jueves, 22 de enero de 2009

De órdenes y desórdenes a lo Obama

Barack Obama, uno de los presidentes de Estados Unidos más articulados de los últimos tiempos se ha trabado en su juramento del martes.  Obama, el que enamoró a millones con sus discursos, metáforas y una voz atractiva se confundió y no juramentó como lo pedía la Constitución.  Fue por esto que hoy juramentó por segunda vez para aclarar dudas y evitar que individuos o grupos que no quieren a Obama en la presidencia empiecen a molestar.  (Miren el videíto cortesía de la BBC.)

Esto no ha detenido el trabajo de Obama y en su primer día ha firmado sendas órdenes ejecutivas para revisar las detenciones y los juicios en la Base Naval de Guantánamo.  De igual forma, Obama ha contactado a las partes del conflicto en Gaza y ha puesto un límite al salario de los ayudantes en Casa Blanca.  Todas estas acciones primerizas lo han plasmado como un político que actúa de inmediato para cumplir con sus promesas electorales.  Promesas que buscan, ante todo, cambiar la imagen de los Estados Unidos a nivel mundial y en el estadounidense.  Obama y su elección de Hillary como la más alta funcionaria diplomática de EE.UU. marca el regreso del soft power a la mente de los políticos, una estrategia escasamente utilizada bajo la administración Bush, hijo, quien se dedicó a desplegar las fuerzas militares estadounidenses en teatros bélicos a un punto nunca antes visto desde la Guerra de Vietnam. 

La coerción, la tortura solapada y los misiles Tomahawk es lo que se llama --duh!-- hard power y lo que ha provocado que en los años Bush, la popularidad de Estados Unidos a nivel mundial haya rodado por los niveles más bajos.  Fueron ocho años de un antiamericanismo rampante en todo el mundo, incluyendo a Europa Occidental, la tradicional aliada de Washington.  Años en que la inseguridad --real y forzada-- logró resquebrajar la industria aereonáutica de Estados Unidos, afianzar una paranoia increíble en la población y causar que el viajar hacia o desde territorio estadounidense se convierta en un inevitable dolor de cabeza.  

El soft power es, fundamentalmente, persuadir y negociar con las armas de la superioridad moral, de la información y de la curiosidad de entender al otro.   Ciertamente hay propaganda envuelta, pero la propaganda es mejor que niños iraquíes muertos, inseguridad imaginaria y veteranos estadounidenses, de estos conflictos iniciados por Bush, deambulando por las calles.  Obama, al firmar estas órdenes ejecutivas, anunciar que tratará al problema de Irán con más cercanía y que intentará dialogar abierta y directamente con el mundo musulmán, se dirige en la dirección correcta de romper con el pasado y de devolverle a los EE.UU. la fuerza moral necesaria (desautorizando las torturas, por ejemplo) para conseguir sus intereses sin mancharse tanto las manos de sangre.  Todo, pues, parece indicar que luego de un inimaginable trabalengua frente a la multitud en Washington, DC, Obama está poniendo la casa en orden. 

martes, 13 de enero de 2009

De vuelta al Caribe

No sé por qué pienso que regresar a Puerto Rico es volver a la realidad.  ¿Acaso estar en otro país o continente no es también real?  ¿Acaso no nos enteramos de lo que pasa en otros lados, no nos cortamos los dedos con el mismo dolor o vamos al baño con la misma regularidad? No entiendo, entonces, por qué siento que he entrado a una dimensión desconocida cuando no lo es; he regresado al país que más conozco, a mi hogar, a mi hábitat natural.  Pero la sensación es de haber retornado al pasado, a las mismas cosas de siempre y porque al final, el regreso de cualquier viaje o recorrido, por más corto que sea -al menos para mí- es cerrar un ciclo, un espacio único y eso trasciende las barreras de la razonabilidad y la cotidianeidad.  

Me fui con la idea de olvidar, buscar y encontrarme a mí mismo y, de paso, a muchas otras cosas desconocidas.  Quería salir para vivir solo nuevamente, para disolver una sensación de opresión que me ahogaba y para escribir que es también vivir.  Primero un mes por China y sus ciudades conglomeradas.  Las motocicletas eléctricas y los autos han paulatinamente sustituido las icónicas bicicletas, pero la gente aún escupe sin pudor en donde sea.  Con todo y escupitajos y el calor pantanal de las ciudades que visité, comí a mis anchas como en poco lugares lo había hecho y esto sin enfermarme una sola vez.  La comida que se cocina en China es espeluznantemente variada y sorpresivamente deliciosa.

China construye su futuro con edificos sacados de las sagas futurísticas hollywoodenses pero con la exactitud y opresión comunista de un régimen que necesita liberalizarse en la cuestión política y social.  Dicen que el futuro está allá, pero luego de pasearme por el Cono Sur, me di cuenta que el futuro está en todos lados porque está en nosotros.  El futuro está, inclusive, en Puerto Rico, aunque la realidad se torne más crítica mientras uno se acerca más a Washington y sus fallidas políticas económicas basadas en ideologías (neoliberalismo) en lugar de datos constatables, datos que mostraban que la crisis venía sin titubeos y nadie hizo nada porque no querían admitir que los postulados neoliberales habían fallado rotundamente.  Y digo que hay futuro en Puerto Rico no porque Fortuño esté de gobernador (Mr. Republican ha sugerido implantar recomendaciones que no pican fuera de la bolsa ideológica neoliberal que nos ha traído este regalito de fin de década), sino porque los malos augurios siempre vienen acompañados de nuevos comienzos.

Recorrer miles de kilómetros de pura naturaleza fue lo más alucinante de mi recorrido por la Patagonia.  Espacio abierto, vida silvestre, cielo azul, temperaturas contrastantes y caminar casi de la mano con pingüinos.  El Uruguay y las playas despobladas de Maldonado, lagunas protegidas, campo abierto y un Montevideo que se parece más a las fotos de La Habana que a una copia de Buenos Aires.  En Perú los microclimas de la sierra, el verdor en la ceja de selva cuando vas llegando a Machu Picchu, la siempre fascinante -y horrible- vista de los cerros desérticos que circundan a Lima y, por supuesto, el copioso ceviche, sus mariscos, y el ají que ya sea por gusto o costumbre siempre te invade el paladar.

Y sí, es cierto:  si en estas primeras semanas de mi regreso me preguntan cómo me siento, diré que raro y un poco atormentado porque extraño el anonimato de ser un extranjero, de devorar revistas, periódicos y libros para entender una realidad ajena y no sentir la obligación inmediata de actuar; la variedad de productos que he comentado y reseñado hasta la saciedad porque me parece un atropello que los puertorriqueños sigamos escogiendo nuestros condimentos y verduras de una selección pobre, cara y mediocre.  En el mismísimo Km. 0 de Buenos Aires conseguía frutas y legumbres frescas y de buena calidad, igual historia con la carne, quesos, panes y repostería.  En Puerto Rico un buen pan criollo es difícil de conseguir y la baguette que se consigue en los demás comercios es un insulto de grandes proporciones:  una farsa más de la que -ya es evidente- estamos tan acostumbrados.  

Extraño pasearme por los parques y caminos de la ciudad porque mi metrópolis duerme encerrada y con el aire acondicionado en high.  Bienvenido a comprar libros caros y a perderme en Borders entre tanto dumping literario estadounidense.  Lo que queda es la ventana del Internet, las fotos y las cervezas con los amigos; la familia y un mar siempre cálido, envidia de la gente que vive en climas variables.  El Hamburguer con vista al mar, el Viejo San Juan y sus siglos de melancolía, las langostas del oeste con sus atardeceres y la voracidad caribeña que se bate en la arena y en kioskos, botes, hoteles y apartamentos desde Piñones hasta Peñuelas.

Regresé con la intención de irme de nuevo.  Pero primero hacen falta unas cosas:  amar, escribir, estudiar y terminar lo comenzado.  Dos, tres, cuatro años, y me voy.  Como toda partida, ésa tendrá también el gérmen del retorno:  nada hay inescapable en esta vida y menos un país tan pequeñamente grande llamado Puerto Rico. 
 
Tratando de bloguear desde Lima (Ene. 09).

Siesta frente al Pacífico en la playa de Chocalla (sur de Lima, Ene. 09).

Almuerzo costero:  tiradito de pescado en tres salsas, corvina a la parrilla y su infaltable chelita helada (Ene. 09).

Mi segunda vez en Machu Picchu:  siempre hay que volver a estas alturas místicas (Dic. 08).

El cuy chacta'o:  plato tradicional arequipeño y legado de los Incas.  Delicioso (Dic. 08).

Con Nydia frente al Palacio de Gobierno en Lima (Dic. 08).

Con Miguel Novellino, mi compañero de apt. argentino y propietario de A Dos Veinte (Dic. 08).

Los Boludos en la tienda Puro Diseño en Palermo, Buenos Aires (Dic. 08).

Plaza Independencia, Montevideo, Uruguay (Dic. 08)

Las Cataratas de Iguazú, Misiones, Argentina (Dic. 08).

Frente a frente al Perito Moreno, El Calafate, Argentina (Oct. 08).

Allende por las calles de Punta Arenas, Chile (Oct. 08).

Próximo a cruzar el Estrecho de Magallanes, Chile (Oct. 08).

Parrillada en Villa General Belgrano, Argentina (Oct. 08).

En el panteón de Evita, Cementerio de La Recoleta, Buenos Aires, Argentina (Sept. 08).

En el Canal Beagle, Ushuaia, Argentina (Oct. 08).

Mao se repite en el Museo de la Propaganda, Shanghai (Ago. 08).

En Xi'an (Ago. 08)


En la Muralla China en Simatai (Ago. 08)

Con los soldados de terra cota en Xi'an (Ago. 08).

martes, 6 de enero de 2009

Perútrova, un regalo de Reyes desde la tierra de Túpac Andina

No le puse yerbita a los camellos de Oriente, pero uff, mira lo que me dejaron debajo de la cama: pura charrería rock-andina.

La tribu errante