lunes, 29 de enero de 2007

Bitácora de campo para el libro «La importancia de llamarse Daddy Yankee»

Extracto de investigación # 1: La discoteca “The Noyz”, viernes noche (25/02/05), con anotaciones

Desde afuera, esperando en fila, se sentía el bajo desatarse con una furia insolente llevando a la muchedumbre a creer, por unos instantes, que el epicentro de tal retumbe se originaba en sus pechos. Pero era viernes, «noche de pariseo, sandungueo y perreo»,[1] como anunciaban los volantes esparcidos por las escuelas y universidades, en la legendaria discoteca The Noyz.[2] La mayoría de los jóvenes apostados en la acera esperaban con una paciencia desconcertadora. Muchos de los padres o extraños a lo que, eufemísticamente, se denomina ‘el género’, se habrán sorprendido al pasar por esta calle del Viejo San Juan y ver a esta concentración de juventud reguetonera esperar por su ingreso en una total –y contradictoria– tranquilidad. Estos observadores ignoraban que estos jóvenes en fila (vestidos en una combinación repetitiva de uniformes deportivos, mahones dos o tres tallas más grandes, ellos; camisitas ligeras y pegadas, acompañadas de mini faldas o jeans abraza-caderas, con los ‘gistros’ asomándose carifrescos, ellas) tenían la certeza de que estaban donde únicamente querían estarlo esa noche y que, una vez dentro, romperían esa tranquilidad acartonada y le someterían al perreo.
Esta relativa calma también se puede explicar por el hecho incuestionable de que, una vez dentro de la ‘disco’, no habrá recepción alguna para hacer llamadas con el móvil: por eso en la fila, estas manadas que en cuestión de media hora se abalanzarán sobre la pista de baile, no paraban de hablar por celular, de mandar y contestar mensajes de texto, y –aunque esto lo puedan hacer adentro– de tomarse fotos con esas diminutas cámaras que ahora vienen incluidos con el teléfono móvil si te abonas al plan de $69.95 al mes.

***

He tratado de crear un alter ego reguetonero, pero al parecer en la fila no me funcionó y eso que fui ayer con Pablo para «blin-blindearme»[3] y acicalarme para esta noche. Primero me pasó la número dos («Eres muy cabezón para la uno», me dijo); luego me prestó tres camisas (primero camisilla de manguillos Hanes, luego polito Ecko extra grande, todo debajo de una camisa abierta de los New York Yankees); jean también Ecko y de talla extra grande que ocultaba las Nike de coleccionista que Pablo finalmente me prestó («Te vas con las negras y rojas, porque si te doy las blancas y alguien te las pisa, tendremos problemas»). Claro, no faltaba la cadena de oro que sujetaba las macizas letras que deletreaban su nombre («Lo mismo va con esta cadena que con las tennis»). Y mientras intentaba sonreír a cuanta mirada se depositaba en mí, supe que mi alter ego reguetonero era, en efecto, mi pana de toda la vida y consejero en estos asuntos, Pablo.

Fueron esas sonrisas falsas que ofrecí en la fila que me fueron delatando: parecía tener el flow[4] por las ropas, pero era mi rostro, afeitado y acicalado, que no podía ocultar el hecho de que la barba y las largas patillas le asentaban mejor y que esto de pretender ser reguetonero pintaba mal. Empecé a escuchar risitas de algunas de las chicas en la fila, que me miraban con ojos acusadores, como si me dijeran que fue un error haber asumido mi alter ego Pablo para entrar a la ‘disco’. En varias ocasiones pensé abortar la misión. Miraba al frente y atrás: ojitos, risitas, caderitas, caderitas algunas; cabellos oxigenados, rostros ásperos, pecho amorfo desbordándose por el escote, otras. Sentí temor por lo que me esperaba adentro.

El bajo continuaba en todo su estruendo y mientras la fila se acercaba más a la entrada, la paz que antes reinaba se iba poco a poco descomponiendo hasta que llegaba ese momento en que uno de los orangutanes (luciendo una camisa a punto de reventarse) que la discoteca emplea para controlar la multitud, te hacía levantar los brazos y abrir las piernas para revisarte si traías algún arma. «Una vez pasas el chequeo», recordé que Pablo me dijo, «estás por tu cuenta».

***
Adentro, lo primero que uno siente es el aire acondicionado que refresca el cuello y las axilas transpiradas. Es después que se respira una atmósfera ácida, un concentrado de humo de cigarrillo y de marihuana, mezclado con las feromonas y el apetito sexual para crear un cóctel único en estas latitudes del Caribe. Entonces la música. En ese instante una de Don Omar: «La llaman salvaje…/Pues cuando baila se aprieta, se toca, se sube el traje…». Los destellos de luces, sincronizados a cada segundo, permitían ver la inmensa pista de baile del primer piso y a todas las almas entregadas a una sola cosa: acoplarse y moverse al ritmo de las interminables y repetitivas notas del reguetón. Al fondo de la pista, una enorme barra donde los grupos de varones se arremolinaban para no perder ni un sólo momento de tragos y observar a las mujeres para, una vez identificada, acercársele para intentar una movida. Hay que estar atento, moverse rápido y hacerlo con «fronte».[5] Sólo así se logra bailar, aunque sea por una sesión.
Las chicas, sin embargo, no esperan en la barra. Las mejor vestidas se sientan en las mesitas y butacas localizadas a ambos lados de la pista; ahí se sientan por invitación de algún tipo que las haya reservado para su comitiva o para sus ‘gatas’, como cariñosamente le llaman a las féminas en los círculos del ‘género’.

En las rondas que se dieron en el área de baile se comprobó la nueva modalidad de algunas muchachas de deshacerse de su ropa interior. Algunas entregan sus panties a las amigas o los guardan en sus carteritas. Otras simplemente los arrojan al suelo y, pocos minutos después, vuelan por los aires a la espera de ser atrapados por esas criaturas que tienen como fetiche husmear y sincerarse con estas prendas íntimas. Esta práctica incita abiertamente al acto sexual y es el causante principal de ese peculiar olor, descrito al principio de esta entrada, que les da la bienvenida a los que por primera vez visitan a The Noyz.

***
Luego de pedir un trago y despacharlo en cinco minutos, intenté entrar a la sección VIP en el segundo piso. Había fila, pero ésta se movía rápido. Me entusiasmé al saber que hasta el momento, nadie se había metido conmigo y que, dentro de poco, pasaría a la sección especial de la discoteca, yo, que esta noche me iniciaba en el circuito reguetonero. Pero ya a punto de llegar me di cuenta que estaban pidiendo un boleto especial que no tenía. Decidí utilizar mi faceta de investigador y le dije al segundo orangután de la noche: «vengo con propósitos periodísticos y no me habían informado del boleto adicional», a lo que, sin tan siquiera reírse por la estupidez que le había dicho, me señaló con una mirada de «no jodas o te jodo» hacia el primer piso. Acaté su pedido con una leve protesta, pero una vez le di la espalda bajé apresuradamente.

De vuelta en la pista decidí que tenía que aprovechar esta primera experiencia y me lancé en busca de una ‘gata’ para ‘yaquear’. Cuando buscas a una mujer, hay que saber moverse entre la gente. El aire se vuelve más denso, el corazón es ahora el bajo dentro de tu pecho, las manos te sudan y sientes un cosquilleo irradiando tu entrepierna. Le seguía el ritmo a las luces intermitentes y revisé todo el perímetro: manos aquí en muslos y allá debajo de faldas, labios atosigados a cuellos, perreo encarnizado. Me mezclé con la gente; levanté los brazos y grité para entrar en calor. Continué mirando: nalgas, culos; piernas, piernotas. Me lancé y me agarré de la cintura de una. Me acerqué por detrás cadenciosamente y me acoplé en su ranura. Ella intentó darme un vistazo y lo logró: rápido tomó mis manos y violentamente me las alejó de su carne y se perdió entre la multitud. No soy, después de todo, el tipo más guapo del mundo.

Me quedé con ganas de más y me tiré nuevamente a la búsqueda. La erección que iba in crescendo comenzó a desvanecerse, pero rápido volvió a la carga cuando entré nuevamente en contacto. Daddy Yankee con su «Gasolina» hizo de esta, mi última ‘perreá’ de la noche, una explosiva. La ‘gata’ sandungueaba con su alma, pero en especial con sus mullidas e incontrolables nalgas; nalgas que me aprisionaban, me apretaban; nalgas que flotaban liberadas debajo de su mini falda. Ojitos que me miraban, boca que salivaba, caderas que amortiguaban mis impetuosas invasiones. Ranura estrecha y profunda que me hizo desfallecer, salir apresuradamente de The Noyz y ya afuera, sentado en una esquina del Viejo San Juan para disimular los efectos de esta «noche de pariseo, sandungueo y perreo», llamar a mi alter ego para que me buscara.

- Fin de la bitácora -

[1] Frase célebre en los circuitos del reguetón. ‘Pariseo’del inglés, to party; ‘sandungueo’, voz afrocaribeña que significa «bailar como si no hubiera mañana»; ‘perreo’ voz puertorriqueña derivada de la posición sexual, mejor conocida en inglés como doggystyle, y que designa la forma de bailar el reguetón.
[2] Discoteca del género de reguetón que en los 1990, y gracias a sus DJ’s, inició la fiebre del underground. Luego de cambiar de establecimientos por varios problemas (lavado de dinero, tráfico de drogas y asesinatos), se ha asentado (hasta nuevo aviso) en el Viejo San Juan. Del inglés, noise, que significa bulla.
[3] Dos acepciones: i) De la voz afroamericana, bling-bling. Onomatopeya que recoge el destello de las joyas al reflejarse contra la luz que portan los grandes raperos de Estados Unidos. Generalmente estas prendas también adornan varias partes del cuerpo de estos artistas; ii) Del verbo blindar.
[4] En inglés, fluir. En el habla popular del ‘género’, es estar dentro del ‘corillo’, en control de tu actitud, «como pez en el agua». También implica sucumbir a la presión de grupo y estar «a la moda aunque me joda».
[5] Actitud, confianza en sí mismo, o «quítate tú pa’ ponerme yo».

domingo, 28 de enero de 2007

Prominentes figuras de América Latina apoyan la independencia de Puerto Rico

[Comentario: Aquí tenemos una de las muchas instancias en que la esfera de la literatura entra en la esfera de lo político, jurídico y social. Muchos son de la opinión que la vida literaria y el quehacer político son actividades excluyentes entre sí. Yo apuesto a lo contrario.
-LAPR]
25 de enero de 2007
Comunicado de prensa

"Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y Ernesto Sábato considerado el más grande de los escritores argentinos vivos, y quien presidiera la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas que abrió las puertas al enjuiciamiento de las juntas militares de la dictadura, encabezan la lista de prominentes figuras de la América Latina que han manifestado su apoyo a la independencia de Puerto Rico a través de su adhesión a la Proclama de Panamá aprobada por unanimidad en el Congreso Latinoamericano y Caribeño por la Independencia de Puerto Rico celebrado en Panamá en noviembre pasado", anunció en conferencia de prensa el Presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Rubén Berríos Martínez.

"Por Puerto Rico suscribieron la adhesión los reconocidos escritores Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega y Mayra Montero. A ellos se suman de Uruguay el poeta y novelista Mario Benedetti y el escritor Eduardo Galeano, autor de Las Venas Abiertas de América Latina; de Brasil, su más importante poeta, Thiago de Mello y Frei Betto, fraile dominico, teólogo y autor; el periodista y ensayista mexicano Carlos Monsiváis, Premio Nacional de Periodismo y Premio Juan Rulfo; el cantautor cubano y uno de los fundadores de la Nueva Trova, Pablo Milanés; el novelista, ensayista y diplomático ecuatoriano Jorge Enrique Adoum y el poeta cubano, Premio Nacional de Literatura y Casa de las Américas Pablo Armando Fernández."

El Licenciado Berríos manifestó que "En los últimos cincuenta años no se había podido lograr, para un fin político, el endoso de tantas figuras literarias de esta talla. Lo que significó el apoyo de los veintidós partidos políticos que asistieron al Congreso por la Independencia de Puerto Rico que se celebró en Panamá, se extiende ahora al endoso de estas prominentes figuras que como novelistas, poetas, ensayistas, cantautores, reflejan con su arte el sentir de sus pueblos".

El presidente del Partido Independentista Puertorriqueño anunció además que como consecuencia del Congreso por la Independencia, se ha logrado la aprobación de una Resolución de apoyo del Parlatino (Parlamento Latinoamericano), del Partido de los Trabajadores de Brasil (partido del Presidente Inácio Lula da Silva), el Senado de Argentina y la Cámara de Diputados de México.

sábado, 27 de enero de 2007

Boston - New York - Bayamón I

De este estado no sé quién me librará. Cuando te encuentras pensando en lo que pudo haber pasado y en lo que ahora podrá pasar. Sí, me hago de muchas esperanzas. Demasiadas. Pero también de muchas desventuras.

Es el problema que sufrimos aquellos que quieren reinventar su historia. Sobre todo, cuando te toman por sorpresa cosas que pudieron salir de un libreto de una comedia romántica de esas de Miramax. Esas situaciones esperadas; esos viejos clichés de siempre. Te conmocionas porque nunca pensaste que te podrían pasar a ti. Es lo que ocurre con el e-mail o carta que busca desenterrar lo enterrado, hurgar en el baúl de los recuerdos olvidados, de las ansias difuminadas. Ese mensaje que busca sensibilizarte para que olvides lo malo que pasó y le ofrezcas una nueva oportunidad.

Pues bien, ayer recibí y leí (verdaderamente lo devoré) el mensaje de una vieja pasión de Boston. No hubo elaboraciones de su parte: luego de seis meses de silencio, su mensaje -corto y colegial- fue tan casual como si el martes hubiésemos cenado y yo le hubiese dicho las somocurciadas que le dije la última noche. Pero miento. Realmente retomó nuestro rollo desde ese último instante en que nos comunicamos o más bien yo me comuniqué con ella a través de esa tan preciada forma de comunicación que es el mensaje de texto que además de rápido y efectivo, tiene esa gran ventaja de causar una deliciosa sorpresa al destinatario.

Le mandé ese "text" desde el aeropuerto de Nueva York, en mi última escala en el continente antes de regresar a Puerto Rico. Y en ese mensaje solamente le envíe el título de una canción de Jarabe de Palo, Agua. Aparentemente nunca la escuchó hasta hace unos días y algo le tiene que estar pasando para que haya decidido escribirme. Puedo pensar en varias cosas como, por ejemplo, que quiere reestablecer un vínculo conmigo para que nos podamos ver nuevamente. O que a lo mejor finalmente se dio cuenta que no se portó bien conmigo y está tratando de decírmelo de la única manera que yo le haría caso, a través de las letras de la misma canción que me hacía pensar tanto en ella (además de las de Cesária Évora). O, quién sabe, a lo mejor quiere contentarme para que se me ablande el corazón y deseche mis complejos de superioridad para que cuando ella quiera escaparse del frío de Nueva York yo le diga con la lengua afuera, hecho todo un perrito faldero, que sí, sí, por favor ven.

Esbozo todas estas posibilidades y teorías pero a fin de cuenta, como fiel romántico y trillado fanático de Silvio, ojalá que este e-mail luego se convierta en alguna promesa para volverla a ver muy pronto.

viernes, 26 de enero de 2007

¿Quién es la reina de la fritanga?

A Roy Brown lo censuraron en las ondas radiales porque en su último éxito de Navidades la palabra 'chicho' estaba incluida en el coro. Bien se sabía que ese 'chicho' no hacía referencia el acto de ... , sino que nombraba esa muy boricua protuberancia del exceso de grasa producto del también muy nacional deporte de la fritura.

¿Me censurarán cuando ahora me disponga a ventilar que la empanadilla de pizza se convierta en compeñera de nuestro bacalaíto, dejando a un márgen la muy afroboricua alcapurria? Baso esta propuesta en los hechos oculares presenciados en estas pasadas Fiestas de la Calle San Sebastian y, en fin, en cualquier tipo de actividad bebelatera que se efectúe en este archipiélago. Además, no es secreto que hasta en Piñones -al que deben denominar, si es que no lo han hecho ya, con el nombre de El Camino de la Fritanga- se vendan las susodichas empanadillas.

La empanadilla de pizza es la muy bastarda heredera del muy español (en realidad mozárabe) pastelillo de queso. La empanadilla, con su relleno grasoso, elástico y artificial, es producto de los que algunos en Puerto Rico se atreven a llamar globalización.
Pero en Puerto Rico, globalización es un eufemismo. Hablemos claro. Hablemos de coloniaje. Y no es que esté en contra de la globalización. Todo lo contrario: Puerto Rico debe insertarse de lleno a los mercados internacionales y tener una presencia diplomática en cuanto foro y organización supranacional pueda participar. Pero a la Isla todavía ser una colonia, al su soberanía estar restringida y mediatizada por otro estado, lo que se da y ocurre en Puerto Rico es una globalización mediocre y a medias. Solamente tenemos lo peor de un sólo mundo.
La empanadilla de pizza avanza por doquier y ya hace rato se adueñó de nuestras meriendas escolares. La alcapurria está en peligro. Si hasta en Piñones está amenazada es hora de hacer algo. Hay que volverla a hacer reina de la fritanga boricua.

jueves, 25 de enero de 2007

Un ensayo para economizar la palabra

Prefiero no comentar sobre el mensaje del Estado de la Unión de George W. Bush. Aunque, bueno, creo que vale la pena resaltar la mejor parte del discurso del Presidente: su elocuente y bien merecido saludo a la Presidenta del Congreso, Rep. Nancy Pelosi. En lugar de mi opinión, se me apetece compartir un pequeño texto de algo que escribí hace 5 años:

De cuándo acá escribes con un bolígrafo de tan buena calidad que para conseguirlo te prostituiste dos y tres veces en el Marriott del Condado y, saliendo con más dinero en la mano y menos dignidad en tu cuerpo, te dirigiste a mí, en mi siempre desierta tienda de Mont Blanc y con tus pechos en el abismo de tu escote me preguntaste que cuál instrumento de los que te podía ofrecer cabrían y se verían más lindos en tus pequeñas manos y frágil sonrisa.

miércoles, 24 de enero de 2007

El blitzkrieg nuestro de cada día...

Acuso a los nenes lindos y las mamitas que van por ahí inundándole los oídos a los peatones, transeúntes y pasajeros de nuestro grandioso Tren Urbano con su selección fuertemente cargada de cafrería. Léase sin embargo que estos no son literalmente nenes lindos ni mamitas. No. Son la bandada reguetonera, 'gangsta' o como quierase llamar que salen a merdear por todos lados con su música antiheroica y antitodo. Música sobrá que ya en muy pocos casos nos lleva a pensar (atrás quedó Vico-C y Tego ha últimamente brillado por su ausencia). Y este amasijo de repeticiones musicales cuesta, porque hay que pagarle a la Apple por los iTunes o a Verizon o Sprint para usar sus tiendas de música y descargar (o "télécharger", como insisten los franceses) esos "bytes" de incoherencia. Nótese entonces que esta bandada tiene un gran poder adquisitivo.

Operan en comandos de dos o cinco voluntarios. El que se cree el líder, el más guillao, empieza a traquetear con su móvil y al instante la musiquilla. Y a los pocos minutos, el resto saca sus intrumentos y se formó la antisinfonía. Tras que la música en sí es una melodía enlatada y estrepitosa, al los celulares ser aparatitos tan pequeños el sonido que reproducen es bajo en calidad. Pero no le digas nada a estos que pretenden estar surfeando en la ola de lo "cool". Ellos están en lo suyo, en su gran cruzada de regar por todas partes el gérmen del reguetón o del igual de abobinable hip-hop afroamericano (ese que también ha perdido sus raíces y sus grandes intérpretes).

Entonces uno leyendo en el TU y te interrumpen y tienes que mirarlos de reojo y hacerle ademanes para que de alguna manera estos individuos entiendan que no andan solos en esta vida y que, ahh, existen audífonos.

Pero creo que esto de restregarle tu música al prójimo tiene que ver mucho con la soledad. Estos individuos se sentirán tan solos y abandonados que ven al reguetón como su único refugio. Necesitan estar acompañados de la música. Su música, esa que los entiende. Igual pasa con las motoritas esas con las bocinas integradas. Esas que son manejadas por conductores con esos cascos al estilo del ejército del Tercer Reich. Entonces la metáfora cobra más fuerza: el adolescente que nadie lo comprende, agarra su motora para librarse del caserío, del pueblito, de la urbanización cerrada (pues claro, nuestra clase media y media-alta está fascinada con el reguetón) y junto a la liberante sensación del viento estrellándose contra su cara, el reguetón lo dirige hacia su tanta veces fantaseada y nada original tierra prometida. En otras palabras, su propio imperio.

martes, 23 de enero de 2007

La guagua del cambio y otros desmadres

Ya hay gente que cree en Fortuño. Si a esas mismas personas le preguntas en quién creía hace siete, ocho años te responderán inequívocamente Rosselló. Ajá, tenían hasta un estribillo y todo: "Yo creo en Rosselló".

Los de Fortuño hablan de cambios. Muy en específico que este pueblo lo que quiere es un cambio y que va a ser este pueblo el que va a decidir. ¿Acaso la gente no se da cuenta de estos clichés refritos? Pero por lo menos Fortuño no es un mesías ni nada parecido. Lo que sí es: un individuo capaz y sumamente inteligente que teniendo buen conocimiento de ambas lenguas, la española y la inglesa, en sus conversaciones hace todo lo posible por intercalar ambos idiomas, como si esto fuese una excelsa finura, un alarde de su maravilloso ideario alquilado de Luis Ferré de que la multiculturalidad de los Estados Unidos de Norteamérica es sinónimo a multinacionalidad o, para citar textualmente, "una nación de naciones." Y por eso está bien alternar los idiomas: se puede hacer de todo al mismo tiempo aunque se haga a medias y nadie te comprenda.

Fortuño, será el "all-American-boy", renegará la nacionalidad boricua y creerá en unos Estados Unidos que no existen, pero hay que ser francos y la verdad es que él se llevaría a Aníbal Acevedo Vilá enrredao. O por lo menos en eso quiero fantasear. Porque, Fortuño, así americanito como es, le va y le exige al Congreso, le habla claro. Aníbal, todo un ocho cuando habla con los congresistas. Es el que le dice "I'm sorry", y le pide permiso para organizar una constituyente, "please, please". Entonces en Fortaleza, es el más machote. El Macharrán Aníbal, Campeador de los intereses puertorriqueños. Como dijera Fortuño: "Yeah, right!". Si hasta le lloró a la Marina para que no saliera de Roosevelt Roads.

Pero claro, yo en mi vida votaría por Fortuño, ni por Aníbal ni cualquier otro popular, al menos que sea Willie Miranda Marín. Entonces podemos hablar. Pero primero, creo yo, los populares tienen que hacer lo suyo y librarse del incompetente y maquiavélico Acevedo Vilá. Es más, rasgarse los ropajes coloniales y cualquier otro tipo de artimaña (lo más gracioso y triste fue el último invento de Aníbal, "soberanía popular) y enfrentar de cara el reto de construir un Puerto Rico verdaderamente soberano e integrado a la comunidad global. Nosotros, los esperaremos con los brazos abiertos.

lunes, 22 de enero de 2007

"Aim sorri"

Para que vean como es mi vida y como ella ha sido, verdaderamente, un desencuentro con el género humano.

Serían la una, una y media de la tarde. El día idóneo para sentarse y tomarse unas cervezas en las terrazas de los cafés que bordean algunas (en verdad muy pocas) calles de Washington, DC. Pero ese día no pensaba ni en terrazas, ni en cervezas, ni en el gran sol que hacía brillar con más intensidad el mármol de la ciudad capital. Estaba en la universidad, bajo techo, yendo de kiosko en kiosko estudiantil para conocer los programas que se ofrecían en el extranjero.

Buenos cursos son los que ofrecía y todavía ofrece mi universidad. Ya fantaseaba con el destino final de mi semestre en el extranjero: la gloriosa Universidad de Salamanca, l'Institut des Sciences Politiques en Estrasburgo o la Amazonía ecuatoriana. No preguntaba en todos los kioskos porque ya tenía claro a donde quería ir, aunque a duras penas intentaba captar la atención de las israelíes que, vestidas a la usanza de su tierra, ofrecían ojitos, sonrisitas y manitas a todo aquél que le preguntara por su patria forzada en otras. Para variar, ninguna me hizo el caso que anhelaba.

Continuaba dando rondas (creo que mi próxima clase no era sino hasta las tres) y vi a las caras conocidas. Nos reconocíamos y automáticamente nos dirigíamos el mismo saludo insípido de siempre: "Hey, what's up?" "Good." "You?" "Good." Entonces me tropecé de frente con un señor trajeado de azul grisáceo, pelo abundante pero blanquísimo, en la mano varios cuadernos (quizás uno que otro libro) y estos aprisionados contra el torso. Hicimos el amague de salirnos del paso ajeno, pero siempre acabábamos en la misma posición inicial. En un reflejo de brusquedad y familiaridad, le puse la mano sobre el hombro para ya bien dejarlo pasar o detenerlo y al hacer esto me di cuenta que era con el mismísimo Mario Vargas Llosa con el que acababa de bailar un bolero bien bailado (en la misma loseta, con los brazos bien cerca, mirando al frente, pero realmente no mirando). No. No me estoy inventando esta historia. Yo, le puse la mano al hombro de Vargas Llosa para tranzar esta batalla campal que nos habían impuesto las ansías del estudiantado de irse a otro país a estudiar. Es, sin embargo, cuando hice el contacto con su persona que él verdaderamente me miró y como si estos tropezones le pasaran con mucha frecuencia me dijo en su inglés, todavía con un dejo arequipeño, "Aim sorri" y continuó hacia su destino. Quizás a su clase de por las tardes. A esa a la que nunca pude entrar.

La tribu errante