jueves, 10 de noviembre de 2011

Mirar a Miraflores II - 2.1


II. Sanguchito para continuar

2.1

Sanguche. Voz popular peruana utilizada para nombrar lo que me meto en la boca en estos momentos. Pan francés que parece un culito (redondo y con una hendidura que atraviesa su circunferencia) y varias ruedas de un asado de res en su salsa. El sanguche en sí son solo dos cosas: el pan fresquecito y el asado tierno, cálido, que me hace sospechar de la casa arruinada del quesero y así saber que hay sanguches que van por esta vida sin queso, que en el Perú abundan y llegan a ser increíblemente deliciosos.

Todo esto lo pienso mientras hablo con mi amigo Rabel sobre los ritos religiosos de comunidades no cristianas. Un tema de conversación más que aptísimo para poder devorarme mi sanguche, como si hablar de las extirpaciones de órganos sin bisturí, las operaciones a largas distancias y el sacrificio de animales me abriera más el apetito. Documentado estaban todas estas hazañas, han ocurrido, como los monjes que hacen fuego solo con sus manos. El Perú está lleno de sucesos parecidos, no lo dudes, decía Rabel mientras veía con parsimonia el fin de mi sanguche. Momentos antes lo había visto terminarse una dieta de pollo, Luis, ando mal del estómago como bien sabes, ni cagando me podría meter uno de asado. Lo veía tomar su sopa mientras el hambre intentaba desgarrar las paredes de mi estómago. Órgano vital. Hace una semana que yo estaba en la misma situación. Una enfermedad estomacal que más bien era un eufemismo para describir el flujo imparable de mierda a través de la apertura irritada de mi ano. Hace una semana no hubiese podido, por ejemplo, comerme el sanguche de asado, ni la salsa cremosa de rocoto que le unté a los últimos bocados de mi cena.

Más temprano habíamos salido del Haití. Nunca pude escuchar de qué hablaba el gordo y su acompañante ni en qué podía estar pensando el flaco de mirada ingenua, de gestos nerviosos que a cualquier bocinazo de la calle se colmaba de miedo (era su cara y yo quizás pondría la misma si mi vida dependiera de esa persona que está a punto de entrar a mi vida por la puerta del Haití). Salimos con la idea de recorrer las librerías miraflorinas. Un mejor plan hubiese sido recorrer las librerías de segunda mano del centro de Lima, por el Jirón Amazonas o Quilca, pero ese viaje será para otro día, me lo prometió Rabel, es que hay que ir con más tiempo, haciendo referencia a la maldita leyenda urbana del Centro que, durante la noche, se convierte en un campo minado de ladrones y de putas que aún saben hacer el amor con dulzura.

martes, 11 de octubre de 2011

Mirar a Miraflores I


Ahora resulta que Miraflores soy yo. Lo escribo con la mayor humildad que caracteriza a aquel que se nombra a sí mismo a un puesto imaginario o, en el mejor de los casos, al que se reconoce en la locura de un acto natural de apropiación.

Yo soy Miraflores porque camino sus calles, le pregunto a sus habitantes, busco en su historia para saber por qué es una ciudad heroica, y me trepo en sus taxis y micros. Rodeo sus esquinas con la esperanza de toparme con algo no nuevo (pocas cosas son nuevas en Lima), sino desconocido.

Yo soy Miraflores porque hay mar y no porque me crea un monarca absolutista cuando escribo: ¿y qué es un mar sin su sol? Soy también sol. Caribeño. Antillano. Pero un sol para mí mismo, puesto que saco de las sombras a una ciudad transitada hasta el cansancio.

I. Café para empezar

Son las cuatro de la tarde y me doy el lujo de soñar con un capuchino. No estoy ni en Italia ni dentro de un escaparate para que la gente juzgue mis gustos. Lo pedí porque es el café más grande y el que más me durará mientras espero porque, en el principio, sí, esperé (y a mí me gusta esperar. Mucho.)

Espero y saco la Moleskine y este bolígrafo con que escribo. Pido el capuchino y me pongo a ver a la gente pasar por la vereda de en frente. Adentro, el Haití aguantaba las mentiras de sus comensales, las exageraciones de sus vidas, sus sueños imposibilitados de realizarse. Adentro, en el café, el tiempo se vendía más barato que un postre.

A través de las ventanas del Haití
http://www.wikilima.com/mediawiki/index.php?title=HAITÍ,_mucho_más_que_un_café

Por las ventanas atisbaba a ver a un Parque Kennedy poblado de jóvenes que salían de su primer trabajo para ir a su segundo. En esa espera, el celular era el objeto omnipresente en cada mano, en cada oreja. Los que se paseaban frente al Haití, más bien, fijaban su mirada a un horizonte escondido por las edificaciones de la ciudad (al final del acantilado sobre el que está construido una parte importante de Lima, está el Pacífico) o, tal vez, a la misma acera por donde caminan para evitar tropezarse con un hueco, una piedra o un charco de agua sucia. La rapidez con la que caminan me hace pensar en seres automatizados e insensibles, máquinas que se dirigen a su destino por un imperativo mayor y no por una decisión íntima.

Yo, automatizado, también escribo. Y observo. Primero, sin prestar mucha atención al gordo que está sentado a mi lado derecho o al flaco sentado a mi izquierdo. Cuando el mozo llega con el café, torpemente alcanzo a pedir una botella de agua con gas. Torpemente, escribo, porque a pesar de yo ser Miraflores, de ser un sol, mi voz sale como un gesto neonato; mis palabras, como sílabas sin pólvora.

La fugaz hermosura de un verso que nos cambia la vida.
http://elcomercio.pe/lima/725634/noticia-cambia-casa-virrey-deja-san-isidro-se-muda-miraflores

Mi espera es por un amigo que conocí en 2003 en una biblioteca. Otro escritor más que apuesta por las cosas menos concretas de la vida: la fugaz hermosura de un verso que nos cambia la vida. Y antes de que llegara el agua, mi amigo poeta me saluda desde la calle y hace su entrada absurdamente triunfal al café más icónico de Miraflores, con su sudadera puesta y su cara descompuesta como la de un enfermo terminal.

De esta forma ha comenzado mi primavera austral.

(Continuará...)

martes, 30 de agosto de 2011

La ciudad había desaparecido (fragmento)


Todo ocurrió en unos pocos minutos, luego de haber sacado los platos principales. Me acerqué a la mesera de rizos color cobre y le pedí que necesitaba su ayuda en la nevera de la cocina. Una sorpresa que me gustaría regalarle a los comensales, le dije, sonriente, sin soltar una mirada que diera a entender mis motivos ulteriores. Sus brazos, que estaban cruzados sobre su pecho, se reacomodaron a ambos lados de sus abundantes caderas. Las pecas pardas que estallaban en su rostro casi se perdían ante la sangre que se le agolpaba en las mejillas por la confusión que le causaba mi pedido. No te preocupes, le repetí cuando ella aún no salía del asombro de mis instrucciones. Añadí que su ausencia en el comedor no se notaría porque la gente en este tipo de galas suele comer muy despacio, si acaso lo que hacen es probar un poco los alimentos para luego atragantarse de vino y con el Châteauneuf-du-Pape que había, se iban a demorar una eternidad. Este último comentario la calmó y supo que su superior del piso no le reprocharía su insignificante ausencia

Atravesamos rápidamente la cocina, donde mis sous chefs se esmeraban por finalizar los últimos platos y empezaban con los postres (tenían todos los ingredientes cerca, minimizando cualquier visita a la nevera), hasta conducirla al rincón menos visible y más fresco del inmenso refrigerador donde conservamos los mazos de albahaca, menta, tomillo y eneldo. Ella estaba expectante, su suave respiración llegaba a mis oídos y la leve colonia que estaba de moda entre las mujeres jóvenes se me anidaba sin perdón en la nariz y el paladar, mezclándose con el aroma de las hierbas que ya comenzaban a arroparnos.

En este punto me deshice del delantal, me bajé la cremallera y, con mi sexo enhiesto y ya húmedo, lo empecé a frotar contra su ropa. Le ahogué un pequeño grito con la mano. En sus ojos verdes (¿lentes de contacto a lo mejor?) parpadeaba el temor que luego fue sumiéndose en una molestia para, finalmente, terminar en el inconfundible destello de la sorpresa y el gusto.

Horas antes, mientras repasaba con el equipo de meseros el orden de los platillos y los vinos, había atisbado las formas de esta joven. Kathy decía la pequeña tarja que prendía de su chaleco blanco. Kathy y sus finos rasgos acentuados por el maquillaje que llevaba, sus pechos que descendían a través de la ropa ajustada en una curva graciosa, creando así un triángulo junto a la entrada trigonométrica de sus muslos en el encuentro con su pubis. Los milagros de la lycra en Kathy y sus rulos rojos, desafiantes, sus manos pequeñas y esa boca diminuta que, estaba seguro, guardaba los sabores de una especia desconocida.

Desde ese momento no me cabía duda que tenía que estar más cerca de Kathy. Impulsado por ese deseo, y una vez excusado los meseros de la cocina, puse a enfriar una botella de crema irlandesa en la nevera, entre las hierbas aromáticas, en se rincón de la nevera donde ya, a la hora del postre, nadie se asomaría. Y allí estábamos ahora: yo le plantaba pequeños besos en su cabello y de vez en cuando bajaba a su tierno cuello, a ese poco de piel que se podía acariciar sobre la vestimenta que la obligaban a utilizar. Mientras mis labios se mantenían a esa altura, mis manos no aguantaban derrotar las defensas del lycra para alcanzar los vellos de su pubis (¿serían tan rojos como su cabellera?). Al lograrlo fue como barrerme a las orillas de una playa hermosa: empecé a construir un castillo de arena, a hacer canales, trampas, a diseñar el puente levadizo hacia su interior.

La recosté sobre las bolsas de menta y tomillo que estaban más cercanas y me coloqué en sus manos para que chupara. A pesar de la temperatura más baja del refrigerador, me mantenía palpitante, derramando un constante río de almíbar transparente que ella, luego de recorrerme con su mano izquierda, no dudó en probar. Al contacto con su lengua, supe que no había errado al adivinar la intención de su mirada cuando le explicaba la composición de los aperitivos: era una devoradora de glandes calientes, rígidos, duros como un calabacín. Me batía contra la punta de su lengua y las paredes de su diminuta boca. A veces jugaba bruscamente con su dedo pulgar sobre el punto más indefendible de mi miembro, donde comprobó su textura resbaladiza y la vida que tomaba por su cuenta ante mis suspiros de angustia y placer. Cuando repitió este juego dos veces más, le agarré la mano y sin su interferencia me empujé hasta llegar nuevamente a sus labios. No tuvo otra opción que abrir la boca y yo de acordarme de la crema irlandesa: allí estaba, debajo de la albahaca, casi a la altura de los rizos de Kathy.

Tomé la botella y, mientras la abría, le indiqué que me soltara y tomara del licor. Le alcancé un sorbo y luego hice lo propio. Le pedí que tomara otra vez y a la tercera le indiqué que no se lo tragara completo, que dejara un poquito, lo suficiente para que pueda tragarnos los dos a la vez.

El ardor que encontré en su boca me despertó del letargo del placer en que estaba sumido. De una de las esquinas de su pequeña boca se deslizaba un hilo de líquido que recorría su cuello hasta llegar y manchar su chaleco blanco. En ese instante, ninguno de los dos nos importó, no había razón alguna, ambos estábamos embriagados y yo me acercaba diligentemente a sumarme al coctél que ella tragaría.

Cuando el orgasmo llega, no logras comprender los sonidos que escuchas. Cuando llegué no escuché mis gemidos, ni los relamidos de Kathy; tampoco sentí el rumor del motor del refrigerador, ni los platos en la cocina. Era normal, me dije, pero cuando me recompuse y ella comenzaba a mirar con preocupación lo sucio que estaba su vestimenta, me empecé a desesperar por el silencio que nos circundaba. Me subí de un solo movimiento los calzones y el pantalón y salí apresuradamente de la nevera.

Habían transcurrido unos cinco minutos: ahí estaba el gran reloj digital indicando la hora sobre el marco del pasillo que conectaba la cocina al salón. No había nadie. Mis cocineros se habían ido, los postres estaban sin terminar, una que otra sartén y olla tenían sus interiores quemados. En el gran salón del hotel, la orquesta había desaparecido, las mesas estaban deshabitadas, varios pares de zapatacones permanecían tirados sobre la alfombra y las pieles que traían las señoras de sociedad se encontraban en los espaldares de las sillas, huérfanas de hombros y del flash de las cámaras. Sin duda algo serio había pasado, ¿pero qué? Mi rostro tuvo que estar tan destemplado, reflejando quizás una terrible escena sacada de alguna película maldita de Buñuel, porque tan pronto Kathy salió e hizo contacto con mis ojos empezó a llorar.

Luego nos enteramos que todos habían salido hacia el vestíbulo del hotel. Allí algunos trataban infructuosamente de comunicarse con alguna persona de la ciudad. Otros, entre los que reconocí a algunos políticos y abogados con ínfulas de intelectuales, entraban en arduas discusiones sobre lo que podía haber pasado y los efectos del calentamiento global. Muchas señoras de sociedad, sin sus pieles claro está, se habían desmayado y el reducido personal médico de la hospedería trataba de enfrentar la situación valientemente ante los gritos de los esposos. Ya habían rumores de ahorcados en las suites y de gente que se había lanzado desde sus balcones lujosos.

Yo solo presentía que el fin no tardaría en llegar.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Inspiración cervecera: "The Roundtable of Beer"



Escribo esta primera columna mientras me tomo una de las últimas adquisiciones de Craft Beer Distributors de Puerto Rico: la Kurofune Porter de la primera cervecería artesanal de Japón, Baird Beer. La etiqueta de esta Porter (que todavía no ha salido a la venta al detal) dice que Kurofune significa en japonés “barcos negros”. Este fue el término con el que los japoneses bautizaron a la armada estadounidense cuando, en 1852, llegó a la bahía de Tokio para forzarlos (a punta de cañón, claro está) a comerciar con occidente. La cerveza es una Porter suavecita, con notas muy tímidas a chocolate y café negro en el posgusto, con un leve sabor a ese caramelo medio amargo con el que se hacen los mejores flanes.

Hace dos años, conseguir en Puerto Rico la
Kurofune o la Paulaner Hefe-Weizen (Alemania, cerveza dorada de trigo y refrescante, sin filtrar con sabores que van desde guineo dulce hasta cítricos) que acabo de abrir era una misión imposible. Sin embargo, el 2009 fue el año en que, tímidamente, comenzaron a llegar los cargamentos que han desatado la llamada revolución de las cervezas artesanales en la Isla.

El movimiento de la cerveza artesanal ha tomado a muchos por sorpresa, mientras que a otros -incluyéndome- ha sido una bendición que más bien se había tardado en llegar. Finalmente, los boricuas estamos expuestos a una variedad cervecera que fluctúa entre lo diferente y lo impresionante. En esta última categoría se encuentran dos establecimientos: Palmas Station en Cataño y La Taberna Lúpulo en el Viejo San Juan.


El sábado 13 de agosto se celebró en Palmas la primera Mesa Redonda de la Cerveza, en donde cinco degustadores (dos mujeres y tres hombres, todos blogueros de
La Acera) probamos un total de 13 cervezas diferentes. Este foro de apreciación lo formamos un grupo de aficionados a la cerveza y nuestro plan no solo es continuar con estas degustaciones, sino extender el círculo a más participantes. En unos pocos días podrán ver en La Acera (
en Twitter @LaAcera) la crónica completa, junto a nuestros comentarios a cada una de las cervezas y las fotos de los que participaron de este primer encuentro.

Para que vayan calentando sus motores cerveceros, abajo incluyo mis cinco cervezas favoritas de las 13 que probé en la Mesa Redonda, junto a sus respectivas descripciones y contenido de alcohol por volumen (entre paréntesis). Prost!

1. St. Feuillien Cuvée de Noël (Bélgica). Como bien indica el nombre, esta cerveza es para celebrar la época navideña. De todos modos, su aroma a especias (clavo, canela y malagueta), y sabor dulce ahumado, semejante a la melaza de caña, hacen de la Cuvée Noël una rica incursión al complejo mundo de las cervezas belgas. No te asustes por los sedimentos suspendidos en el líquido: es muestra de que la cerveza está viva y en constante transformación. Tampoco le temas a la espuma ya que es ahí donde se concentran los aromas más llamativos y peculiares de ésta y todas las cervezas belgas. (9%)

2. Old Stock Ale 2011 (North Coast Brewing Co., California). Este estilo de cerveza es lo que se llama un vino de cebada (barley wine), con notas similares al whisky u otra eau-de-vie. La Old Stock Ale
no es cerveza para principiantes debido a su 11.7% de alcohol por volumen.

3. Big Swell IPA (Maui Brewing Co., Hawai’i). No la subestimes porque viene en lata y es de Hawai’i. Esta India Pale Ale (IPA) es un golpe de sabor y carácter gracias a la poderosa cantidad de lúpulo (el ingrediente que le da el característico amargo a la cerveza) con que tradicionalmente se confeccionan las IPA en los Estados Unidos. Es, a pesar del rico amargo, refrescante, haciéndola ideal para un sofocante día de verano. (6.3%)

4. Žatek Dark Lager (República Checa). Esta es la hermana mayor de la pequeña e inmadura Heineken Dark. Paladar y posgusto suave; en la boca, sabores a café tostado y caramelo. Ésta, junto a la Big Swell IPA, las tendría en mi neverita de playa. (5.7%)

5. Restoration Pale Ale (Abita Brewing Co., Louisiana). Concebida para recaudar fondos de reconstrucción luego del paso del devastador huracán Katrina, cuando viertes esta Pale Ale en el vaso el tiempo parece detenerse. Una cerveza con mucha fermentación y de un color entre el anaranjado y el ámbar. Su paladar es dulce, parecido al néctar. (5%)






viernes, 12 de agosto de 2011

Ramillete de quenepas (fragmento)


Los ojos me laten como dos corazones de iguana herida. Para escribir ni los abro. Ver la luz, que ella penetre en mí, me produce una quemazón que de echarme agua la evaporaría. Tengo los ojos fritos de tanto intentar probarme que claudiqué a un amor por alguna razón válida. (¿Existen razones válidas para claudicar a un amor?). Todas las dudas juntas, en un mazo de preguntas o quenepas, ¿pueden destruir a esa lasca de tofu tan endeble que a veces (o casi siempre) llamamos amor? La bíblica historia del David enfrentándose al Goliat. Solo que en este caso (recién me doy cuenta, escribiendo en la oscuridad) es todo el colorido y vital mundo vegetal —incluyendo la soya en su firme y vigoroso estado natural— contra una rebanada translúcida de tembleque de habichuela. Si estoy escribiendo esto es que ese delgado, infirme alimento ha ganado, que la transparencia y aparente inutilidad del amor es lo más que importa. A pesar de los gustos. De las opiniones, esas que, como los pezones (dijo un amigo) todo el mundo tiene (o tuvo) al menos uno (otros y otras tienen a veces tres).

“According to Caribbean folk wisdom (especially in Jamaica), girls learn the art of kissing by eating the sweet flesh of this fruit, also it is said that if a girl finds two seeds then they’ll have twins”. Fotos y cita tomada de: Reavel's Blog.

Mi opinión es que yo soy Goliat derrotado por mis pezones, por la absoluta confianza de que podía vivir sin mamar. Ahora sé que es lo mismo a no tener lengua.

miércoles, 10 de agosto de 2011

"Domain trolling" en Puerto Rico: la entrevista

A cuatro meses del comienzo del año electoral 2012, el domingo 7 de agosto detonó un pequeño incidente en la comunidad virtual boricua. Las ondas expansivas de este suceso llegaron a altos funcionarios de los partidos mayoritarios del País. El bombazo en cuestión: un domain trolling (según las propias palabras del autor de estos hechos) de los sitios web www.pnppr.org, www.jorgesantini.net y www.3432020.net. El primero y el último redireccionaban, respectivamente, a las definiciones de ‘corrupción’ y ‘abuso’ de la página web de la Real Academia Española. La dirección con el nombre del alcalde de San Juan atracaba en un still de la inolvidable Scarface, donde se mostraba al personaje principal del filme, Tony Montana, interpretado por Al Pacino, empanado hasta la coronilla de cocaína.


Ese mismo domingo los domains fueron liberados y ya no redireccionan a las definiciones y a la imagen de Scarface. Yo llegué a verlos unos días antes que el incidente reventara por Twitter gracias a unas amistades que me enviaron los enlaces por Google+. El resto de la blogósfera y tuiteros boricuas se enteró (incluyendo los administradores de la cuenta de @pnp_pr y miembros de la actual campaña del Partido Popular Democrático) a través de las cuentas del periodista J. Lebrón Ayala, @SrLebron, y del profesor Mario Núñez Molina, @Digizen. Posteriormente, el suceso fue redactado como noticia y publicado en el portal de Noticel. Sin embargo, y luego de desenredar los tweets de la cuenta de @SrLebron, di con la usuaria que le reveló los supuestos hacks: una inteligentísima ex alumna mía, Brenda Mejía, @brendagiselle. Ella tuiteó: “#unsaludo para EL GENIO q hackeo la página del pnp! GUILLE ABSOLUTO... jajajaj”. Eso fue lo que posteriormente llevó a @SrLebron a informar: “Hackean páginas del PNP. Una te dirige hacia la definición de corrupción y la de Santini, hacia una foto de Tony Montana empolvao con perico”. Ninguno mencionó el domain que tenía el teléfono de la Policía de Puerto Rico.


Ese mismo domingo empecé a acariciar la idea de entrevistar al detonante de estos sucesos. Quería hallar a la persona que había originado este temblor político consciente de la importancia que en años recientes han tomado los grupos de Anonymous y hackers internacionales formados por ciudadanos hartos de los abusos perpetrados por gobiernos y corporaciones y de un sistema judicial que parece otorgarles la impunidad necesaria para seguir actuando por la libre. En Puerto Rico, la revolución tecnológica todavía sigue en pañales, pero con una población cada vez más conectada, este primer secuestro de domains podría significar el inicio de una guerra virtual entre el partido azul y rojo de cara a las elecciones de 2012.


El lunes continué mi búsqueda y mandé mensajes a varias personas clave del Twitter y la informática boricua. Continuaba sin encontrar una pista. Finalmente, en la madrugada del martes me llegó el primer mensaje de texto de un número desconocido. Me informaba que un anónimo (claramente, alguien de entre mis contactos sabía, sino la identidad de esta persona, la dirección de correo electrónico) le había enviado copia de uno de mis mensajes. Luego me dijo que estaba dispuesto a hablar conmigo. Acordamos la entrevista para ese mismo día por la mañana, “en un lugar ni tan público ni privado, lejos de donde vivo”.


Nos encontramos en Cuatro Sombras del Viejo San Juan en horas de la mañana del martes 9 de agosto.


A continuación transcribo la entrevista en su totalidad. He editado el estilo y la sintaxis para facilitar la lectura. Para propósitos de proteger su identidad, el entrevistado me pidió que utilizara el nombre de Alan (uno de sus alias favoritos que ha utilizado en aventuras similares a ésta) para identificarlo.


Llegué a la hora acordada y esperé unos 15 minutos antes de recibir otro mensaje de texto de un teléfono diferente al de la madrugada. Me indicaba que me volteara hacia la derecha, que el hombre en traje era él. Lo hice y me saludó. Alan había llegado mucho antes que yo. Me chocó ver a un hombre blanco y rubio, de unos treintaytantos años. Siempre había supuesto que la persona detrás de esto era un puertorriqueño. Lo menos que esperaba era un estadounidense.


La Entrevista


Luis Ponce: Bueno, carajo, ¿¡¡eres americano?!!


Alan (Ríe y luego habla en un español con acento, matizado con algo de boricua): Nací en Virginia y a los dos años mi familia se mudó a Puerto Rico. Ahora vivo entre Fairfax y Caguas.


LP: Las páginas a las que redireccionaste los domains palpan muy bien el sentir del puertorriqueño común con sus líderes electos y con la situación actual del país. ¿Cómo llegaste a esa lectura tan fiel del Puerto Rico en que vivimos?


A: No en que vivimos, sino en el que todos padecemos. Dominicanos, americanos, extranjeros de todos lados. A veces creo que hasta más que los mismos puertorriqueños, y es que hay muchos que son incondicionales con su partido, sobre todo cuando suben al poder. Entonces, el país puede estar al borde del colapso pero ellos no se dan por enterado. Creo que no haber nacido aquí me hace inmune al fanatismo. Entonces, la lectura de que hablas es por eso y también por mis antiguos trabajos en la Isla muy cercana a la política partidista.


LP: ¿Para quién o quiénes has trabajado, si se puede saber?


A: Ahora mismo me desempeño en la industria tecnológica. Trabajo desde casa y me reúno en Virginia. Es una corporación japonesa. Pero en la política ayudé en esta última campaña del PNP luego de mi disgusto con el PPD. Ahora soy un ex penepé que había sido un ex popular. Me disgustaron muchísimo las administraciones de Sila y Aníbal. Soy un apolítico lleno de apatía.


LP: ¿De dónde surgió esta idea que muchos ya han catalogado de genial? ¿Tiene algo de coraje, de reivindicación, de venganza?


A: De coraje sí, en parte, pero realmente fue algo bien random. Confieso que mi inspiración fue un artículo que leí sobre un blog llamado www.jorgesantini.com. Allí el autor del espacio critica libremente al alcalde.


LP: O sea, ese domain de www.jorgesantini.com no es del alcalde. Inicialmente así lo había reportado el @pnp_pr al periodista J. Lebrón Ayala, @SrLebron en Twitter...


A: Pues no, ese es un blog de un ciudadano o grupo de ciudadanos en particular. Me quedé pensando en ese blog. Me gustó mucho el approach y comencé a maquinar una cantidad ilimitada de ideas para crear blogs satíricos. Decidí entonces buscar qué otros domains estaban sueltos entre los varios TLD’s. Encontré pnppr.org, jorgesantini.net y 3432020.net sin dueños y los registré.


LP: ¿Por qué se te ocurrió redirigir esas páginas a definiciones en la RAE y a la foto de Tony Montana?


A: Lamentablemente, yo trabajo con cojones. He desarrollado páginas web en el pasado, y conozco que para hacerlas bien toma tiempo. Así que mientras veía cómo me iba a organizar para cuajar los blogs satíricos, decidí ser un domain troll. Jamás pensé que recibirían tanta atención, pero al final me alegro que así haya pasado.


LP: Un domain troll. Me gusta. Lo usaré como título para esta entrevista.


A: Be my guest.


LP: ¿Qué pasó por tu cabeza cuando trascendió que alguien había hackeado las cuentas del partido?


A: Al principio no puedo negar que me lo disfruté porque la realidad es que, para mí, esto no fue nada más que un gran chiste. Eso sí, me reí con cojones cuando la gente pensó que los dominios habían sido hackeados. La realidad es que estaban disponibles y yo los compré legalmente y luego los redireccioné. Nada de hacking.


Yo jodo, viste, a mí me gusta joder con la gente... y al final la intención fue solo eso. Una vez se acabó la diversión decidí que ya era hora de matar esos dominios y los cancelé para que el partido y el Alcalde Santini (u, honestamente, cualquier otra persona) los pueda comprar.


LP: ¿Ya están listos para comprarlos?


A: No. Según mi registrador, estarán disponibles en 70-90 días.


LP: A mí me parece que este incidente dice mucho de lo poco que los partidos, políticos, el gobierno y los contratistas que le bregan con la tecnología saben del Internet. Me imagino que ahora todos irán a comprar todos los domains habidos y por haber son su nombre.


A (Rié como si se ahogara en un mar de sarcasmo): Lo dudo. La gente que dirige y asesora al gobierno de Puerto Rico no va a hacer un carajo. Gran parte de la población de la Isla (y, tristemente, mucha de la industria de las comunicaciones, publicidad, relaciones públicas, etc.) no tiene conocimiento de cómo funciona el sistema de registro, de compra y venta de dominios. Por eso me entretuve mucho cuando la gente salió por ahí diciendo que alguien había hackeado al PNP. Consulté hasta con un abogado y me dijo que no había violado ninguna ley.


Eso sí, lo único que se violó fueron los egos de los políticos y de algunos de sus seguidores fanáticos y esos egos, pa’ empezar, no valen nada. Fue lindo constatar cómo se formó un mini corre y corre en el PNP por lo que había hecho. Creo que los 12 pesos que gasté sirvieron a una buena causa.


LP: Estoy seguro que cuando la gente leyó sobre tus ‘ataques’, muchos pensaron en las células de hackers asociadas al movimiento Anonymous. ¿Te relacionas o has relacionado con estos grupos en Puerto Rico y EE.UU.?


A: Esto no tuvo nada que ver con Anonymous, LULZsec o cualquier otro grupo de esos. Tampoco fue la izquierda de Puerto Rico, ni el PIP, ni el PPD, ni el PPR, ni el MUS, ni cualquier otro movimiento político o social de Puerto Rico. Esto fue la obra de un hombre con un sentido de humor anormal. That’s it!


LP: Ajá, sea como sea, no muy poca gente te considera una especie de héroe del Internet. Te han llamado “un genio”.


A: Allá ellos. Yo soy un cualquiera que puede ser tu vecino, alguien con quien has compartido un trago o con cuyos chistes te has reído. Un hombre que dice las cosas como son. Y las cosas son de este modo: si los que están en el poder no tienen la capacidad de contratar a gente que sepa cosas tan básicas de la imagen pública en estos tiempos de pura información y tecnología, no creo que tengan la capacidad para mucho más y ni se diga para gobernar.


LP: No sé si te enteraste, pero cuando reventó todo esto habían dudas sobre quién eras. El domingo @Digizen, que es profesor en Mayagüez, le tuiteó a @SrLebron lo siguiente: “Aquí aparece otro nombre en relación al que registró pnppr.org: http://bit.ly/oMS2Nh Robert Rexach”. Mientras tanto, los detalles de registro dicen Keith Roberts y Alan Smithee dependiendo del dominio y la fecha de verificación de los datos.


Estaba curioso porque tengo un amigo, Robert Rexach, quien es dueño del blog La Acera donde quiero publicar esto.


A: Espera, ¿lo vas a publicar en otro lado? ¿Y qué pasó con lo de los cafres?


LP: Sí, originalmente va para mi blog, La tribu de los cafres, pero luego lo compartiré en La Acera. Disculpa, pensé que te lo había dicho. ¿Te molesta?


A (un poco sorprendido, mostrando un gesto entre el enojo y la impotencia): Bueno, whatever, ya nos hemos encontrado aquí... No creo que haya problema. En fin, de vuelta a tu pregunta, sobre el nombre... Pues es un alias absurdo, la ‘gringoficación’ del nombre de un político irrelevante. Uso nombres así, de la historia y de la política, sobre todo en sitios relacionados con Puerto Rico.


##


En este momento Alan se disculpó porque había recibido un correo importante y tenía que hacer una llamada que tomaría algún tiempo. Nos despedimos y al levantarse fue muy amable en pagar los cafés que nos tomamos: él, uno negro sin azúcar; yo, un café con leche con un poco de azúcar morena. Al parecer es un cliente asiduo, porque usualmente en Cuatro Sombras tienes que pagar antes de consumir.


[Nota del autor: este artículo también estará en La Acera.]

martes, 9 de agosto de 2011

Mañana: Entrevista al que troleó domains del PNP y Jorge Santini

Conoce a Alan, la persona que 'troleó' los domains con nombres del PNP, Policía de Puerto Rico y Jorge Santini.

Hoy lo entrevisté y mañana saco la nota aquí en La tribu y en La Acera.

Pendientes, mañana 10 de agosto a las 8AM.

martes, 19 de julio de 2011

Reír y llorar: Borders

Llegaron y se fueron y no son los hippies de Manuel Abreu Adorno. Son las librerías Borders que luego de once años en Puerto Rico --y de acabar con algunas librerías por un lado y, por el otro, ayudar a la industria naciente de editoriales puertorriqueñas-- no pudieron conseguir inversionistas dispuestos a creer en su proyecto de mega librerías multinacional y tuvieron que cerrar todas sus tiendas. "Kaput!", como dirían los alemanes.

Se va Borders y mucha gente ríe y celebra. "¡Las megatiendas no son invencibles!", es la consigna del ratón de librerías nacionalista. Revancha por el cierre de la hacinada Thekes (los usuarios del Tren Urbano, saben que en la estación Roosevelt más próxima a la Milla de Oro hay una gran fotografía del interior de esta librería) y la modernista Paréntesis, ambas localizadas en Plaza Las Américas. "Nos quedamos sin librería pero que se joda...¡Vencimos!", habrán pensado muchos.

Mi primera reacción fue de contentura y quizás se deba a mi inclinación a estar siempre en contra del grande, del victorioso y de mi afición (masoquismo) de defender causas menores. Aquí la batalla era entre las librerías que antes habían en los centros comerciales (me acuerdo de The Book Center en Río Hondo, hace ya casi una década desaparecido) y en algunos barrios (The Book Shop) y el pulpo multinacional de Borders. Mi solidaridad con los más chiquitos, siempre.

Pero hay todavía unos chiquitos que a veces quedan desapercibidos y ahí es que entra el excelente comentario del escritor y dueño de la casa editorial Terranova, Elidio Latorre Lagares, Lecciones del cierre de Borders. Estos pequeños no son otros que los productores de libros puertorriqueños. Para Terranova y múltiples otras editoriales independientes que se dedicaban a publicar literatura nueva y que habían avanzado en ese difícil mercado en los últimos cinco o seis años, el cierre de Borders significa que lo peor está por venir.

La contentura, todos sabemos, no dura para siempre. El gris se apodera de nuestras existencias y el cierre de Borders es más que todo, un lamento que vale por dos. Por un lado ahora Plaza (como la gran mayoría de lo 500+ centros comerciales que adornan nuestra bella isla) está desprovista de una librería. ¿Qué haremos los que acompañan a sus esposas, novias, madres o tías a las tiendas y no queremos pasarnos el día entero entre ropas, accesorios y zapatos? La posibilidad de irse a ojear libros, a tomarse un café y ver el tiempo pasar queda totalmente reducida.

El segundo lamento viene por las casas independientes de libros que ya no podrán vender la mayor parte de su producción a su cliente más grande de todos los tiempos: Borders.

Y la ñapa de los blues del capitalismo en Borikén --que le lleva la delantera a la depresión global por un año--: ¿a dónde irán a parar los desempleados de la Ley 7, los que todavía no han conseguido empleo o los ociosos por naturaleza? Es curioso recordar que bajo la administración de Aníbal Acevedo Vilá, la revista británica The Economist, publicó un artículo sobre Puerto Rico en el que el escritor o escritora quedaba maravillada cómo en horas laborables, Borders (no mencionó el nombre de la tienda pero todos sabemos que se refería a ella) pululaba de hombres (sí, hombres fue la palabra, no estoy siendo aquí excluyente) diestros para trabajar pero que estaban leyendo libros, ojeando revistas, sentados en las butacas o en el café. Parafraseando la popular frase: Uno más en Borders era uno menos para la droga. Y esto también se acabó.

Plaza Las Américas es, en el sentido más cínico, Puerto Rico: una isla de tiendas, aire acondicionado y pretensiones. Las librerías están en peligro de extinción porque la industria del libro en Puerto Rico no ha sido una prioridad continua, ni la promoción del hábito de la lectura ni el amor por la literatura en nuestras escuelas y universidades. Con el advenimiento de las compras en Internet a precios más baratos y ahora los e-books, el panorama luce tétrico porque un país sin librerías es un país sin actividad literaria ni cultural. Sería como estar muerto en vida. La producción literaria será hilada y mediatizada totalmente desde el extranjero porque los incipientes escritores boricuas no tendrán esa primera mano de editoriales locales para ver su primera obra publicada (yo soy de los que creo que muy a pesar del libro digital, no hay nada que remplace el libro físico o el parto prestigioso de un primer opus en papel) y tendrán que internarse al feroz mundo editorial multinacional.

El gran culpable es el gobierno puertorriqueño que hace décadas claudicó en su misión de defender y apoyar a los más pequeños. Claudicó a favor de los Wal-Marts, K-Marts, Walgreen's y en su momento, Borders (río y lloro). El gobierno es el garante del monopolio de compañías ausentistas que dominan la vida comercial boricua (estructuras básicas como farmacias, ferreterías, tiendas detallistas y al por mayor, restaurantes de comidas rápidas, supermercados) siempre en detrimento del pequeño y mediano empresario local.

Yo espero que Borders, a diferencia de las compañías 936 dejen una estela de know-how organizativo y de negocios que los valiosos, aventuristas y escasos inversionistas puertorriqueños puedan aprender y utilizar para rescatar a la industria de la cultura (que para muchos países significa un renglón importante de su economía). Pero para esto hace falta una mano amiga del gobierno, un plan de país y una legislación de avanzada que, hasta ahora, ninguna administración, ni roja ni azul se ha atrevido a hacer. Y es que de frente nos topamos con la cláusula de comercio interestatal, que prohíbe la protección de las industrias locales de los estados contra negocios de otros estados. En otras palabras nuestra actual condición colonial, que tanto Luis Fortuño como Alejandro García Padilla apoyan, hace posible que los Walgreen's, Costco, Home Depots y Wal-Marts nos sigan arropando.

Ahora me pregunto: cuando Walgreen's quiebre por algún maremoto financiero o innovación tecnológica (que muy seguramente ocurrirá muy lejos de aquí, sin que medie culpa boricua alguna), ¿a dónde iremos a comprar las medicinas, los condones de madrugada y los antojitos de la esposa preñá? Entonces y sólo entonces nos daremos cuenta de nuestra pequeñez mental.

viernes, 15 de julio de 2011

En El Punto Es

Esta mañana salió mi primera crónica sanjuanera en el blog hilado por boricuas en Nueva York, El Punto Es. La entrada se llama Un amor urbano de verano.

En ese texto relato mi verano de hace dos años utilizando todo tipo de transportación pública para hacer mis quehaceres y a la vez grabarme en mis sentidos un amor particular por nuestra ciudad y por el amor mismo de tener a una guía excepcional que me llevó por esos caminos, de la mano, a veces en su carro y no pocas veces de sus labios.

Que la disfruten.

viernes, 1 de julio de 2011

Cuerdas curvas

Morrison me refutó y empezó a hablar de las coincidencias. Dijo todo lo que se le ocurrió para resaltar mi estupidez: construyes cosas de lo que te place y te las tragas como la única realidad. Él suele hablar con una pasta vertiginosa, enunciando todas las ‘eses’ y ‘des’ de las palabras. Suele hablar también sin mirarme, con la vista secuestrada por la pantalla del iPhone. Conversar con él es consagrarte en la paciencia, una virtud en desuso, pero necesaria en casos como este para que tu mejor amigo te diga algo sobre lo que hace años viene ocurriendo. Un tiempo verdaderamente considerable en el que siempre has decidido hacer nada.

Esa tarde le explicaba la conexión aparente en todo lo que Milady Anne y yo escribíamos, pensábamos y hacíamos. Su pregunta inicial era obvia: ¿y cómo estás tan seguro de eso? Patética, mi respuesta se circunscribía a lo virtual: por el Facebook, el Instragram, el mismo Twitter. He identificado un leit motif (de repente los vecinos de la parte posterior de la casa empezaron a tocar Ya es muy tarde) en toda nuestra huella virtual. Inmediatamente me pidió que abundara.

Me quedé pensando en la palabra. Abundar. Eso es lo que Milady y yo hemos estado haciendo todo este tiempo. Es la acción que mejor podía describir este escenario. Pero no sabía en qué abundábamos.

Empecé a explicarle a Morrison: a veces cuando ando por Guayama ella pone en su status que está o va para Guayama. Eso suele, ocurrir. Se llaman coincidencias. No, Morrison, son acercamientos del alma. También me ocurrió una vez que de tanto pensarla se me apareció. Primero vi a su hermana, al otro día a su mamá (todos en lugares distintos) y entonces el viernes, de entre la multitud, se lanzó un anzuelo que me llevó hacia ella y a su mirada aún fijada en las nubes. Conexiones del subconsciente, nada más; no le des importancia.

Había anticipado sus respuestas y por eso no me daba por vencido. Entré al tema de los hashtags, porque de entre el caos del Internet, era improbable que se dieran situaciones tan similares entre dos personas que llevaban años sin hablarse. O sea, me quieres decir que, por ejemplo, los dos pusieron lo mismo cuando llegó Obama o con lo del Picu. No me hagas perder el tiempo con esas mentiras, chico. Morrison dijo esto cuando ya se había entretenido con su télefono. Sabía que escuchaba lo que le contaba, pero me contestaba sin pensar (creo que no hay mejor definición que ésta para describir la conducta en esta era de la información).

Evidentemente esas no eran las coincidencias. Era de haber pensado en un mismo lugar y tuitearlo al mundo: el café en el que nos citábamos los sábados luego de mis clases, #cafélaplace, con pocas horas de diferencia. Hacernos fan del mismo blog en el que ya pronto empezaría a escribir, @acordeones. Tirarnos el status proverbial del tiempo pasado, real o no, con otras personas, en otros lados y formas. Reusar los mismos tags en el Instagram: #túsabes #bellaquin #donmamino #oíste. Adivinarle los dedos en una foto sin rostro, porque ese fue el bar donde los besos dejaron de ser palabras y se convirtieron en labios, #nuncamás.

Morrison no se rió como suele hacer cuando me pongo, como dice él, a enmierdar oraciones para que suenen lindas. Luego me preguntó: ¿qué has esperado entonces para llamarla?

#Noinsistas, decía la canción y fue lo que Milady Anne había tuiteado hace unos días. No encuentro otra manera efectiva de insistirle, te soy honesto y, a la vez, me parece que no hay mejor forma de estos lazos, de estos cables a los que seguimos conectados.

Interesante que me hables de cables en la era del Wi-Fi. Háblame mejor de telepatía: estamos viviendo en el futuro, mi pana. Morrison se quedó mirándome. Ya había dejado el móvil tranquilo, lo que indicaba que estuvo totalmente atento a mi última intervención. Le pedí el teléfono porque quería verificar algo en mi Twitter; un breve préstamo que siempre me concedía

Mientras abría mi cuenta en el buscador del iPhone, Morrison siguió comentando sobre mi metáfora: Al final, mano, con tantos cables se van a ahorcar. Yo, en cambio, la buscaba a ella y en mi mente defendía mi descripción: son emociones ancladas en cosas tocables, son líneas que resisten el tiempo, otros cuerpos, las lluvias de verano y las huelgas.

Y entonces allí estaba, ese tweet de hace una hora, solito, encima de las risas, las ironías, los intentos -algunos geniales, otros frustrados- de asomarse a la tuiteratura: “Las cuerdas se doblan y ya es muy tarde #piénsalo”.


jueves, 30 de junio de 2011

Académico boricua de cómics en Alcalá de Henares

El amigo Luis Jefté Lacourt, actor, erudito y maniático (pero de los buenos), acaba de ser invitado a participar del Primer Congreso Internacional sobre Cómic y Novela Gráfica que se celebrará en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid, España) en noviembre del corriente año.

La tribu de los cafres se une a las felicitaciones y reitera el apoyo a todo lo que Jefté y su blog, F3 Comics, necesiten.

El regente de F3 Comics hizo historia con su Maestría en la Escuela de Comunicaciones de la UPR, al ser el primer candidato en presentar y defender exitosamente una tesis sobre la cultura del cómic -o la tirilla- en Puerto Rico. Luego de su MA, ha ofrecido talleres de dibujo y creación de cómics a niños y adultos, conferencias en escuelas y universidades, y ha participado en varios foros especializados tanto en la Isla como en México.

Les dejo aquí el enlace al artículo original: F3 Comics estará en Alcalá (Madrid, España).

Muchas felicidades y siga haciendo de las suyas.

viernes, 24 de junio de 2011

No movie, no parking

El martes 21 de junio me encabroné con el revolú que se desató en el Museo de Arte de Puerto Rico. Era la primera noche del Film Forward del Sundance Film Festival auspiciado por la Sociedad de Cine de Puerto Rico. La idea no estaba mal: barra abierta para el público que se diera cita a la gala de apertura y, luego, apreciar el documental chino Last Train Home, del director Lixin Fan. El gran problema es que el teatro Raúl Juliá quedó súper chiquito para acomodar a toda la gente que se dio cita, incluyendo a las personas como yo que pagaron $4 de parking y dieron el donativo de $5 para ayudar a la causa del cine.

El documental estaba pautado para empezar a las 7:30PM, pero fue recién a las 8:00PM que se empezó a rumorear entre los presentes que abrirían la sala. ¿¡Y para qué fue eso!? Pues para restregarnos en la cara que sí, en efecto, la cafrería perdura hasta en los hispters, divos y divas de la movida del cine local --y, sobre todo, luego de la visita histórica del POTUS. A la hora de entrar a la sala no hubo ni un intento de hacer una fila ordenada. Y las doñas y dones con sus trajes --e invitaciones (luego doy detalles de esto)-- nos pasaron por el lado a los amateurs, a la plebe que, curiosa por el cine y no en desplegar sus telas ni conocimientos especializados, habíamos esperado pacientemente y muy cerca de la puerta para poder entrar. Mientras nosotros esperábamos y hablábamos sobre los proyectos de los artistas sin dinero y que, a pulmón, realizan sus producciones, las pseudo luminarias de la intelligentsia cinéfila se atragantaban los tragos en la barra o en la sección VIP del segundo piso, muy confiados de que entrarían a la sala porque tenían invitaciones para la Gala. Un detallito que a los organizadores del evento se les olvidó mencionar en su convocatoria y publicidad.

Así que, luego de pagar $9, tomarme un pequeño trago de vodka con tónica y casi dos horas y media haciendo, primero la fila para pagar el donativo, luego la otra para tomarme algo y, finalmente, la no-fila para no ver el documental, sentí que me habían tomado el pelo.

Lo primero que hice fue decidir a quién le iba a reclamar. La falta de coordinación e información era evidente y recaía principalmente en la Sociedad y el Museo. Pero lo más que me jodió inicialmente fueron los $4 del estacionamiento (una oferta para el Festival de Cine, según un letrero que tenían pegado en la ventanilla de pago) para estar parado en el atrio sin hacer mucho. Le tenía que reclamar a ellos; quería mis cuatro pesos de vuelta porque no había visto el puto documental. No movie, no parking.

De este modo inició entonces el juego de ping pong al que nos tienen acostumbrados la gerencia del capitalismo. El estacionamiento, claramente, era privado y nada tenía que ver con el Museo, no importase que estuviera en sus predios. Normal. Eran casi las nueve de la noche y no había nadie en esa oficina de boletos ni en el Museo que me pudiese ayudar. Yo odio moverme en auto en Puerto Rico, por eso no tengo uno. Trato, en la mayor de las veces, tomar el tren, las guaguas, las lanchas, pon...de todo menos el carro porque después del odio a los tapones y a los conductores, está la úlcera del vía crucis para encontrar un estacionamiento y bregar con los cabrones de los parkings, estas compañías privadas que te cobran fracción en fracción, y ahora hasta en las calles de San Juan City con los monederos esos. Esa noche fui en un carro porque esperar una guagua en la noche desde Bayamón hasta Santurce es una misión imposible.

Mi vendetta estaba, pues, bien dirigida a recuperar mis $4; los $5 eran mi acto de apoyo al cine. Pero ese gesto benéfico tuvo que limpiarse pa'l carajo porque, luego de hablar con la guardia de seguridad del Museo (la que me dijo el truquito ese de los boletos para los VIP's y otros invitados repartidos de antemano), tuve que hablar con uno de los muchachos de la Sociedad que también servía de ujier que me pidió que fuera y enviara privadamente mi reclamo, pero que en esos momentos, el Señor Presidente de la Sociedad estaba muy cómodo en su butaca, disfrutando del filme.

Bien, entonces, «¿qué puedo hacer yo ahora?», le pregunté. Luego de insistirle ante sus respuestas redundantes, este muchachito me dijo que hablara con una de las coordinadoras del evento: una mujer guapísima que muy amablemente, me sugirió que lo único que ella podía hacer era devolverme el donativo, o sea, lo menos que quería...pero...(y siempre hay 'peros') luego de haber sido la pelotita de ping pong de la noche, del sudor (esa noche del martes estaba candente), del tiempo perdido, del encabronamiento con los anormales del parking, tuve que coger mis $5 de vuelta. No lo hice con miedo, ni con pachó. Fue con la cabeza en alto, porque, a pesar de mis mejores intenciones, yo tenía razón y mi malestar tenía que ser remediado al instante, no mediante una carta al Señor Presidente, blah, blah, blah.

Los tomé. Sentí un pequeño alivio pero todavía apretaba mis manos en puños y sentía una aureola de odio fulgurando sobre mi cabeza. No aguanto el tradicional revolú boricua, las jaiberías de la supuesta clase rica, artística y emperifollá de este país (todavía me acuerdo cómo una ex jueza que tuvo amoríos con un ex gobernador y que recientemente publicó sus memorias, se me coló en la fila de la presentación magistral de Gioconda Belli en el Primer Festival de la Palabra, para procurar lo que todos queríamos, el autógrafo de la escritora), los pseudos trabajadores de la cultura y los más-más, los apellidos y conocidos de la élite, y la sumisión de muchos que se quedaron fuera, que solo patalearon y al final se fueron a darse par de palos más por ese Santurce-Manhattan que se asoma frente al terreno baldío al lado del Museo que sirvió de estacionamiento para los que no querían pagárselo a esa compañía de parking maldita. Tal vez tuve que haber estacionado allí. Tal vez, tuve que haber respirado hondo como siempre hago para evitar confrontaciones. Tal vez, tuve que haberme quedado al lado de esta diosa del cine independiente con la que estuve hablando por buena parte de la noche y que luego (como suele ocurrirme) se me perdió.

O tal vez me hubiese quedado en casa, tranquilo, sin hacer nada, quizás leyendo...Pero hacer eso hubiese sido claudicar. Dejar que la irreverencia y la incivilidad prevista y que nos caracteriza en este tipo de actividades saliera impune.

Tomé los $5 de vuelta y ya en mi auto, tuitié lo siguiente:

Un MEGA el sa'l pa' fuera que organizaron esta noche la y . Y ni me hables de los cabrones del parking.

Al otro día, @SociedadCinePR lanzó esto:

HOY Continuamos con el festival Sundance Film Foward en el Museo de Arte de Puerto Rico. Tendremos proyección en...

Yo les respondí:

hagan TODO lo posible para no repetir el FIASCO de ayer

Y ante esta acertada sugerencia que tuitiaron, in all caps (¿?) después...

HOY SUNDANCE FILM FORWARD EN EL MUSEO DE ARTE DE PUERTO RICO, PROYECTAREMOS EN EL TEATRO RAUL JULIA Y EN EL ATRIO...

...los felicité:

Excelente! Muy bien pensado.

Entonces, en unos tweets que se desaparecieron (suelo borrar todos los correos que me llegan de Twitter) cuando finalmente la Sociedad me dio unfollow luego de mi último reply que más abajo les incluyo, me acusaron de estar difamándolos y que debería ser más respetuoso al hacer mis quejas (total, a quien les dije cabrones fue a los cojudos del parking) y utilizar los canales privados para llevar mis reclamos. Ajá, yo les respondí:

¿Difamación? ¡Si no cabe duda del de ayer! Además para esto mismo existe el Twitter. Si no aguantan la presión...

Y no la aguantaron porque me bloquearon. Si no haces las cosas bien, debes reconocer tus errores, más aún si tienes un perfil cuasi-público como lo es Twitter.

Ahora, espero que la gente de la Sociedad no me vaya a demandar como lo ocurrido en Taiwan a esta crítica de restaurantes. Entiendo que tienen cosas más importantes que hacer, como organizar bien sus eventos y utilizar el Twitter para borrar las críticas y la disidencia.

Ellos están en su derecho de hacerlo como yo en el mío de escribir lo que quiera en mi Twitter y blog.

"Cámara por favor..."

La tribu errante