miércoles, 27 de junio de 2007

L’attente (“La espera”)

Radio Universidad me ha salvado una vez más.

Esta vez lo ha hecho de la arenilla que se cuela por las ventanas, la mierda de y olor a paloma de mi salón y el brusco trato de una señora de escasas lecturas y poca civilidad. Ella es de las cafres malas, de las que tratan de ocultarlo, pero que a la primera oportunidad la embarran; es la cafre antológica, la que nunca podrá ser parte de la verdadera tribu de los cafres de Sudáfrica (víctimas indefensas del mal(h)ab(l)ar de los siglos y el coloniaje) o de ninguna otra tribu que no sea la de la barbarie cultural, la del faux-pas social, y la del uso de muletillas y frases recicladas. Ella es, pues, miembro de la tribu del malgusto nato y puro.

En esta espera que lleva ya una semana entera, el tiempo se ha vuelto una simple excusa para transcribir cualquier pensamiento al papel; para revisar incontables veces mi e-mail, leer las noticias una y otra vez, leer cuentos y ver las fotos y comentarios en mi blog. Onanismo informático. Radio Universidad tan sólo me mantenía unido a la voz y presencia humana, porque no había nadie más esperando conmigo.

Pero claro, luego de haber escrito esto en un papel, lo estoy pasando a computadora. La dependencia con la computadora es continua. El hábito de estar frente a ella, de una forma u otra, nos hace sentir escuchados, acompañados. Somos seres, después de todo, que odiamos la soledad.

Odiamos la soledad y esperar en un salón desvencijado por la entrevista de salida con esta señora. Me pregunto si toda esta espera era una vendetta a los que ella detestaba o si simplemente era una manera de mostrar su autoridad, de aplastar a aquellos que consideraba inferiores.

Y cuando me llamó, entré, esperé todavía un poco más, pero ya cuando salí no hubo marcha atrás. Casi corriendo llegué a mi carro –eran las doce del mediodía– bajé las ventanas, me abrí la camisa de botones y, obviando por un instante a Radio Universidad, puse el CD de Mima y pensé que si no fuera por la amenaza de lluvias (las nubes se amontonaban en la costa y hacía un calor pegajoso), hoy sería un buen día para ir a la playa. Pero ni loco iba a esperar a que aclarara.

4 comentarios:

Anahí dijo...

Esos escenarios de esperas impersonales son bien interesantes.
Sobre todo en oficinas médicas.
La ley HIPPA sólo sirve para que la gente se sienta más estimulada a comunicarle al resto del mundo todas sus interioridades (literalmente).Termina uno aprendiendo nomencalturas y farmacología del vox-populi.

Las esperas burocráticas esas sí son más odiosas, sólo te recuerdan lo inútil que uno se puede llegar a sentir y revive las ganas de tener una vida con menos esperas.

Anónimo dijo...

¡Uf! Hace poco tuve que ir a una oficina regional de Acueductos. Grrr. ¡Horror! Horas y horas de espera para crear una cuenta. Muchas personas estaban bélicas con las facturas. ¿$400 en agua? Damn! Yo me entretuve con unas doñitas hablando de chismes sobre gente que desconozco y los novios del pasado.

Unknown dijo...

anahí:

Yo propongo un paper-less, e-government... Pero, cuándo carajo este país se pondrá al día?

madam:

Claro hay otros tipos de espera, como ésta en la que estoy sumido y me lleva a cantar esas iluminadoras líneas de Christian Puga y los Ladrones Sueltos: "Te sigo esperando/como el cielo espera al sol".

Anahí dijo...

Yo me conformo con un shithead-less government.

La tribu errante