sábado, 30 de abril de 2011

La tribu de los cafres en La Palabra en Plaza 2011

La periodista cultural Mildred Meléndez Otero, quien ha hecho una extraordinaria labor documentando y promoviendo la cultura literaria boricua e internacional a través de su blog (uno de mis favoritos) Desde las palabras, me invitó a participar de un panel llamado, ¡Los autores tienen la palabra! El mismo se llevará a cabo hoy 30 de abril a la 1PM en el espacio de La Palabra en Plaza. (Haz click aquí para leer la nota escrita por Mildred anunciando la actividad de hoy).

En el evento estaré compartiendo la mesa con los escritores Hiram Sánchez, Jorge Ariel Valentine, José Borges y Awilda Cáez. Si bien no soy el único bloguero del grupo (hagan click sobre los nombres de los compañeros) no he publicado mi primer libro y esto quizás (este soy yo conjeturando, de verdad no sé qué nos vaya a preguntar Mildred o el público) provoque una buena discusión que se ha tornado ya clásica desde el surgimiento de los blogs y, más recientemente, los e-books: ¿Cómo definimos a un escritor? En todo caso, nosotros, escritores de pantalla o de papel, tendremos la palabra.

Los invito a todos a que se den la vuelta por Plaza a la 1PM.

¡Hasta entonces!

miércoles, 6 de abril de 2011

Silvio y los cráteres de mi vida

No lo pensé mucho; fue más bien un instinto automático. Creo que así es para casi todo el mundo cuando de música se trata. ¿Qué escuchar mientras se maneja? ¿Qué música se podría conjugar mejor con los momentos vividos ahora, en este preciso instante?

No, no me detuve tanto como lo estoy haciendo ahora al escribir. Busqué bajo artista en mi iPod y luego seleccione “All songs”. Esa sí creo que nunca la había hecho, darle “shuffle” a las cientos de canciones que tengo de Silvio.

Era hora del regreso y ya había anochecido. El atardecer lo vi mientras caminaba en busca de petroglifos hawaianos y mientras llegaba al final de esta llamada Crater Rd. para ver la intersección entre la carretera del hombre y la carretera de Pele, la diosa de la lava, que jugaba una vez más con los deseos ingenuos de todos nosotros.

Diecinueve millas para regresar al tope, al cráter del Kīlauea siempre humeante. Treinta kilómetros para que Silvio le diera más profundidad a la oscuridad, la neblina, las nubes de vapor y azufre.

Rabo de nube de azufre; cráteres de mi vida en los que caía como uno de los tres hermanos por las causas y azares similares a las que me han traído hasta Hawai’i, a una boda que sirvió como reencuentro con mi vida de hace ya seis años en D.C.: otra intersección en que las semejanzas en sensaciones me hacen creer más en que hay ciclos que van mas allá de los circadianos. Ciclos que nacen, se expanden, revientan y reconstruyen.

Pensando en esto me despedí de este volcán y, bueno, de este archipiélago con sabor a Washington, San Juan, Suzhou, Buenos Aires, Arequipa y Lima; con sabor a mí.

¿Qué hago ahora con todo esto?

La canción con la que me acostaba en Hawai'i

La tribu errante