El Violinista de la Gorra Nike en la estación de Essex y Delancey Streets del tren F sonríe cuando la gente lo mira tocar habilidosamente el instrumento, sus dedos aplastando con leve suavidad las cuerdas contra el brazo y su rostro sujetando el cuerpo del violín. Toca como si la música fuera una creacion suya, una invención que nos salvaría a todos del calor de la estación, del sudor, del cansancio de seguir tomando los trenes de la ciudad con la misma ropa que la noche anterior, porque el Capitán de la Pluma de Ganso todavía lleva la vestimenta del jueves y hoy es viernes y, mientras siente como sus axilas humedecen su camisa de vestir dejando atrás la camisilla que lleva puesta, revisa también la ropa, las manos, los brazos y el cuello del Violinista de la Gorra Nike.
Nueva York, 9:30 de la mañana y el Capitán, todavía trajeado, escucha las notas del violín recrear la samba Brasil y la Lambada. No escuchaba la Lambada desde los Sábados Gigantes de su infancia, de su bien protegida infancia que le prohibía las donitas que freían frente a sus ojos en el K-Mart, de la infancia desde la cual nunca pensó que estaría en Nueva York, trajeado y apestoso, esperando el tren hacia su casa en Queens porque había dormido en el Lower East Side.
El tren no llega y el sudor ha alcanzado la frontera de su camisa de vestir con el saco a rayas que lleva. El sombrero de plumas le suda el pelo y gotas se le escurren hasta caer sobre los espejuelos. El Capitán de la Pluma de Ganso y el Violinista de la Gorra Nike jamás se conocerán porque nunca se dirigirán palabra alguna, pero el Capitán cree que con solamente observarlo, estudiarlo y echarle una moneda en la lata que tiene al lado le permitirá conocer lo suficiente para luego decirle a la gente que en Nueva York no estaba tan solo ná: que el Capitán había encontrado a un amigo en las cuerdas, en el sonido del Violinista de la Gorra Nike; que sólo recordando las notas del violín y los ojos satisfechos de su nuevo amigo por este caer en cuenta que de verdad tocaba una música extraordinaria junto al Guitarrista del Diente de Oro, podría proseguir con su misión de retratar todos los parques de la ciudad de New York porque ya había perdido las esperanzas de rastrear al dichoso de Luis Ponce.
El Capitán estaba verdaderamente molesto y sentía un disgusto tan ácido como el café que sirven en los diners americanos porque Luis Ponce no aparecía. Y se sentía así de rabioso porque sabía que estaba por ahí buscando y desgustando cuanto pedazo de pizza pudiera oler. El Capitán se frustraba porque en el fondo, debajo de su sombrero de plumas, él también quería ir por todos lados en busca del mejor canto de pizza de la ciudad.
Nunca encontró a Luis Ponce porque este tipo, un personaje tan poco creíble y molestosamente variable, esperó a que el sol finalmente saliera en Sunnyside, Queens para irse a explorar la ciudad; el Capitán no buscó bien y el sol salió el último día de su estadía en la ciudad. Que Nueva York está poblada de personajes y no de seres humanos se sabe desde hace tiempo, pero que los visitantes también se transformen en personajes ha causado cierto revuelo entre los pocos seres humanos normales y de bien que quedan en Nueva York. Así piensa el Capitán de la Pluma de Ganso. Se rumorea, inclusive, que Nueva York es una fábrica de personajes. Puede ser porque hay que considerar el hecho de que la ciudad también está habitada de muchos escritores y lo más seguro es que todos esos personajes que crean se quedan merodeando en la ciudad, esperando a ser definitivamente incorporados en un cuento, novela, pieza de teatro, articulo periodístico o, vayan ustedes a ver, en un blog.
El Capitán no encontró a Luis Ponce porque éste último se convirtió en turista con mapa plastificado de la ciudad en mano, en crítico de restaurantes probando pizzas e invitado al Delegate's Lounge de las Naciones Unidas; en amigo pródigo que desde el Midtown se tiró al Lower East Side para encontrarse con personas que no veía en dos años, en investigador de parques para que cuando regrese pueda saber exactamente donde se encuentran y qué hay alrededor de ellos, y en historiador para recordar en dónde concibió algunas de las ideas que algún día escribirá en su blog cafrondo. Fue también un seudo literato que se escabulló al Nueva York de los 1920 para huirle a la Prohibición y tomar un Prosecco en una taza de té en The Back Room y en romántico que le pidió a ella que por favor, cerrara los ojos, dulcemente, sin miedo, para describirle la sala, el cuarto y la rara sensación que le causaba su voz, no en pese a las distancias que los separaban. Se convirtió, pues, en ciudad, en conciudadano del Violinista de la Gorra Nike, del Guitarrista del Diente de Oro y del Viejo de la Nube Blanca que roe, a lo largo de la travesía del tren F, los últimos suspiros de un pedazo de pizza fría.
4 comentarios:
Si Luis Ponce se perdió en NYC como es posible que este post haya sido "escrito por Luis Ponce Ruiz". Mas cuidado, cabayero.
Quelque chose interessante:
http://www.internationalhero.co.uk/o/olgamesmer.htm
johnny, man:
Na', lo único que te digo es que caballero se escribe así, con doble 'l'. Más cuida'o usté'.
anónimo:
Ahh, oui, les súper-héros et la "pulp fiction". Mais, vraiment, à mon ávis, je crois que vous manquez beaucoup à Paris. Alors, qui êtes vous?
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