-Eres igual de inútil que mi marido -le dijo Ada a Alberto mientras sujetaba la linterna.
-Cállate la boca, chica y alúmbrame que no veo nada -le contestó Alberto metido debajo del carro.
-Si lo hubiese sabido no habría venido para esto. Por culpa de tu insistencia, mira lo que nos pasa.
-¿Pero qué tú quieres que yo haga? Yo no soy adivino.
-Ni muy inteligente tampoco -ripostó Ada irónicamente.
-Ay, no digas nada, por favor, que no estás ayudando un divino.
-Ya mismo nos llaman.
-¡Qué se joda! Ya yo pagué.
-Ah, ahora me lo sacas en cara -Ada paseaba la luz de la linterna de un lado a otro.
-¿Sacarte en cara qué cosa?
-De que siempre tú eres el que paga -afirmó muy segura.
-Me salvé yo ahora, alúmbrame que no veo.
-Y, ¿qué quisiste decir con eso?
-¿Con qué, maldita sea?
-Con eso de que tú pagaste.
-¿Y cómo estamos aquí? ¿No pagué cuando llegamos?
-Si yo sé que tú pagaste pero…
-Chica déjate de pendejadas y ayúdame.
-Pero dónde alumbro.
-Al alternador, maldita sea.
-¿Lo puedes señalar? -preguntó Ada.
-Mira mi mano aquí -dijo Alberto tocando el alternador.
-¿Y ese es el nuevo que compraste?
-Sí.
-Y se daño tan rápido.
-Pues, qué se puede hacer.
-Claro, como tú no tienes marido, yo, que me joda.
-No seas estúpida, por favor.
-Si me hubiese ido para mi casa estaría mejor.
-No te preocupes, que después de esta vez no te jodo más.
-Créeme, te voy a tomar la palabra -Ada contestó sin el menor reparo.
-Aquí está el problema -dijo Alberto sacando el alternador de su base.
-¿Eso es el atenador? -dijo Ada muy interesada.
-¿El qué? -preguntó Alberto con una sonrisita cínica.
-El atenador, la pieza esa.
-El alternador, al-ter-na-dor -Alberto acercó el aparato a su mejilla derecha.
-Pendejo, arregla eso y déjate de estupideces.
-Búscame en la gaveta del carro el diagrama que me dio Pilón.
-Toma y avanza que estamos tarde -Ada le dio el papel.
Garaje de mecánica Pilón
Diagrama de un alternador
1] Los diodos, convierten la CA en CD |
-Estamos mal.
-Y ahora te das cuenta -una enérgica mirada pasó por los ojos de Ada.
-Esto no va a prender nunca, ni empujao si quiera.
-¿Y qué paso ahora?
-Chica las escobillas se quemaron.
-Las escobillas y ¿qué es eso ahora?
-Esto que esta aquí -Alberto señalaba el área del alternador donde había ocurrido el corto circuito.
-Alberto, son las siete de la noche, ¿qué vamos hacer? -le preguntó muy preocupada.
-Lo último, llamar a una grúa que nos venga a buscar.
-¿Qué? Pero tú estás loco -dijo Ada alterada.
-Y ¿cómo vamos a salir de aquí?
-Pero ¿tú estás seguro que el carro no prende?
-Claro que estoy seguro, si yo sé de esto.
-Tú no eres mecánico, trabajas en construcción.
-Pero es lógico que si no hay corriente no prende.
-Pues hay que hacer algo y rápido. Antes de que sean las ocho.
-¿Por qué?
-Porque a esa hora llega mi marido.
-Pero si él esta de viaje.
-Pues no fue, ¿no te lo dije?
-¡Claro que no!, si lo hubiese sabido no estuviera aquí.
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-Yo sé que fui yo, no me lo tienes que restregar en la cara.
-“¡Ay, te compré algo!” “¡Ay, modélamelo!” -Ada repetía en un tono burlón.
-Pues mira lo que nos pasó por tus bellaquerías.
-Ahora soy un bellaco, eso no era lo que decías hace dos horas atrás.
-No empieces, por favor, y ve pensando como vamos a salir de aquí.
-En una grúa, te dije.
-Pues llama la dichosa grúa esa y ni creas que voy a salir.
-¿Con qué dinero la voy a pagar?
-¿No tienes nada?
-Nada, si todo lo gasté aquí.
-Mira, Alberto, llama la grúa esa que yo la pago -finalizó Ada con carácter.
-Pero, ¿te vas a molestar conmigo? -le dijo mientras paseaba su mano por su hombro.
-Sí, claro me voy a molestar contigo -dijo Ada sacando la mano de Alberto de su hombro
En ese mismo instante el teléfono del cuarto sonó.
-Cógelo, avanza -le ordenó Ada.
Alberto levantó el teléfono y sus ojos se le llenaron de oscuridad.
-Buenas noches, es para informarle que ya consumió las ocho horas -dijo una voz áspera entre molesta y cansada.
-Sí, ya lo sé -Alberto aclaró su garganta-. Lo que ocurre es que el carro no prende; creo que necesitaré una grúa.
-No hay problema, ahora mismo le conseguiré una.
-Muchas gracias -contestó Alberto.
-Ah, y recuerde que son diez dólares por cada hora adicional.
Alberto colgó el teléfono y de su mirada salió una estática que se quedó posada sobre Ada. Ésta le devolvió un impulso de desprecio que Alberto no pudo esquivar. Los dos, descargados de amor, esperaron a que llegara la grúa. Su amor se hizo más veloz que la misma luz cuando se mezcló con el hastío de lo cotidiano.
J.J. Rodríguez (Río Piedras, 1982) todavía recuerda el olor a polvo que estaba adherido a la portada de un Manual de Historia de William McNeil, cuando a sus dieciséis años lo tomó por primera vez. Grueso como él sólo, no se espantó de esto y desde que lo empezó a leer aquel día, su vida no fue la misma. Ya no se esconde de sus amigos cada vez que lee como hacía antes, porque leer está de moda.
5 comentarios:
Nunca había leido un cuento así, con diagramas y pendejaces. Me parece super inovador.
¿Donde puedo ver mas cuentos como este?
xabriel:
Me alegra que te haya interesado este estilo de escritura intertextual. No tienes que irte muy lejos a buscar autores que escriban así. En Puerto Rico tenemos a Pedro Juan Soto y a Emilio Díaz Valcárcel (http://www.emiliodiazvalcarcel.com/biografia.html).
¡Suerte en tus lecturas!
Hoy soy parte de lo cafre, de lo cotidiano de un hombre común. Gracias a la literatura hoy soy diferente, como tenía que ser. Gracias Luis por dejarme pertenecer a la tribu.
¡Qué vivan los estudiantes!
Hermano, que tengas un buen viaje.
JJ Rodz.
Jota-Jota:
¡Qué vivan los estudiantes y la TC-EL! Gracias por tus buenos deseos para el viaje.
Muy bueno. Me gustó mucho el uso del estado bancario como parte del cuento. Felicidades J.J.
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