domingo, 29 de abril de 2007

¿Los síntomas del otro?

Hace varios meses la Policía de Puerto Rico alertó sobre la nueva modalidad de los narcoasesinos de utilizar a menores de edad para llevar a cabo los “ajusticiamentos” de deudores o eliminar a rivales. Mayra Montero ha escrito sobre el tema en su genial columna de los domingos, Antes que llegue el lunes, en El Nuevo Día. Este pasado jueves, 19 de abril, la policía alertó al país y a los universitarios sobre la posibilidad de que narcopandilleros, cautivados por la desalmada teatralidad de la matanza en Virginia Tech, utilizarían las Justas para acabar con sus adversarios. Hasta un compañero de la Maestría en Creación Literaria (vean su blog aquí) ha creado un cuento que habla de una matanza orquestrada por estudiantes adolescentes en una escuela pública aquí mismo en Puerto Rico, advirtiéndonos –como siempre ha hecho la literatura– de los males que están por venir.

He esperado todos estos días, he dejado que el tiempo discurra y he enumerado paralelismos como los de arriba para finalmente hoy escribir sobre lo ocurrido en Virginia Tech hace más de una semana.

En esta matanza, más que dos entidades responsables –la universidad de Virginia Tech y el gobierno estadounidense–, hay una ideología subyacente que permitió a Cho Seung-Hui caer en la vorágine que lo llevó a matar 32 personas y a suicidarse. Me refiero al mantra de mind your own business. Virginia Tech no hizo lo apropiado, brindarle la ayuda psicológica necesaria (y alejarlo de la universidad), porque la evidencia que una de sus profesoras había presentado –sus escritos crudos y conducta excéntrica– no era suficiente como para que la universidad tomara acción alguna . Aquí las normas en Virgina Tech respondieron al derecho de la libre expresión y por lo tanto, sin hacer una investigación más exhaustiva, no se pudo hacer nada con este muchacho solitario. La universidad falló en atajar a un individuo que desde hace dos años mostraba los síntomas de una persona que podría hacerle daño a otras. Más que atentar contra un derecho a la libre expresión, ese mind your business tan individualista llevó a Virginia Tech a ignorar a uno de sus estudiantes.

En el centro del problema también está el gobierno estadounidense por la irresponsable y arcaica interpretación de la segunda enmienda a la constitución: el derecho de portar armas. Las primeras reacciones de Casa Blanca dejaron patentemente claro que el Presidente Bush habló primero con los cabilderos de la NRA antes que con los familiares de las víctimas porque luego de haber comunicado a través de su spokeswoman Dina Perino que estaba “horrorizado” por la matanza y “profundamente preocupado por las familias de las víctimas”, inmediatamente añadió que “el Presidente cree en el derecho que tienen las personas para portar armas”. No sé cómo los estadounidenses, en especial la comunidad de Blacksurg, no se conmocionaron ante estas palabras del dirigente de la nación. Bush, una vez más, hizo gala de su humanismo.

Muchos han argumentado –inexplicablemente con éxito– que los fundamentos legales dejados por los Founding Fathers de la república no deben ser alterados porque, además de que estas personas eran aparentemente súperhumanas y omniscientes, después de más de doscientos años de prueba, ¿acaso no habían funcionado bien?

¿Funcionado bien? ¿Cuántas masacres más deben ocurrir para que los estadounidenses se den cuenta que portar armas no es verdaderamente un derecho, sino un privilegio que debe ser regulado? ¿Acaso el mundo de hoy es el mismo que el de finales de siglo XVIII? Cho compró una de las dos armas que utilizó para acabar con 33 vidas ahí mismo en Blacksburg. Y ¿la otra? ¡¡Pues por Internet!! ¡Sí! ¡Por Internet! No sólo la constitución norteamericana necesita revisión (el célebre científico político Robert Dahl, en su libro How Democratic is the American Constitution?, si bien no argumenta explícitamente que debe enmendarse la constitución, sí la cuestiona abiertamente y demuestra sus grandes fallas), sino también los reglamentos de Virginia que permitieron a Cho, con todo y su antecedente psiquiatrico, comprar dos armas.

El problema de este derecho a portar armas es que se da dentro de un país (y por supuesto, aquí no estoy arguyendo que sea el único, hay muchos otros ejemplos) en que la violencia y la destrucción son considerados casi como virtudes por un sector amplio, como lo es el autodenominado conservador-cristiano-pro-familia y sus maquinarias propagandísticas. Por poco residencian a un presidente por tener una aventurilla en la Oficina Ovalada, pero no hacen nada con Bush: siguen defendiendo a ultranza la guerra en Irak, conflicto que ha dejado a un país entero en la miseria y a más de tres mil soldados estadounidenses muertos. La visión moralista del aparato conservador estadounidense se fija en inconsecuencias, el fellatio, y obvia lo que es el pecado más grande de la humanidad, la guerra. Es inquietante que un país que fomenta tanto la cultura de la guerra tenga el portar armas como uno de sus derechos.

Este texto comenzó con una lista de síntomas que muestran que en Puerto Rico estamos en las entrañas de una espiral de violencia. La matanza en Virginia Tech ha demostrado que hay que atender los síntomas para atajar los problemas. La realidad, de que el narcotráfico es lo que genera la mayoría de la actividad criminal en este isla, pide a gritos respuestas reales y contundentes. Ya basta de escondernos detrás del IVU y de pensar en proyectos de Ciudad Mayor y metrópolis del Caribe, de descartar todo lo que pasa a nuestro alrededor como “someone else’s business” porque tarde o temprano ese problema del ‘otro’ entrará disparando a mansalva en nuestras escuelas, oficinas y casas. Entonces ya habrá sido muy tarde para hacer algo.

©Luis Ponce Ruiz
28 de abril de 2007
Bayamón

domingo, 22 de abril de 2007

Evelyn Rodríguez, invitada de La tribu

El amor y el interés...

Como todas las tardes Chú se dirigió al “Senado” un gacebo donde se reunía con sus amigos Lorenzo, Esteban y Ramón, a jugar dominó hasta cansarse. Hablaban de todo y de todos. Los cuatro estaban retirados y sobrepasaban los sesenta y siete años. Chú, tenía una manía. Era un viejo de barrio que para cualquier situación usaba un refrán. Cosa que a unos gustaba y a otros fastidiaba. Hacía varios años que Chú había enviudado, pero vivía con una mujer mucho más joven que él la cual había 'rescatado' de la mala vida.

—Chú, avanza viejo… Cada vez llegas más tarde. No me digas que la edad ya se te está reflejando en los pies —dijo Lorenzo, a la vez que le retiraba la silla para que se sentara.

—Ay muchachos, es que a mocedad viciosa, vejez penosa —contestó, mientras sus pensamientos se remontaban hacia su juventud entre bailes, mujeres, bares, juegos... A todo eso le atribuía el agotamiento.

—Oye, viste las noticias como ese tipo se escocotó de la motora —comenzó a decir Ramón, entregándole las siete fichas—. Pero es que no saben, que no se puede hacer dos cosas a la vez.

—Bah, hoy no quiero discutir noticias. Hola Lorenzo... Hola Esteban ¿cómo están? Este no se calla, parece que tiene un hermano mudo. No me deja ni siquiera saludarlos.

—Hola Chú —respondieron al unísono.

Él estaba molesto, había tenido una discusión con su mujer la muy sinvergüenza, decía Chú, había llegado a las 4:00 de la tarde, desde el día anterior cuando salió, diz que a hacer limpieza en la casa de doña Esperanza en El Condado.

—No sé que hacer con mi mujercita. Figúrate que no se apareció hasta horita.

—Bueno Chú, si estás en ese lío no es por falta de consejo, bastante que te advertimos que no te metieras en esa hipoteca, ahora aplícate el cuento… que el que nace pa’ martillo del cielo le caen los clavos —le dijo Esteban, señalando al cielo con el dedo índice.

—Te dijimos que tuvieras cuidado con esas muchachas, que lo único que les gusta de los viejos es el seguro social. Se ponen bien cariñositas los días tres y el resto del mes les apestas —siguió hablándole Ramón.

—Ahora eres tú el que me dices refranes.

—Bueno... el que anda con cojos al año cojea. Además, acuérdate también de dónde sacaste esa “joyita”: permíteme decirte que lo que es del mar al mar vuelve.

—Chico, es que viejo y solo era una combinación imposible de soportar. Tú como tienes a Cuca, pero si estuvieras en mi lugar otro sería el cantar.

—Salió el doble seis —dijo Lorenzo, poniéndolo con fuerza sobre la mesa, para desviar el tema y comenzar el juego.

Chú miró sus fichas y puso el 6-5... Esteban, el 6-4. Ramón el doble 4 y Lorenzo el 5-4.

—Va a cuatro… —dijo Chú—, cuatro años de mi vida con esta mujer que lo único que me ha provocado son conatos de ataques cardíacos, ya en la sala de emergencia me conocen.

—Chico no te quejes, con razón a alguien se le ocurrió escribir esa bachata “que me las peguen, pero que no me dejen”. Concéntrate en el juego, viejo masoquista, que vamos a perder por tu culpa —le dijo Ramón un tanto malhumorado.

Jugaban, discutían, se movían y gritaban, en eso pasó un jovencito en una bicicleta y gritó Chú... Chuvaca. Así le decían en el barrio, haciéndole alusión a la infidelidad de su mujercita.

—Un día de estos vas a ver lo que va a pasar, charlatán —le respondió Chú, parándose y tocándose el bolsillo derecho.

—Oye, Chú, ahora eres actor de Hollywood, no te puedes quejar —le dijo Esteban riéndose, a la vez que ponía el 4-1.

Amigo es un peso en el bolsillo y con amigos como tú no se necesita enemigos.

Continuaron el juego. Ramón, Lorenzo, hasta que a Chú le quedó una ficha.

—Una ficha —decía, dándole vueltas sobre la mesa y viéndola girar. Como también le daban vueltas en la cabeza las palabras del hombre de la bicicleta: eso no le gustaba para nada, sin embargo... a cualquier dolor paciencia era lo mejor.

—Paso —dijo Esteban.

Ramón puso el 6-2.

—Paso —dijo Lorenzo chocando una ficha contra la otra.

—Gané —dijo Chú, colocando el 6-3, su última ficha. «Seis balas y acabo con la tercera persona... el juego me estaba dando un mensaje», pensó.

Se levantó, no quería seguir jugando, se despidió y se fue caminando, escuchando en su mente varios refranes: afortunado en juego, desgraciado en el amor... Amor y dolor son del mismo color... La zorra muda el pelo, pero las costumbres no… Perro huevero aunque le quemen el hocico, y no dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy.

Se detuvo enfrente de un contenedor de basura que había cerca de su casa, se metió la mano en el bolsillo, sacó su arma, «6-3, seis balas y la tercera persona muerta... tercera persona muerta... tercera persona muerta» levantó el arma lentamente, la acercó a su cabeza… pero la arrojó dentro del contenedor. Siguió hacia su casa. Su mujercita lo recibió con un apretón y un beso, era la víspera del día tres. Chú sonrió, cerró la puerta y dijo... vamos a la cama mujercita... que sarna con gusto no pica.

Evelyn Rodríguez (Fajardo, 1964) se inició escribiendo poesía y cuentos para niños. Solamente es caridura (como se le conocen a los fajardeños) cuando juega dominó, uno de sus pasatiempos favoritos. Aparte del dominó, no se preocupe, porque Evelyn le pone buena cara a todo lo demás.

miércoles, 18 de abril de 2007

¿Cuento?

Ustedes decidirán. Comentarios, como siempre, bienvenidos.

«En nosotros siempre hay un reclamo».
Raúl Burneo
«Segundo Viaje» - Las palabras del extranjero

Me paré y conmigo se fueron la paciencia, la comprensión, el deseo. Me fui y ya no volvimos a ser los mismos.

Hay dos reclamos en mí, como dos almas en un mismo cuerpo, como dos conciencias que evitan cancelarse mutuamente. Te reclamo que seas perfecto y que no flaquees. Pero no lo eres ni puedes hacerlo. Te reclamo que no te rindas y aunque no lo haces, cada vez te sientes peor porque no logras nada.

Me levanté y te dejamos ¿con tus temores? Nos fuimos lejos para ¿quizás no volver? Dejamos el lastre junto a los reclamos de siempre. Reclamo más que tu mirada: reclamo tu cuerpo o esa materia con la que solías moverte sobre el mío. Más que tus labios, reclamo tu todo.

Me fui y no pudimos rescatar tu vientre de las arenas del desierto. Cuando cruzamos el umbral de la puerta nos sorprendimos que el mismo no se quebrara y nos cayera encima: a mí y a mi miedo, mis pretensiones, mi barba y mis píldoras. Todos nos fuimos por donde entramos.

Me fui y nos quedamos solos.

©Luis Ponce Ruiz
15 de abril de 2007
Bayamón

lunes, 16 de abril de 2007

Los próceres en la Diáspora

Hoy se conmemora el natalicio de José de Diego y Benítez (16 de abril de 1866 en Aguadilla, Puerto Rico). Lea la Resolución del Senado de Puerto Rico.

Buscando en la red encontré estas dos instituciones educativas en Chicago que llevan nombres de próceres puertorriqueños:

José de Diego Community Academy

Dr. Pedro Albizu Campos High School
Me parece fascinante y muy apropiado que el Centro Cultural de esta institución lleve el nombre del también prócer y poeta, Juan Antonio Corretjer.

Siempre es esperanzador toparse con enlaces como estos, ya que a pesar del frío, la intolerancia (tanto de algunos estadounidenses como puertorriqueños) y la distancia, la diáspora nuestra no sólo no olvida sus raíces, sino que de vez en cuando nos ayuda, a los boricuas de la Isla, a dilucidar el camino que debemos tomar.

Poemas y Cartas de José de Diego

domingo, 15 de abril de 2007

Las dos soberanías


Comentario al artículo «¿Y el hombre dónde estaba?», publicado hoy en La Revista de El Nuevo Día por Mario Vargas Llosa.

«Pero me temo que . . . el factor cultural constituya un obstáculo mayor para que un hombre o una mujer puedan romper con la tiranía de la tribu».
- Mario Vargas Llosa

¿A qué «tiranía de la tribu» se refiere Vargas Llosa? Pues al encasillamiento del individuo en identidades colectivas, a la sectarización (vean la negatividad que estos dos nombres cargan) del ser humano. Una práctica peligrosa porque según Amartya Sen (Premio Nobel de economía) y Vargas Llosa lleva al «fanatismo de quienes se consideran superiores» y atenta contra la soberanía de los seres humanos.

Esta interpretación es cierta porque a la vez que nos pensamos partes exclusivas de una multiplicidad de grupos, nos vamos arrinconando en subculturas, religiones y etnias, y nos olvidamos del otro, del que precisamente se encuentra “outside our box”. El libro de Sen y este escrito de Vargas Llosa llaman a que dentro de su individualidad el ser humano busque la amplitud necesaria que lo ayude a matar la deshumanización, ese ‘extranjero’ que todos llevamos dentro y que ha sido el causante que nuestra historia sea una oda a la tragedia de guerras y conflictos. (Vargas Llosa escribió en 1988 un ensayo sobre la novela de Camus titulado, «El extranjero debe morir», el cual recomiendo leer).

Para usar un vocablo del derecho internacional –y a esto es lo que se refiere Vargas Llosa cuando escribe que «una persona pueda elegir su soberanía»–, las distintas identidades que heredamos y asumimos nunca deben coartar el derecho a nuestra autodeterminación como individuos. Esta autodeterminación se accede gracias a la soberanía individual que es el derecho a escoger lo que somos y lo que queremos ser. Esta actitud explica el rechazo que Vargas Llosa siente hacia el nacionalismo, las dictaduras y el fanatismo en todas sus vertientes y la que le ha ganado tantos enemigos y críticos a Vargas Llosa en Latinoamérica. Este rechazo al pensamiento liberal del peruano-español muchas veces se basaba en argumentos hechos por individuos que precisamente se abrazaban –y todavía se abrazan– a posturas arcaicas del nacionalismo, la cultura y la identidad. Sin embargo, parte de la crítica que hoy día recibe Vargas Llosa es válida, sobre todo cuando el centro de la misma aborda las nuevas corrientes políticas continentales que apelan a ciertos grupos étnicos y sociales. Un cambio que tanto él como otros analistas han hecho todo lo posible por desacreditar al asignarle características negativas a la palabra populista, como si elegir gobiernos con el apoyo popular sea una desgracia.

El tiro le ha salido por la culata porque aunque ningún gobierno sobre la faz de la tierra es perfecto (y algunos de los que se han instaurado en Latinoamérica, como el de Chávez, ya están demostrando vicios de ideologías desacreditadas), lo cierto es que estos gobiernos fueron elegidos mayoritariamente por los pueblos ejerciendo el otro tipo de soberanía que Vargas Llosa y otros comentaristas de derecha muchas veces subestiman: la soberanía política de los pueblos.

Las dos soberanías, la individual y colectiva, son imprescindibles, porque si bien todos tenemos derecho a la identidad que escojamos, también, y cito a Vargas Llosa, «pertenecemos a muchas colectividades» y una de ellas es nuestra colectividad de pueblo y nación. Una depende de la otra. Sin soberanía individual un colectivo no puede autodeterminarse y aspirar a la soberanía política plena y sin esa soberanía política plena, el individuo de ese colectivo no puede participar de la globalización y la economía de mercado en condiciones de igualdad. A fin de cuentas, apoyar la soberanía política, reafirmarse en una de nuestras múltiples identidades, no es retroceder en el tiempo y apoyar el «descuartizamiento de la humanidad». Es, precisamente, lo contrario: celebrar el multiculturalismo y «permitir que la libertad pueda ejercitarse por todos».

Tomemos al toro por los cuernos. O sea, hablemos de Puerto Rico
¿Acaso los puertorriqueños no cabemos en ese todo? Puerto Rico tiene el derecho de disfrutar de su libertad. Libertad que no se ha atrevido a ejercer por 514 años. Porque libertad no es escoger no ser libre.

No hemos accedido a la soberanía política y por ende no hemos participado de las nuevas dinámicas internacionales. Esto nos imposibilita gestar un proyecto nacional que nos inserte en las corrientes globales de vanguardia y que provea un abanico más amplio de opciones para atajar nuestros problemas colectivos.

La soberanía para Puerto Rico no es un llamado nacionalista ni mucho menos anti-estadounidense. La soberanía colectiva de Puerto Rico es el paso impostergable para respetar la soberanía individual de todos los puertorriqueños. Así celebraremos la hibridación y acabaremos con los elefantes blancos de la «cultura puertorriqueña monolítica» creada por el ELA para alimentar un falso sentido de libertad. Y así habilitará un proceso que erradique los males que Vargas Llosa muy bien deplora (el fanatismo, la intolerancia, la dictadura, el abuso de los derechos humanos). Males que vivimos en Puerto Rico y que son producto directo del coloniaje.

jueves, 12 de abril de 2007

Kurt Vonnegut murió hoy a los 84 años



Hay que hacer un alto en la vida de uno para comentar sobre la vida del que fue uno de los más grandes novelistas -realmente artista del humor negro, de la sátira y de la crítica social- norteamericanos, Kurt Vonnegut.

Me inicié con Vonnegut en undécimo grado, cuando una maestra de inglés del Colegio San José me prestó su copia de "Slaughterhouse-Five" (1969) porque en mi clase no la íbamos a leer. Terminé el libro en dos días, mientras vacacionaba en lo que antes era el Hyatt Cerromar. Fue una lectura que me impactó como lo hizo con la generación de la guerra de Vietnam que fueron los primeros en leerla cuando recién había salido de la imprenta.

Para los amantes de Kafka y su absurdo, Vonnegut es su equivalente en la segunda mitad del Siglo XX. El viaje a través del tiempo, los extraterrestres y la deshumanización que vemos a traves de los ojos de Pvt. Pilgrim son los elementos claves de esta novela.




Como homenaje a Vonnegut incluyo a continuación el fragmento que comenta sobre "Slaugheterhouse-Five" de un artículo que hoy la mega-librería Borders envió a sus clientes:

All these tragic-comedic-contrarian moral concerns come together in Vonnegut's 1969 antiwar masterpiece Slaughterhouse-Five. The novel, written in just six weeks, is largely autobiographical, complemented with a heavy dose of science fiction. Billy Pilgrim, the principal character of Slaughterhouse is unstuck in time as he journeys across significant moments of his life including a visit to the planet Tralfamadore and the bombing of Dresden. "World War II made war reputable because it was a just war," Vonnegut believes. "I wouldn't have missed it for anything. You know how many other just wars there have been? Not many. And the guys I served with became my brothers. If it weren't for World War II, I'd now be the garden editor of the Indianapolis News. I wouldn't have moved away."

Raised in Indiana during the Great Depression Vonnegut studied chemistry at Cornell University. While in college he was editor of the Cornell Daily Sun, writing three columns a week. Then he enlisted in the U.S. Army hoping to help destroy the Third Reich. Captured by the Nazis at the Battle of the Bulge, the 21-year-old American Infantry Private First Class became a POW and was sent to Dresden, in Germany. Suddenly, on February 13, 1945, the Allies decided to drop new incendiary bombs on the city. Massive fireballs engulfed the largely civilian population, killing approximately 135,000 people. Whole city blocks were reduced to lava-hot rubble in mere minutes. It was a raging inferno like the world had never seen, the worst massacre in European history. Dresden had nearly as high of a civilian death toll as Hiroshima and Nagasaki combined. Vonnegut, however, along with six other American POWs, survived. Ironically, the Nazis had placed them in a cool underground meatpacking storage cellar known as Slaughterhouse Five. "We didn't get to see the firestorm," Vonnegut later wrote. "We heard the bombs walking around up there. Now and then there would be a gentle shower of calcimine. If we had gone above to take a look, we would have been turned into artifacts characteristic of firestorms; searing pieces of charred firewood two or three feet long—ridiculously small human beings, or jumbo fried grasshoppers, if you will. The stench was like roses and mustard gas."

When Vonnegut emerged from hiding and surveyed the annihilation he was numb. "Utter destruction," he recalls. "Carnage unfathomable." The Nazis put him to work gathering lifeless bodies for mass burial. "As prisoners of war, we dealt hands-on with dead Germans, digging them out of there and taking them to a huge funeral pyre," Vonnegut explains. "But there were too many corpses to bury. So instead the Nazis sent in guys with flamethrowers. All these civilians' bodies were burned to ashes."

World War II ended and Vonnegut came back to Indiana a Purple Hearted hero. But the ghosts of Dresden haunted him. (He also had the 1944 suicide of his mother to psychologically grapple with). And he made a pact with the cosmos to never forget Dresden. The grotesque fire-bombing is a theme in at least eight books: Mother Night; God Bless You, Mr. Rosewater; Slaughterhouse-Five; Wampeters, Foma and Granfalloons; Slapstick; Palm Sunday; and Bluebeard. Yes, the Nazis were the mega-villains but, in the end, Vonnegut's anger and despair was laid on the evil doorstep of the whole damn human race.

Like most returning veterans, Vonnegut struggled to get his life back on track. For a while he opened a Saab dealership on Cape Cod. Then he worked as an advertising executive for General Electric in Schenectady, New York, watching new-fangled machines manufacture "toys of the future" with monstrous mechanized efficiency. "The word automation hadn't been created yet," Vonnegut recalls. "What I saw occurring at G.E. was the end of the working individual. Machines were soon to run our lives." That was enough. He turned Luddite and decided to dedicate his life to writing. A letter that he wrote his father on October 28, 1949—now housed in his archive at the University of Indiana-Bloomington—earmarks the beginning of his abandonment of corporate shilling:

Dear Pop—

I sold my first story to Collier's. Received my check ($750 minus a 10% agent's commission) yesterday noon. It now appears that two more of my works have a good chance of being sold in the near future.

I think I'm on my way. I've deposited my first check in a savings account and, if I sell more, will continue to do so until I have the equivalent of one year's pay at G.E. Four more stories will do nicely, with cash to spare (something we never had before). I will then quit this goddamn nightmare job, and never take another so long as I live, so help me God. I'm happier than I've been for a good many years.

Love

Fragmento del texto, "Life Is No Way to Treat an Animal": Remembering Kurt Vonnegut, por el Prof. Douglas Brinkley de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, Louisiana. Lean todo el artículo aquí.

Más sobre la vida de Vonnegut en CBS News

Literally, a couple of pics from my last night in NYC

It was a mini-Georgetown reunion!


Keith, my ex-roomie from college, and you know who giving it all to Sonia.


Sonia and me at Evelyn's Lounge, NYC

miércoles, 11 de abril de 2007

El oficio de escribir y la Maestría en USC

Es curioso porque hace cuatro años, mientras estudiaba en Georgetown y recién organizábamos el primer taller de literatura en español de la universidad (Paréntesis), utilicé el título "Cuaderno del oficio" para reunir mis textos narrativos que hasta entonces había escrito y que consideraba buenos. Ja, pero luego de haber comenzado la maestría muchos de ellos han sido reescritos sino descartados por completo.

Bueno, esta mini entrada es para que lean más sobre la Maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón y del oficio de escribir. Un saludo especial para todos los compañeros y amigos de la Maestría, en particular a Leomaris y Renia (léanla aquí y aquí), que por supuesto, son mucho más fotogénicas que este servidor.

Aquí están los enlaces:

Flash! Cultural en endi.com

Entrada en el Blog del Prof. Latorre-Lagares

martes, 10 de abril de 2007

"Sunday Morning"

El domingo por la mañana cuando me levanté de mi cama luego de haberlo hecho de un colchón o cama ajena por toda una semana, todavía me sentía raro, desorientado. No es que el tiempo fluya rápido y que haya cierto tipo de melancolía enrredada en mi alma, pero los espacios y ventanas amplias de mi casa no me parecían familiares. No era un extraño en el extranjero, sino, ¡un extraño en mi propia casa!

Nueva York no sólo habita en los millones de establecimientos, bares, tiendas, teatros, y oficinas de la ciudad, sino en las calles, en el Subway, en los callos de mis pies. Yo hubiese pensado que el frío (increíble que hiciera tan baja temperatura en abril y eso que yo viví en Boston) mantendría a una menor cantidad de neoyorquinos caminando por la ciudad, pero claro, esto no era más que un pensamiento iluso -y desinformado- de mi parte. NYC estaba, como siempre, transitado por peatones hasta la saciedad.

En dos ocasiones evité la enfermedad debido al súbito cambio de temperatura (y mi idiotez logística de no haber empacado mi abrigo largo y sombrilla para una estadía de una semana), pero el constante peregrinaje a Starbucks u otros cafés para tomar mi dosis de té (con miel por supuesto y un poquito de limón), la interminable caminata por la 2da Avenida yendo de misión en misión de la ONU o los almuerzos a la carrera (yo que odio almorzar rápidamente), terminaron por enfermarme mentalmente. La prisa, el constante cambio de trenes, taxis, autobuses -sobre todo cuando se hace trajeado- me cansaron y ya cuando regresaba por las tardes al diminuto pero acogedor apartamento de mi amiga Caitlin, solamente quería ver televisión y esperar -como un nene chiquito lo hace con una sorpresa- la cena.

Anoté en la libretita que he llevado para todos mis viajes desde el 2003 algunas notas sobre las cuales quería expandir, recordar o indagar a mi regreso de Nueva York. Pero por supuesto, y como siempre hago, me lanzo primero a escribir sobre cosas que ni siquiera había apuntado. Esto debe ser parte de la desorientación que todavía me tiene confundido y sí, tengo que finalmente admitir, medio melancólico de mi intensa semana en NYC. Semana de reencuentros (pronto verán Boston-New York-Bayamón II, para la primera parte click aquí), lloviznas, inuendos, pizzas, Mario Batali y, además de té, mucha, mucha cerveza.

La tribu errante