricuas e importador de frutas frescas y verduras variadas, ésas que no se pueden conseguir en los supermercados.

Wilo Benet responde…

1) Appoint: ¿Qué significa Pikayo?
Wilo Benet: Pues buscaba un nombre que reflejara la comida condimentada y pensé en los Cajun de Louisiana. De hecho, me encontraba visitando Nueva Orleans cuando vi el nombre de un periódico, el Times Picayune… le cambié la ‘c’ por la ‘k’ y varié el sonido del final para obtener Pikayo.

2) A: Cuando te levantas por la mañana, ¿qué te pide el cuerpo?
WB: Huevos fritos (o revueltos), queso, tostadas y mucha jalea de frutas. Me gustan los sabores dulces y salados…y picantes, por lo que de vez en cuando le echo Tabasco a los huevos.

3) A: ¿Has quemado alimentos en la cocina?
WB: Sí. Es parte de ser arriesgado. También está el famoso “Adoquín de coco”: mi esposa bautizó de esa manera a mi fallido intento de hacer un terrine de tembleque mientras era chef en La Fortaleza.

4) A: Tu dulce favorito en la Noche de Brujas?
WB: Te tendría que decir que mi dulce favorito de toda esta temporada es el pie de calabaza.

5) A: En la cena de Acción de Gracias, ¿qué prefieres?
WB: Stuffing con cranberry chutney.

6) A: Qué plato o alimento se te viene a la mente cuando menciono a estas personalidades:

Chef Robert Treviño (codueño de OOF! Restaurants): Egg rolls con chorizo y queso derretido.

Aníbal Acevedo Vilá (Gobernador de Puerto Rico): Tapas

George W. Bush (Preesidente de los EE.UU.): BBQ ribs Texas-style

Fidel Castro (Presidente de Cuba): Habichuelas negras con mucho comino

Luis Fortuño (Comisionado Residente): Chillo frito

Filiberto Ojeda Ríos (Líder de Los Macheteros): Serenata de bacalao

Hugo Chávez (Presidente de Venezuela): Arepas

J.Lo (Actriz y cantante): Sopa de plátano

7)A: Al llegar a tu casa luego de un día largo de trabajo, ¿qué buscas cuando abres la nevera?
WB: Me hago un sándwich de atún a mi manera. También me gusta el mantecado. Así de snacks, me gustan los hamburgers… los de El Hamburger especialmente.

Wilo Benet Tuna Sandwich
Esta fue la receta que me dio Wilo de su snack de medianoche:

-atún enlatado
-aderezo Thousand Island
-tostadas de pan
-cebolla picadita (opcional)

Mezclar el atún con el aderezo y añadir (si gusta) la cebolla. Una vez listo, poner el atún sobre las tostadas.

Pikayo está localizado en el Museo de Arte de Puerto Rico, Avenida De Diego 299, Santurce. Los lunes abre de 6:00 PM a 11:00PM, de martes a viernes ofrece almuerzo de 11:30 AM a 3:00 PM y cena de 6:00PM a 11:00PM, los sábados de 6:00PM a 11:00PM. Los domingos no abre. Reservaciones: 787.721.6194.

lunes, 15 de octubre de 2007

Un jueves de jazz y chat

El jueves dije que no quería seguir envejeciendo. Ya era suficiente de esta incertidumbre de los años venideros que sólo había causado empobrecimiento y tristeza y hasta rencor por no haber nacido en otra época o de haber nacido del todo. Rencor porque no he acabado lo que me dije iba a terminar.

Me apena decir que el que acaba de hablarte no tiene la experiencia necesaria para decir cosas concretas y diáfanas. En realidad le faltan muchos años para envejecer, pero para él cualquier paso del tiempo es un paso más hacia el abismo de las décadas y el cansancio. Se deja mover por el recuerdo, las ansias y las emociones robadas al tiempo que tanto dice menospreciar. La amargura no es el resultado de la vida, sino del dolor al vivirla sin mesura, sin pensar en el mañana, sin tener un plan o una guía para tornar los inevitables sufrimientos en triunfos venideros. La amargura es lo que nos recuerda lo tarado que hemos sido.

Bob Parlocha es mi acompañante en las madrugadas mientras hablo con ella por el chat. El chat teje nuestras conversaciones que ya se expanden por kilómetros y kilómetros a la redonda de nuestros corazones. Y el saxofón es el acompañante de Bob y el que he estado escuchando desde la medianoche hasta las seis de la mañana. De noche no duermo y me paso el día vagando en calzoncillos por mi jardín junto a mi perro y acostado en una hamaca en mi terraza. Mi trabajo es este blog y mi novela. Me dije que me mudaría aquí, lejos de la ciudad para acabarla, pero sólo la veo luego de haberme emborrachado. Voy al escritorio donde tengo la computadora, abro el documento y también el Messenger y luego el radio para escuchar el programa de Bob. El supuesto ardor del licor se convierte en una sensación fría en mi estómago vacío, en el glacial hielo de mis páginas inconclusas. Los saxofones melancólicos y tristes sólo han nevado música álgida toda esta semana.

El documento de su novela no ha progresado desde la última oración que escribió el 15 de octubre de 2000. Siete años de haber vivido apartado de la ciudad, de haber abandonado todo lo que tenía en ella menos la computadora y el Internet, la comida y sus botellas, su sueño y sus temores exagerados. Abre el documento como una excusa y escribe párrafos y páginas enteras que al final de la sesión (antes de caer inconsciente sobre la hamaca) no guarda. Se queja mucho del Messenger y del alcohol y de su estómago vacío. Lo que todavía no se ha dado cuenta es que ha escrito toda su novela en el chat. Por eso no avanza y culpa al tiempo.

Yo culpo a Bob Parlocha y a sus seis horas ininterrumpidas de jazz. Esta semana he escrito como diez capítulos más pero los borro por lo malo que son. El chat calma y al mismo tiempo solivianta mi soledad. El jueves escribí la mayoría de esos capítulos. Ella me hablaba de todos los temas que quería abordar, pero que no podía indagar. Los fantasmas antiguos me borran lo que escribo, no soy yo. También es el tiempo y la lejanía de la ciudad. Ella me escribía y yo leía y le contestaba. Construíamos una historia novedosa: era la historia de nuestras fantasías en tiempo real. Cómo quiero rescatarlas, imprimirlas para luego encuadernarlas y mandarlas a algunas editoriales. Es que en el chat no simplemente conversábamos, estoy convencido que hacíamos literatura.

Ella guardaba todos los chats. Tenía la intención de imprimirlos y llevárselos el día que finalmente se animara a dejar la ciudad y sus gatos y caminar con los pies desnudos el césped aún húmedo del jardín del que tanto le hablaba él. Solamente era cuestión de tiempo o eso creían ambos.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Héctor Morales Rosado, Escritor

[Les presento aquí el cuento que La Revista de El Nuevo Día, le publicó al compañero Héctor el pasado domingo, 7 de octubre. Era una obligación incorporarlo a las entradas de La tribu para que una vez desaparezca de las páginas electrónicas de endi.com, perdure en el ciberespacio. ¡Muchas felicidades y adelante!]

La conspiración

“… en la década siguiente, un cónclave universal de ex novelistas desempleados concurrió que con dos oraciones, de no más de 15 palabras, bastaba para decir todo”.

Por Héctor Morales Rosado

La proliferación del cuento corto, a principios del siglo 21, logró eliminar, casi en su totalidad, la creación de novelas. Los grandes proponentes del nuevo canon literario, novelistas todos, presintiendo lo peor, determinaron que “si no hay novelas, tampoco habrá cuentos”. Entonces, establecieron que 200 palabras eran suficientes para producir una obra narrativa. Luego, en la década siguiente, un cónclave universal de ex novelistas desempleados concurrió que, con dos oraciones, de no más de 15 palabras, bastaba para decir todo. Ya para fines de siglo, el cuento hiperbreve de mayor impacto fue la famosa ‘Página en blanco’, reafirmando contundentemente la futilidad de las letras. Aunque se le otorgó el premio Nobel, su autor no fue recompensado y menos aún reconocido, pues en el afán de ahorrar palabras no firmó la obra.

A partir de ese hito histórico, se creó el ‘Metaultrabrevismo’, el intrépido estilo literario que proponía que la expresión narrativa moderna se reduciría solamente al tamaño, forma geométrica y color del papel. Las palabras sobraban. La nueva literatura fue muy bien acogida por los políticos, quienes encontraron un medio que ellos podían entender. Los cuerpos legislativos, unánimemente, aprobaron una ley, hablada por supuesto, y promulgada al pueblo a través de altoparlantes, que vedaba la escritura con la finalidad de economizar espacio en el país. Violar la misma conllevaba una pena de 10 años de cárcel sin derecho a probatoria. Los países del mundo acogieron con beneplácito la legislación con la certeza de que su aplicación reduciría los efectos del calentamiento global.

Hoy, en los albores del nuevo milenio, algunos jóvenes, clandestinamente, honran a los que sacrificaron sus vidas en la sangrienta revuelta por las letras en el 2099. Estos escribas incipientes plasman sus palabras, irreverentemente, en los coloridos y multiformes papeles vacíos de las obras más laureadas de los últimos años. Además, todos coinciden en que el mejor medio para retomar el uso de las letras, inequívocamente, es la novela... y mientras más larga, mejor. Después de todo, tanto tiempo publicando palabras sin palabras, había mucho por escribir. ¡Los novelistas al fin habían triunfado!

Héctor Morales Rosado es estudiante de Maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Para los que nunca pudieron virar la tortilla...



No todo el mundo es hábil frente a una estufa...o tostadora. Nomínese (o a alguien que conozca) en el concurso de www.cocinomalo.com para que ud. o esa persona pueda ganar unas clases de cocina, porque la vida es algo más que delivery y cosas congeladas de Sam's y fiambreras de la abuelita Rosa.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Mundo lágrimas

Cuando ella lloró porque él no le chupaba sus pezones marrones como la yema tostada, pezones de areolas circularmente perfectas y con un leve sabor a rocío, porque a él lo que le invadían eran las ganas de mirarle su rostro y no de lamerle las tetas, en ese momento cuando, molesta, se salió de encima de él y se echó a un lado fue cuando él se dio cuenta que ese mismo día el también lloraría como no lo había hecho en un año entero.

viernes, 21 de septiembre de 2007

"L'avocat de la terreur"

Me tropecé con el blog de un (¿o una?) periodista de Colombia que vive en Francia. Lo cierto es que todavía no sé el nombre del autor pero tiene apuntes y notas que tratan sobre la sociología en Colombia, Hispanoamérica y Europa en todos los campos que se encuentre que son, pues, en todos. Muy acertadamente su blog se llama Sociología para novatos.

Mi investigación del nombre de esta persona se detuvo cuando leí la nota que se refiere a un documental dirigido por Barbet Schroeder y que figuró en la selección oficial del Festival de Cannes de este año. El nombre del documental es el título de esta entrada y puede ser (todavía no la he visto, pero la crítica así lo ha planteado) una de las mejores películas que presente cómo un idealista anti-colonial (en este caso un abogado) se pudo convertir en el defensor de terroristas y dictadores. Este abogado es Jacques Vergès y su rostro además de desafiante y altivo tiene la fría expresión de la amoralidad.

Vea el rostro de Vergès.

Avance del documental:



Les avisaré si consigo la peli en The Video Place, en Levittown, donde, usualmente, encuentras lo imposible.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Loreto y yo

Me paseé por Mameyal y quise que Loreto en realidad viviera allí conmigo, en una casita de esas humildes, de un solo piso, pero con el mar de patio trasero. Entonces vi a Loreto junto a mí nadando en el mar para entre las olas llamarlo nuevamente y así escuchar ese nombre que él nunca podrá enunciar. El eterno estudiante y el mar. Vi a Loreto devorarse el resto de una alcapurria fría (es amante de la carne molida). Vi a Loreto orinando sobre la palma inclinada que uso para amarrar mi amahaca.

¿Quién es Loreto? Un perro del cual me enamoré. No fueron sus patitas largas y flaquitas, ni su firme cuerpecito negro en forma de cilindro, o los brincos impetuosos que daba lo que me cautivaron. Fue su nombre y la manera con la que sus dueños lo llamaban: Loreto era una persona, un pariente más que con sus pequeñas formas había logrado permanecer en la casa que visité.

“¡Loreto, ven aquí!”, gritaban algunos. “¡Ven aquí, lindo perrín!”, tenía ganas de gritar y de apoderarme de su nombre. Loreto. Así también se llama el departamento del Perú que contiene a Iquitos, la ciudad más grande de la Amazonía peruana. Ciudad mitificada por Pantaleón y sus putas. Loreto encarna, pues, la Zona Tórrida de Puerto Rico y del Perú.

Loreto es también la Baja California. Y pienso en La Perla de Steinbeck, como en el Pantaleón y las visitadoras de Vargas Llosa. Es un perro geográfico, ya me he dado cuenta. Loreto y Ponce: nombres de ciudades y de regiones, relacionadas a versiones míticas de la historia americana y literaria. Y fue esta la verdadera razón de mi intento desesperado de escribir muchas veces el nombre de Loreto para así adueñármelo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Mundo plástico

Si la materia nunca se destruye, entonces estamos frente a una posible situación calamitosa: estaremos arropados de basura para siempre.

Pienso en el plástico y me preocupo. Todo el plástico creado jamás desaparecerá; todas esas tarjetas de crédito, de cortesía, de membresía, de descuentos e identificación, votación y de códigos de seguridad estarán rondando en nuestras vidas por los siglos de los siglos hasta que empecemos a comer plástico. Entonces sí que viviremos una existencia plástica. El plástico dominará todo. Nos dominará tanto que muy pronto nos empezarán a crecer uñas plásticas y los dientes tendrán residuos plásticos y haremos el amor introduciendo tarjetas electrónicas en lectores causantes de sensaciones, uuhm, placenteras.

Esto soñó Julio Antonio Vázquez ayer, luego de no obtener una Venda Card para sacar copias al material del examen de hoy.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Miércoles y Jueves

Lo único más atrasado que mi sueño son las lecturas de Derecho. Este blog está en su tiempo...adelantado si quieren que lo resuma en una sola palabra. Tanto que ahora me voy para mi primera clase y en lugar de estar pendiente a ella, estaré pensando en lo que escribiré en esta entrada.

Ayer por la noche me dio hipo luego de devorarme unos chicharrones con pique y la mitad de una bolsa de popcorn de Indiana. Hoy se ha repetido luego de almorzar. Me devoré el sánduich de pastrami. Lo más seguro un pedazo del pan se me quedó atravesado en la boca del estómago. Y yo me pregunto, ¿para qué tanta prisa? ¿Acaso adelantaré el tiempo para llegar a mi casa, cambiarme, dormir y -nuevamente- tener pesadillas con los casos? Mi respuesta a tanta prisa es esta: prisa a continuar con esta entrada, a escribir lo que se me ocurrió y apunté en la clase. Prisa, ante todo, para sentirme más calmado aunque vaya a mi última clase con este hipo que no ha querido desaparecer.

Miércoles

Aula Verde
Tenía toda la intención del mundo de escribir esta entrada el mismo miércoles que fuimos un grupo de estudiantes de Derecho a Aula Verde en el residencial Manuel A. Pérez (para mis fobias a los caseríos lea esto). Aula Verde es un salón de clases dentro de un jardín y sobre piedrecillas azules, bajo las copas de los árboles, con una leve brisa que no te hace extrañar a las demencialmente frías temperaturas con que operan los acondicionadores de aire de este país. En Aula Verde pensé en el Derecho Ambiental, pero también pensé en cómo, y ya a un mes de empezar mis estudios de leyes, todavía escribo en este blog aunque me tarde una semana entera en completarlo, aunque en ese preciso momento cuando se me ocurrió la idea no haya tomado una esquina de los documentos que nos dieron y garabatear algo. Estos nuevos estudios, pues, me obligan a no olvidar con tanta facilidad, a preservar las ideas que se me ocurren, las cosas que quiero contar. A recordar que cuando regrese a Aula Verde (porque lo haré) llevaré la libreta donde escribo todas estas cosas antes que ustedes las vean en la pantalla.

P.D.- Me gustaría que en los talleres de cuento de la Maestría en Creación Literaria de Sagrado, los estudiantes logren convencer a los profesores de que por lo menos uno de los ejercicios se haga afuera del salón. Requeriría quizás un gran esfuerzo para separar una tarde de un sábado para visitar no sólo a Aula Verde, sino a parques, museos, chinchorros o un circuito en la AMA para luego escribir.

Pikayo
El miércoles por la noche finalmente Appoint pudo acceder a Pikayo. No fue fácil pautar la visita. La espera de un mes y medio es obvia: Wilo Benet ha tenido un exitazo con su último libro, Puerto Rico True Flavors (vea una reseña en el blog Super Chef) que lo ha mantenido viajando y participando como conferenciante en un sinnúmero de lugares en los EE.UU.

Me preparé lo más que pude para la entrevista: leí los artículos criollos, vi algunas reseñas en revistas y periódicos norteamericanos y me aprendí su curriculum. La misión era hacer una entrevista distinta y no repetir lo que siempre se dice de Pikayo. Creo que lo logré...en octubre se enterarán.

La ciudad y sus parques - O el porqué de la pasión, la pérdida de la razón y la vida como una tóm-tóm-tóm-bola.
Cuando El Capitán de la Pluma de Ganso estuvo por Nueva York investigó los parques de la ciudad. La razón era encontrarme, atraparme y traerme de vuelta a Puerto Rico. No lo logró y yo regresé solito y a mi conveniencia (y quizás para no perderme un musical en Bellas Artes). Pero bueno fue que hizo ese recorrido y documentó los parques de Manhattan porque en Puerto Rico hemos olvidado la existencia de los nuestros.

No enumeraré las razones de siempre. Enumeraré otras como la total ignorancia de que existen parques muy cerca de donde vivimos y la dejadez de precisamente dejar de hacer lo mismo que siempre hacemos por las noches después del trabajo y atrevernos a caminar un rato y vivir la ciudad. Lo más llamativo del caso es que perdemos de perspectiva que el Área Metro es una ciudad. La culpa puede ser la criminalidad, pero en realidad yo culpo más al crimen del hacinamiento de carros. Puerto Rico es para los carros. Esta aseveración es indebatible. El ser humano, el peatón, el que verdaderamente hace una ciudad ciudad no es más que un estorbo.

En Nueva York hasta la gente de clase media y alta sale a caminar. Se juntan con los yuppies y los estudiantes hambrientos. Así lo reportó El Capitán de la Pluma de Ganso en su informe. Los más ricos se pasean hasta en caballo por las manzanas alrededor del Parque Central.

Aquí ni los pobres salen a caminar por la ciudad. El Viejo San Juan bien puede ser el último reducto para el caminante, pero para entrar y salir de él hay que utilizar el auto (o la lancha de Cataño, pero claro, eso para los que vivimos al otro lado de la Bahía).

La pasión se desata en el parque en todas sus manifestaciones. A falta de gente se nos aparecen fantasmas entre los árboles. Al aire libre se cuestiona la realidad, pues, más libremente. Y dan ganas de salir corriendo hacia una ciudad del pasado.

Se puede asismismo perder la razón en el parque... ¿o es quizás en el parque-o? En el parqueo circular de nuestras mañanas. Los carros amontonados en la calle donde resides, el parking movible del tapón que nos mueve hacia el Estacionamiento de Puerto Rico: en lo que se ha convertio la UPR. Con todo y estación de TU, la Yupi es parking. Es la única estructura que puede opacar a la Torre. Estacionamiento por todos lados: una gran piscina de asfalto llena de piscinas de agua embarradas de luz y de color...de aceite.

Jueves

La súper compra que hicimos en el Walgreen's de la Ponce de León hizo que me acordara de mis compras en el CVS de la Wisconsin en Georgetown. Recordé la intensa soledad de ser un recién llegado a una ciudad extraña y de ser un extraño en tu ciudad. Desconozco a Santurce: nací en ella en 1983 pero no es mía. Y cuando transito en las noches y madrugadas por sus calles me doy cuenta de que hemos abandonado -desertado- una ciudad entera en el mismo centro de San Juan.

(Entrada terminada a las 12:23 AM del día 13 de septiembre de 2007).

lunes, 27 de agosto de 2007

Babelaria

O cómo Dean nunca pasó, se fue y la gente a Plaza inundó.

Fuimos a Plaza para ayudar a El Capitán de la Pluma de Ganso con su ajuar estrafalario. Llegamos porque los vientos nunca llegaron y la lluvia sólo nos hizo la mañana más rica para retozar en la cama y la tarde más amena para una crema de yautía o calabaza. La de yautía comió ella, pero El Capitán no tuvo reparos en pedir la de calabaza: prefiere la variedad sobre todas las cosas.

Plaza inundada. No sólo por la tribu, sino también por la tribu de los turistas que Dean espantó de las playas y las barras frente al mar, de los hoteles y la zona marítimo-terrestre. Sí, estaba nublado ese sábado de mediados de agosto, pero la lluvia no llegó sino hasta entrada la mañana; la lluvia que con una fuerza hermosa bañó las calles y aceras del Área Metropolitana.

El Capitán en las tiendas: qué espectáculo señoras y señores. Se siente perdido, incomprendido, casi destruido. La Jevota la mira con reprobación: más que un jíbaro malo eres un cafre de los malos. La tribu se ha apoderado de él y él lo niega diciéndole que ni por un segundo aceptaría comprarse una camisa con un águila encima. Dicho esto, procedieron a salir de American Eagle.

Entran las chicas de Mr. Pretzel's. Están por todo Plaza, no hay manera de evitarlas y El Capitán en toda las bandejitas mete el dedo: lo mete ya lamido para que se le adhiera más azúcar a los dedos.

Gap. Entran y muchos minutos después salen: ropa bien pensada y escogida por la Jevota de los Sombreros aunque, por desgracia, no compraron un nuevo sombrero para el Capitán: ¿treinta dólares por un sombrero? Con el de plumas me basta. La Jevota dijo OK y dicho esto procedieron a salir de Gap, pero no de Plaza, ni de la familia dispersa de El Capitán que se presentó todita a Plaza con la descarada intención de sorprenderlos, de raptarlos y verlos cómo se comportaban en acción. Acción que por supuesto se vio congelada hasta que la cercanía de las manos de la Jevota lo descongelaron del pudor y acercándose le dio un beso en los labios: un beso intenso por el ardiente pique -no por las lenguas- que segundos antes había ingerido nuestro Capitán en el restaurante mexicano para creerse el más macho de los macharranes, ¿o capitanes?

jueves, 16 de agosto de 2007

El pelú de la Escuela de Derecho

Creo que soy yo. Ya van tres días de clase y no he visto a nadie con el pelo más rizo y alborotado que yo, a nadie con esta barba que se riega por todo el rostro, nadie con esta actitud de tranquilidad y let me live my life que antagonizan al desespero y rectitud con que muchos empiezan los estudios de Derecho. Me entristece pensar que para muchos de ellos Leyes es el fin de toda su carrera, es a dónde único han querido llegar, dónde siempre supieron que llegarían para ser sólo eso, abogados. Para ellos estos primeros días son el fin de un mundo que jamás acabará: un final constante. Los estudios de Derecho serán el lindo y excelso calvario que seguirán repitiendo durante estos tres o cuatro años de estudios: "Mírenme, estoy jodío en Derecho"; "No me da tiempo ni para seguir con la banda, ni para leer, ni para escribir en mi blog". Ya están los que odian levantarse temprano y, como nenes chiquitos, lloran de su enorme desgracia y grandioso sacrificio. Hay mucho café, demasiado. Yo no puedo con el café por las mañanas: me manda directo al baño. Y están los que como yo que tienen todo el tiempo del mundo para decir que la vida es linda, sobre todo cuando encuentras la palabra precisa para describir el sabor de los pezones de tu jeva en tu boca.

Ja, ja, pero entonces la cosa se va poner chévere cuando vaya la semana que viene con un recorte de abogadillo y me afeite la barba. Los compañeros quizás ni me reconocerán. Muchos de los que me miraron mal, ¿lo continuarán haciendo? Yo seguiré hablando con todos, haciendo comentarios para que la gente comparta y me hable. A algunos ni me les acercaré, no porque emanen negatividad, sino porque todavía no estarán listos para abrirse así, a la primera sin esperar nada a cambio como una historia increíble de mi fin de semana o de cómo mi vida toda ha sido un descuadre y Leyes era la única oportunidad de hacer algo con ella porque no sabía qué más hacer. Yo no compartiré esa historia con ellos porque no me gusta mentir, ni tampoco compartiré la historia de que desde chiquito quería ser abogado. De chiquito yo quería ser una especie de explorador a lo Jacques Cousteau o un astronauta como Yuri Gagarin. Quería descubrir y documentar cosas, poder decir: "Yo estuve ahí primero, nadie me lo puede contar". Creo que ese espíritu se lo debo a mi tío, ahora en Kuwait, que de niños y adolescentes siempre nos llevaba a mis primos y a mí en caminatas o "aventuras" por picos, quebradas, ríos, canales y campos de la Isla. Mi tío Tito...lo bautizamos Tito Jones y así se ha quedado.

Pues a lo mejor esa es la historia que les contaré cuando me encuentre con los compañeros por los pasillos de Derecho. Cuando te hable a ti es porque estarás cerca de mí, demasiado de cerca, tanto que podré oler el olor de tu casa que llevas enredado en la ropa. Y espero que para mi sorpresa me digas: "Vaya, ¿tú no eras el pelú de la semana pasá? Y by the way, ahórrate las palabras: ya leí de Tito Jones en tu blog".

lunes, 13 de agosto de 2007

Tali-hoo!

Tali, un ex-amigo sueco, es un hijo de puta. Al principio todos en el grupo armonizábamos porque nos agradaba su espíritu alegre y su personalidad llena de energía. Parecía que siempre había vivido en DC, cuando en realidad acababa de llegar a la ciudad como todos nosotros. Él siempre conocía a alguien que sabía donde estaban las mejores fiestas en el campus o qué banda estaba de tour en la ciudad o en qué bar te servían alcohol sin ser mayor de edad. Y esta información la compartía con todos nosotros; era la época del feel good universitario, de los Welcome Bashes, cuando todos recién empezábamos la universidad y, vaya, vaya, todos habíamos logrado el hito de ser aceptados a Georgetown. Nos sentíamos con el mundo por delante, capaces de hacer realidad todas nuestras ambiciones y, sobre todo, de conseguir un buen trabajo cuando nos graduáramos, Inshallah, en cuatro años.

Todas esas expectativas cambiaron mucho con el paso de los años y con el estilo de vida que fuimos desarrollando en la ciudad. Estudiábamos como soldados, pero la juerga empezaba los miércoles con Lost en ABC. Ya en nuestro tercer año, nos dimos cuenta que los sueños no tardan ni dos ni cuatro años en hacerse realidad. En muchos casos, una vez concluimos mientras tomábamos unas cervezas en el Brickskeller, los sueños se viven día a día, uno los construye sobre la marcha y por eso es que la gente no se da cuenta y muchos mueren pensando que, carajo, nunca pude hacer realidad mis sueños. Nadie en esa mesa quería morir así, todos queríamos triunfar o decir que estábamos triunfando aunque los efectos no se vieran de inmediato.

Ya para ese entonces también me empecé a dar cuenta de lo hijo de puta que era Tali. Si en algún principio me pareció meritorio y hasta honroso que Tali haya importado su welferismo escandinavo a los Estados Unidos y lo haya aplicado a sus relaciones interpersonales, porque pensaba, mira, vivir tan unos encima de los otros como lo hacíamos, compartiendo todo lo que se podía compartir, finalmente era posible, la agudeza, sin embargo, con la que dividía todo y buscaba compensación por sus compras o sus esfuerzos se volvió, no sólo ridículo, sino molestoso. No es que fuéramos extraños como ocurrió en un principio, cuando todos nos empezamos a conocer…ahora vivíamos prácticamente en el mismo townhouse, nos veíamos con una frecuencia voraz y como quiera Tali nos ponía un sobrecito en la puerta de su refrigerador para que pagáramos por las botellas de cerveza que consumíamos mientras veíamos los programas en HBO que él y sus roommates nos invitaban a ver. Tal y como me juqueó la serie Carnivàle, así de fulminante dejé de frecuentar el piso de ellos.

Abdullah’kim, mi roommate palestino que también se había integrado a nuestro grupo, empezó a protestar mi extremismo, que si Tali sólo está pidiendo un dólar por la cerveza, ¿cómo vas a dejar de visitarlo por esa estupidez? Yo, sin embargo, me mantuve firme en mi decisión: Tali es un hijo de puta, viene a nuestras fiestas, no trae nada, toma y come a su gusto y no pedimos un centavo porque, coño, ¿acaso no es nuestro amigo? y ¡ahora viene él a cobrarnos por las cervezas baratas que guarda en su nevera! Ustedes, los occidentales se pelean hasta por la bebida, cuando hay tanta en este país, se atrevió a responderme. Puta madre, me dieron ganas de responderle, y ustedes, malditos árabes, que se pican en cantos por el petróleo. Abdullah’kim, me dijo algo en árabe, lo más seguro algunos versos del Corán a lo que le respondí, Shak’ran, Abdullah, Assalam Aleikum y me fui a dormir. Compartir la habitación con él me había hecho hablar árabe hasta en mis sueños.

Pasaron los meses y mi sentencia de que, en efecto, Tali no era un buen amigo comenzó a manifestarse cuando empezó a salir con la chica que le gustaba a Abdullah, una sueca marroquí de ojos claros como la miel. Al principio ninguno en nuestro grupo le hizo caso, todos aceptaron, inclusive hasta el propio Abdullah, la máxima: en el amor y la guerra todo se vale. A mí me pareció bastante rudo de su parte y así mismo se lo dije a Abdullah. Mi roommate se sentía traicionado, lo podía notar cuando coincidíamos con Tali y los demás en The Tombs o en alguna fiesta de la calle 38. Fueron varias semanas después del incidente y luego de saberse que Tali se acostó con la chica, que Abdullah me confesó que yo tenía razón. Nosotros, me dijo, que nos creímos que estas sociedades nórdicas habían hallado finalmente el secreto para derrotar el capitalismo e individualismo rampante creado por los gringos y celebrábamos a dónde quiera que íbamos el hecho de que estábamos viviendo como verdaderos socialistas demócratas, compartiendo todo, pagando lo justo por lo consumido en conjunto, pero esto de compartir las mujeres, sobre todo entre amigos, a sabiendas que a mí me gustaba, eso sí es una cabronería. Y te creías, le dije, que esto sólo se trataba de cervezas baratas.

Nos quedaba un año en Washington y ya nuestro grupo no era el mismo: dejamos de ver las series de HBO y ABC, ya ‘el grupo’ no salía a cenar y cada cuál hacía su fiesta a su conveniencia. Tali seguía conectado a la red de europeos expatriados más populares de la ciudad y se pasaba conociendo a un sinnúmero de gente atractiva y dispuesta a fiestar hasta las altas horas de la noche.

Creo que llevaba cinco meses de haberme distanciado de Tali (ni nos hablamos durante el receso navideño) cuando decidí aparecerme junto con nuestros amigos a una de las fiestas que él estaba promocionando en uno de los nuevos clubes de Washington. Se alegró de verme y me abrazó como si nada nos hubiese alejado. Le pregunté si todavía cobraba por las cervezas que le tomaban en su casa a lo que me respondió con una carcajada y más tickets para tragos en la barra. Todo el mundo bebió como quiso. Me di cuenta que era una fiesta escandinava porque los Red Bull con Jägermeister no paraban de ser ordenados. Supe que en una esquina ya se había formado un lapachero de vómitos. Yo había ido solo, pero Abdullah había llegado con una pelinegra alta, de piernas bien formadas y cintura pequeña que no dejó sola ni un solo momento.

Tali se les acercó como si nada y los saludó de una manera tan agradable que Abdullah no pudo hacerle la malacrianza de no presentarle a su chica. Besito, besito en los dos cachetes como acostumbran los europeos y yo, viendo todo desde la barra, no podía creerlo. Tuve que darme dos shots de Absolut: ¡qué haces Abdullah! ¡Despacha a Tali, vete a bailar con ella! Pero seguían hablando, así que me le acerqué a Tali lo más que pude, le tomé del hombro y le dije bien despacito al oído: aparentemente han robado tu billetera y hay un loco, rubión y maseta como tú, comprándole tragos a la barra entera. Los ojos azules del sueco se engrandecieron y su sonrisa desapareció con la gravedad de mi noticia. Me dijo gracias y fue directo a la barra para tratar de solucionar el problema. Con su billetera en mis manos se la mostré a Abdullah, que no paraba de reírse y le grité: ¡Huevón, si bebieras, pediría una champagne para los tres! Él y su jeva se perdieron en la multitud de la pista de baile y viendo a varios panas de la universidad que estaban solos como yo, les propuse irnos al champagne lounge del tercer piso. ¡Estás loco! ¿Con qué dinero vamos a subir? No se preocupen, les respondí mientras les mostraba la billetera de Tali, repletita de dólares y pases especiales, tenemos taquillas VIP.

martes, 7 de agosto de 2007

Tórrida

O los últimos fines de semana del verano de 2007, con un trasfondo de un mangle salvaje y una botella Cahors, productora de soñolientas figuraciones en una tienda Payless.

A mí no me importa que Luis Ponce esté en el umbral de sus primeros cursos de Derecho. Yo vengo a contarles lo que él no quiere contar porque dice que no puede, que simplemente pensar en mamotretos y en un único y solitario examen a final de los cursos le da dolores terribles en el anillo del ano (o por lo menos en la rajadura escaldada de su rabadilla por tanto guardar cama debido a una misteriosa enfermedad procedente de nada más y nada menos que de una ardilla silvestre) no le han permitido escribir en este blog, que atrás dejó la escritura creativa para adentrarse, dice él mientras fuma (porque ha vuelto a fumar puros), a la que verdaderamente entra en contacto directo con el pueblo y lleva el germen del cambio, de la transformación, la escritura jurídica...y varios otros escupitajos más.

Me adentré a la zona costera de nuestro archipiélago en busca del mejor pedazo de mangle para meter mano. Sí, para relacionarse sexualmente con su pareja, para follar, como dice la canción del grupo español Sin Cuero, "te follaré hasta en un mangle", que un reconocido autor boricua intentó apropiarse en la década de los setenta y que lo llevó al suicidio. Que se cuiden los que plagian hoy en día, que incluye luminarias literarias como el señor Alfredo Bryce Echenique y el cerebrito del señor de esta tribu de los cafres. Que se cuiden también de los mosquitos del mangle y las moscas de playa que rejoden. Mucho OFF!, pero no el de espréi, sino el vaporizador. Úntese el repelente de insectos mientras intenta ver una puesta de sol imposible porque no está en Rincón, el Pueblo de los Bellos Atardeceres, sino en un mangle cerca de usted. Úntese, pero no lo haga en o cerca de sus partes íntimas: el repelente OFF! no tiene un sabor muy placentero que digamos.

Allí me encontraba, pues, entre esas catedrales aéreas, con esos entes de doble vida y personalidad. Viven sobre y debajo del agua. Acogen aves y peces y ahora, estoy convencido, muy bien pueden acoger a dos cuerpos que se estremezcan y puedan acomodarse entre las duras raíces de esta especie tropical. Los que se atrevan encontrarán el paraíso que se les perdió a las vistas al mar de los moteles de Tortuguero o a las piscinas en forma de corazón de los de Caguas.

El Cahors nos lo empezamos a tomar en la veranda de nuestro bungalú mientras esquematizaba los mangles que había recorrido durante el día. Había comenzado a escribir en mis finos papeles mientras mi compañera de aventuras, La Jevota de los Sombreros, se adentraba en los misterios del caldo francés y me preguntaba por qué carajo era tan comemierda y me daba con beber vino en estos trópicos desdichados y tristes y calurientos. Le dije si no le habían sabido bien con las alcapurrias de carne y de jueyes que había ordenado. Le pregunté si acaso no servía como elixir y alimento a la imaginación en este sencillo lugar donde solamente permitían encender incienso, nada de cigarros ni cigarritos. Entonces, tomé una de las hojas donde suelo escribir mis apuntes de viaje (muy parecidas al material de los mantelitos de papel que utilizan en los restaurantes) y le redacté un tratado el cual subtitulé (ya ven como me agradan los subtítulos): "El tórrido fin de semana que pasé contigo". A ver si te atreves a mostrárselo a alguien más, le dije. Pero ya cuando le dije esto, ambos habíamos descendido a las profundidades embriagantes de ese vino raro y exquisito que había traído de contrabando. Este su servidor, El Capitán de la Pluma de Ganso, junto a La Jevota de los Sombreros, terminamos hablando de zapatos de descuento y cómo todavía no había un sólo zapato sobre la faz de la tierra que impidiera la entrada molestosa de los granos de arena al ínfimo y recóndito espacio entre los dedos.

Fotos tomadas en la Zona Tórrida del Archipiélago Nacional
por © La Jevota de los Sombreros - 2007

martes, 31 de julio de 2007

Alejandro Tarre, invitado de La tribu, y su Diario de Tailandia (Parte I)

El elefante en el cuarto
(Segunda de dos entradas. Vea la primera aquí.)

A pesar de que fue derrocado en un golpe de Estado el pasado septiembre y desde entonces reside en Londres (desde donde anuncia, durante mi estadía en Bangkok, su intención de comprar el equipo de fútbol Manchester City), todavía se siente en Tailandia la presencia de Thaksin Shinawatra. Todas las mañanas, mientras espero a que mi esposa se despierte, leo la sección política de los dos principales diarios en inglés y constato que el popular ex primer ministro sigue en el centro del discurso público, como si aún presidiese el país o como si el golpe hubiese ocurrido ayer. El día de mi llegada se llevó a cabo una manifestación pro-Thaksin cerca del Gran Palacio, a la que asistieron miles de sus seguidores.

¿Quién es Thaksin? ¿Quién es esta persona al que la mayoría de los tailandeses llaman por su primer nombre y que algunos han apodado “Cara Cuadrada”? Como venezolano, varias cosas llaman mi atención sobre este líder. Thaksin es, como Hugo Chávez, una figura divisoria que ha polarizado al electorado de su país. También como Chávez, Thaksin es uno de los líderes más populares de la historia reciente de su país y su base de apoyo reside en los sectores pobres y rurales, los cuales se han visto beneficiados por sus programas sociales –programas tan populares que ahora la junta militar trata de apropiárselos. Y como el teniente coronel venezolano, Thaksin se las ingenió para intimidar a los medios y trufar con sus seguidores el consejo electoral y las cortes, y así aplicar la ley selectivamente o doblegarla para su propio beneficio.

Sin embargo, a diferencia de Chávez –y esta diferencia es importante–, Thaksin es capitalista hasta la médula: un exitoso empresario que se hizo millonario antes de volver la vista a la política. Es difícil imaginarse a Thaksin diciendo como Chávez que “ser rico es malo” o instando a sus seguidores a desprenderse de los bienes que no necesitan. Es difícil imaginárselo alabando a Marx, Mao o a la antigua Unión Soviética, y hablando de cómo el sistema capitalista vuelve a la gente egoísta y poco solidaria. A la inversa, es difícil imaginarse a un Chávez derrocado viviendo una vida de jetset en Londres y comprando un equipo de fútbol inglés. Es difícil imaginarse a Chávez vendiendo su parte en una empresa a un conglomerado extranjero por $1.9 billones libre-de-impuestos como lo hizo Thaksin –venta que ayudó en parte a precipitar el golpe de Estado que lo tumbó.

La junta militar, que se hace llamar el Consejo de Seguridad Nacional, ha prometido convocar pronto a elecciones libres. Pero esta es la única señal alentadora para quienes deseamos un reestablecimiento de la democracia en Tailandia y nos entristece la involución autoritaria en varios países del Sur y el Este de Asia. El partido Thai Rak Thai de Thaksin, el más popular del país, fue disuelto, y se han restringido libertades de reunión y movimiento, así como censurado medios de comunicación pro-Thaksin. En la nueva Constitución, que la junta ordenó para supuestamente reparar las lagunas que Thaksin aprovechó para abusar de su poder, ya se han incluido leyes cuya intención es claramente aumentar el poder de los militares.

Todo esto tiene un tufillo que reconozco. Leyendo todos los días sobre lo que ocurre aquí y esforzándome por entender la posición de ambos lados, comprendo que la situación actual en Tailandia, al igual que la de Venezuela, saca a relucir una imperfección, ineludible, del sistema democrático (esa “paradoja” sobre la cual Popper escribió con tanta elocuencia). ¿Qué pasa cuando un líder popular, que ha ganado numerosas elecciones, aprovecha su popularidad para erosionar las instituciones que limitan su poder y son esenciales para el buen funcionamiento de cualquier democracia? ¿Qué pasa cuando esas instituciones que podrían ser utilizadas para castigar abusos de poder son monopolizadas por los perpetradores de estos abusos?

Esta complicada situación sólo tiene dos salidas. La primera es un golpe de Estado, una acción que sólo es posible si el gobierno todavía no se ha apoderado de las fuerzas armadas. El problema de esta opción, favorecida, para mi sorpresa, por mucha gente en Bangkok, incluyendo el rey y la clase media, es que los perpetradores del golpe muy probablemente van a gozar de un poder con menos limitaciones que el del gobierno derrocado. Es sumamente riesgoso confiar en la buena voluntad de los golpistas que, como se está viendo ahora en Tailandia, pueden ser rápidamente seducidos o corrompidos por el poder y nunca van a aceptar unas elecciones libres que puedan entronizar de nuevo al líder cuyos abusos motivaron, en primera instancia, el golpe de Estado. Muchos, incluyéndome, dudan que Pedro Carmona en Venezuela tuviese ínfulas de dictador. Pero ¿qué hubiese pasado si, después de convocar elecciones libres, Hugo Chávez hubiese aparecido otra vez como líder en los sondeos? ¿Qué hubiese hecho Carmona, líder del golpe y en ese momento dueño de todas las instituciones, frente al riesgo de una victoria chavista que pudiese amenazar su futuro y quizá hasta su vida?

Eso nos deja con la segunda alternativa, en mi opinión la más sabia: un esfuerzo de la minoría por convencer a la mayoría que apoya al dictador de que la libertad debe estar por encima de las políticas de cualquier líder, por más acertadas que ellas sean, y de que el progreso y la democracia, como lo demuestran los países más estables y avanzados del mundo, son dos cosas perfectamente compatibles.

También, reconociendo el hecho de que las dictaduras, como las democracias, nunca son perfectas, la oposición debe aprovechar al máximo los reductos todavía disponibles para limitar los abusos de poder y frenar, y si se puede revertir, las tendencias totalitarias del gobierno. Es decir: utilizar los mecanismos democráticos todavía disponibles para socavar el poder y la popularidad del dictador. En la Tailandia de Thaksin aún quedaban muchos de esos reductos, y en Venezuela, aunque cada vez menos, todavía los hay.

Esta segunda salida, la que elude el golpe de Estado, es quizá riesgosa, pero es para mí la mejor de las dos. Es la que yo propongo para Venezuela y es la que, en mi humilde opinión de visitante de este gran país, ha debido tomar la oposición de Thaksin en Tailandia.

Alejandro Tarre (Caracas, 1975) se desempeña como columnista, periodista y editor en varios medios y casas editoriales de Venezuela y Estados Unidos. Desde 2003, reside en Washington DC. Puede escribirle a: aletarre@hotmail.com

miércoles, 25 de julio de 2007

YoYo, MeMe, MoiMoi, EuEu


Elidio me incluyó en sus ocho para que dijera ocho cosas sobre mí. Aquí van esas ocho cosas y los ocho seleccionados para que la cadena no se rompa. Eso sí, no se vuelvan un ocho.

1. La escritura
Me gusta escribir en cualquier pedazo de papel, cartón, tela o servilleta que tenga en frente. Claro, también escribo en mi ordenador, aunque en muchas ocasiones ese es el último paso: la pantalla y el teclado se convierten en instrumentos de trascripción más que de creación. Escribo para complacer mis voces y, a veces, para enfrentarme a alguien y, con las palabras, realizar un duelo. Escribo porque, creo, es lo mejor que sé hacer.

2. Cocinar, comer y conversar
Sí, así juntas es como me gustan, si no, se vuelven en actividades rutinarias, sin un significado más allá del elemental y cotidiano. Me gusta cocinar mientras pico y converso; conversar mientras me siento a la mesa y bebo. La cocina se convierte en otro tipo de arte ejecutado con las manos y en un verdadero acto de amor.

3. Las Relaciones Internacionales
La curiosidad me llevó a otros mares y a miles de páginas alejadas de la tierra de la literatura, y, bueno, de esta ínsula llamada Puerto Rico. Vi en las relaciones internacionales y en las normas y barbaries que las rigen (diplomacia a veces, guerra mucho más a menudo) una oportunidad de utilizar en una misma disciplina los idiomas, la cultura, la historia y las tradiciones para entendernos mejor y devolvernos algo de la esperanza perdida.

4. Leer en mi terraza
En mi terraza siento que no estoy en Bayamón y muchas veces, en vez de terminar las lecturas que inicio, termino hablando con mi perro (un husky siberiano). Gajes del oficio de fabulador.

5. No tomar fotografías
Soy lento en absorber la tecnología. Por ejemplo, mientras muchos de los compañeros blogueros crearon el suyo hace años, el mío solamente tiene siete meses. Pues lo mismo me pasa con las fotos, pero peor. Simplemente no está en mi cabeza tomar fotos, y eso que me gusta que me fotografíen. Las fotos que tengo muchas veces son tomadas por otras personas. Yo pienso en otras cosas cuando visito y viajo a otros lugares. Tomar fotos está al final de mi lista. Me pierdo en el momento, en los recuerdos y en las palabras.

6. Observar: Así aprendo
En esto soy bien científico. Me deleito en observar a la gente, los paisajes, mi casa, la calle, la ciudad. Así lo estudio todo. Observo y aprendo. Así he entendido muchas cosas y escrito otras más.

7. Soñar y dormir (no es lo mismo)
Como más rico consigo dormirme es pretendiendo que voy a leer un libro en la cama. Acomodo las almohadas debajo de mi cabeza para facilitar la lectura (bueno, en realidad el sueño), abro el libro y empiezo a leer. Y leo por unos minutos, me adentro en la lectura, pero cuando empiezo la próxima página, los ojos se me empiezan a cerrar y el pensamiento se me escurre hacia otras imágenes, escenas y recuerdos. Me adentro en esos recuerdos y en las ricas imágenes que me invaden y entonces me digo que voy a descansar la vista y el cuello por unos minutos y, marcando la página (porque me creo que voy a regresar a la lectura), cierro el libro, me quito los espejuelos y la segunda almohada debajo de mi cabeza. Y al cabo de un momento, no sólo duermo, sino que sueño y a falta de estar consciente, casi nunca los logro rescatar en tinta y papel.

8. Viajar y no sentirme extranjero
Será porque he viajado desde muy pequeño, soy mitad peruano, estudié fuera de Puerto Rico, o porque estudié idiomas extranjeros y me interesan las relaciones internacionales o porque simplemente me gustan los aviones, barcos, trenes y autos y hablar con personas de distintos trasfondos y culturas… Será por todo eso que me gusta tanto viajar y conocer lugares nuevos y vivir costumbres ajenas. Me gusta convertirme en el extranjero que se inmiscuye en la cultura visitada, el que se adapta y no rechaza, da la bienvenida y no huye. Esas vivencias, entonces, trato de adecuarlas a mi vida diaria aquí en Puerto Rico, para construir –como en Caguas– mi diminuto y pequeño país personal, en extranjería siempre.

Escojo a las siguientes personas (¿víctimas?) para que continúen con este YoYo: Nydia Antonia Russe, Anahí González, José Borges, C, Francisco Font Acevedo, Manuel Carrión, Melissa Figueroa y Malena.

Estas son las instrucciones:

1. Cada jugador comienza con 8 cosas sobre sí mismo.

2. Las personas que han sido seleccionadas por el jugador tienen que escribir en su blog 8 cosas sobre ellas y escribir las reglas.

3. Al final de tu escrito tienes que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog.

4. No te olvides de dejarles un comentario - que han sido seleccionadas para este juego - y leer su blog.

lunes, 23 de julio de 2007

Alejandro Tarre, invitado de La tribu, y su Diario de Tailandia (Parte I)



El mosaico abigarrado
(Primera de dos entradas)

Esta grande y caótica ciudad al principio me abruma. En la zona donde nos quedamos, cerca del Palacio Suan Pakkad y la casa de Jim Thompson, ciertas calles y avenidas se parecen a las del centro de Caracas en el tráfico, el ruido, el tumulto y el calor. Leo en la mañana en el periódico que Bangkok podría convertirse en un lugar “inhabitable” si no se implementan rápidamente planes para controlar el crecimiento urbano. Pienso en ese reportaje cuando veo más tarde fiscales de tránsito y motorizados con máscaras como las de los médicos para protegerse de las bocanadas tóxicas de los automóviles y los autobuses.

El calor es brutal. Después de un cuarto de hora caminando, tengo la camisa empapada en sudor y noto que la piel de mi esposa, demasiado blanca para este clima, muda a un rosado que resalta aún más su condición de turista. Me cruzo con varios hombres descalzos y desnudos de la cintura hacia arriba haciendo la siesta en los lugares más inverosímiles: aceras, paradas de autobús, capotas de automóviles. Me da la impresión de que el acto no es voluntario: el calor los derrotó. O quizá ya aprendieron que es inútil luchar contra el clima de esta ciudad y es mejor adaptarse a él, como un perro se adapta a los hábitos de su amo.

Pero el calor nunca me ha molestado tanto como el frío y después de un rato me olvido de él. Además, aquí sobran las distracciones. A cada rato se me acercan vendedores para ofrecerme sus productos –amuletos, estatuillas, ropa, frutas, relojes– con una tenacidad que no he visto en ningún otro lugar. A pesar del calor, uno me ofrece tomarme medidas para un esmoquin y otro, cuando me ve caminando con los brazos cruzados, aprovecha para colocar en mis brazos una bolsa de semillas. Como no acepta devolución, pero al mismo tiempo me pide dinero, no me queda más remedio que echar la bolsa al piso y tratar de aligerar la rudeza con un torpe gesto de hombros.

Aparte de los vendedores, observo en esta primer caminata otras particularidades, o motifs, que luego, en los próximos días, vería a cada rato y que ahora forman parte de mi imagen de la ciudad: los monjes envueltos con mantos azafrán (vi a un par con iPods), las camisas Polo amarillas, los coloridos tuk-tuk (motos-taxi de tres ruedas con un vagón atrás) y el énfasis en la monarquía y la religión que se manifiesta en las imágenes por doquier del adorado rey Bhumibol y esas figuras ubicuas de Buda que, con su expresión enigmática, pareciera vigilar desde arriba (siempre me vigila desde arriba) cada paso que doy. En una calle estrecha me detengo en un puesto de frutas para probar el durian, el lychee, el mangosteen y el rambutan (frutas que no tienen nombre en español). La que más me gusta es el mangosteen, que se parece al mamón caribeño, pero es por fuera más elegante y por dentro más dulce. Compruebo que, como me dijo una vez un amigo en Venezuela, el mamón es la hermanita fea del mangosteen.

Llego al Chao Phraya (“río de los reyes”) después de un viaje en el moderno skytrain. Los libros que leí las semanas antes de venir dicen que el río es la mejor manera de moverse en la ciudad y que allí la temperatura baja un poco. Uno asegura que, gracias al tráfico infernal, el Chao Phraya ha vuelto a ser lo que fue hace cien años: la autopista más ancha y conveniente de Bangkok.

No sé si estos libros exageran, pero me gusta el concepto del Chao Phraya Express, un metro-barco a través del cual es fácil, barato y sobretodo agradable transportarse entre los cinco distritos. Durante este primer viaje que hago en el Express, observando esta “autopista” que en vez de carros tiene pintorescos sampanes, barcazas y transbordadores, me pregunto porque esto no ha sido implementado en otras ciudades atravesadas por ríos. En el Chao Phraya uno no sólo descansa del calor y disfruta de la brisa y la cercanía con el agua, también uno se deleita con la hermosa vista de los lujosos hoteles (entre ellos el famoso Oriental), los mercados, las villas de la realeza y el espectacular Wat Arun que bordea el río.

Desde aquí, además, se pueden apreciar mejor los contrastes de la ciudad, en donde se entremezcla lo ordenado y lo caótico, la pobreza y el lujo, lo tradicional y lo moderno. La modernidad, esa que los detractores de la globalización ven como una amenaza por su tendencia a homogeneizar, se ha infiltrado en la ciudad, sobretodo en el centro, donde se ven imponentes edificios de oficina, rascacielos, hoteles y centros comerciales iguales o mejores a los de Washington DC, París o Londres. Pero Bangkok no pareciera temerle a esta influencia. La ciudad más bien incorpora lo nuevo sin complejo, como Nueva York ha incorporado a los chinos y a los italianos, haciéndolos parte de la ciudad y aceptando con los brazos abiertos su contribución. Después de todo, es ridículo pensar que esta modernidad va a acabar de la noche a la mañana con la firme personalidad de este lugar.

¿Me atrae todo esto? ¿Me mudaría a Bangkok a vivir? Sí, totalmente. El viaje en el río fue el zarpazo final, pero incluso antes de llegar aquí la ciudad ya me había seducido con su gente, su religiosidad, su ruido, su comida, sus tuk-tuk y su clima. Bangkok es como un mosaico abigarrado que al inicio nos disgusta por su insolencia, pero que luego, con el transcurso de las horas, comenzamos a apreciar por su riqueza. Pronto descubrimos que, como ocurre con esas mujeres que nos seducen con sus dientes torcidos o facciones asimétricas, esas incomodidades –la contaminación, el tumulto, el tráfico, el calor– son parte del encanto. Sin ellas la ciudad sería otra, quizá más conveniente, pero también más común y aburrida.

Esto, en particular, es lo que ocurre con el clima. Estoy convencido de que este calor denso que adormece y aboba es inseparable de la magia de esta ciudad. Sin este calor que apenas al salir de la nevera del hotel penetra todos los poros de mi cuerpo, secándome la boca y empapándome de sudor, Bangkok no fuese Bangkok. Este calor es desasociable del tempo aletargado que se siente en el río, en los templos y en el parque Lumphini, así como del maravilloso olor, ese olor en el que se entremezclan el sudor humano, la comida callejera, el aroma de las frutas, el humo de autobús y el agua sucia de los canales. Como el misterio y el erotismo, el calor y la sensualidad son cercanos aliados. Por eso, en este mélange sensual que es Bangkok, el calor es un elemento indispensable.

Alejandro Tarre (Caracas, 1975) se desempeña como columnista, periodista y editor en varios medios y casas editoriales de Venezuela y Estados Unidos. Desde 2003, reside en Washington DC. Puede escribirle a: aletarre@hotmail.com

La tribu errante