Me paseé por Mameyal y quise que Loreto en realidad viviera allí conmigo, en una casita de esas humildes, de un solo piso, pero con el mar de patio trasero. Entonces vi a Loreto junto a mí nadando en el mar para entre las olas llamarlo nuevamente y así escuchar ese nombre que él nunca podrá enunciar. El eterno estudiante y el mar. Vi a Loreto devorarse el resto de una alcapurria fría (es amante de la carne molida). Vi a Loreto orinando sobre la palma inclinada que uso para amarrar mi amahaca.
¿Quién es Loreto? Un perro del cual me enamoré. No fueron sus patitas largas y flaquitas, ni su firme cuerpecito negro en forma de cilindro, o los brincos impetuosos que daba lo que me cautivaron. Fue su nombre y la manera con la que sus dueños lo llamaban: Loreto era una persona, un pariente más que con sus pequeñas formas había logrado permanecer en la casa que visité.
“¡Loreto, ven aquí!”, gritaban algunos. “¡Ven aquí, lindo perrín!”, tenía ganas de gritar y de apoderarme de su nombre. Loreto. Así también se llama el departamento del Perú que contiene a Iquitos, la ciudad más grande de la Amazonía peruana. Ciudad mitificada por Pantaleón y sus putas. Loreto encarna, pues, la Zona Tórrida de Puerto Rico y del Perú.
Loreto es también la Baja California. Y pienso en La Perla de Steinbeck, como en el Pantaleón y las visitadoras de Vargas Llosa. Es un perro geográfico, ya me he dado cuenta. Loreto y Ponce: nombres de ciudades y de regiones, relacionadas a versiones míticas de la historia americana y literaria. Y fue esta la verdadera razón de mi intento desesperado de escribir muchas veces el nombre de Loreto para así adueñármelo.
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