Más allá del excelente empleo del medio, el cómic de
Watchmen (
Allan Moore &
Dave Gibbons, 1986) fue ampliamente acogido por los lectores de paquines por ser una de los primeros en trabajar otra perspectiva dentro del género de los superhéroes. Esta perspectiva, la cual dialoga a su modo con
The Dark Knight Returns de
Frank Miller, tomó la figura del superhéroe como un “
super boyscout” (según el mismo Allan Moore) y la repensó desde una perspectiva posmoderna. Luego de
Watchmen, resultó casi imposible trabajar un héroe incorruptible, moralmente perfecto y alucinantemente hermoso con superpoderes.
Quien primero inició una discusión seria e intelectual sobre la figura de
Superman como representativo del mito del superhéroe desde el 1938, fecha en la que nació la tira cómica del superextraterrestre, fue
Umberto Eco en su libro
Apocalittici e integrati (Apocalípticos e integrados) para el 1965.
Eco trajo a discusión aquellos aspectos típicos de dicho superhéroe para demostrar cómo esta tirilla respondía a una cultura de masas. Tanto la época en la que se publicó (los 1930), el medio en que se publicó (periódico), y el público principal que lo consume (niños), iban a mantener a este héroe dentro de unos límites de naturaleza moral y mercantil. Ciertamente,
Superman fue utilizado para subir la moral norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial y el cómic como tal contenía una serie de aspectos que iban a buscar la simpatía y consumo de un público amplio en y fuera de Estados Unidos.
Por otro lado, Allan Moore se fue por la vía opuesta. Bajo el sello de la famosa compañía DC Comics, que irónicamente fue la que le dio vida a Superman, Moore y Gibbons publicaron una serie de 12 cómics en 1985 que trasgredió desde la forma en que colocó el título en la portada[1] hasta la psicología interna de cada uno de sus personajes.
La serie se desarrolla en el 1985, año en el que Estados Unidos se encuentra al borde de una guerra nuclear con la Unión Soviética. Luego de una época de oro, un grupo de vigilantes (hombres y mujeres enmascarados sin superpoderes) se les ha prohibido por ley brindar orden y justicia a su manera[2]. La historia comienza con el misterioso asesinato de El Comediante: uno de los únicos dos vigilantes cuya prohibición no les afectó a cambio de mantenerse activo trabajando para el gobierno. El segundo vigilante que no sufrió la prohibición fue Dr. Manhattan, el primer y único superhéroe en el mundo, quien curiosamente, es producto de un accidente de experimentos nucleares del gobierno norteamericano. Rorschach, ignorando las leyes de la prohibición, investiga la muerte de El Comediante e inspira el resurgir del movimiento vigilante, desencadenando una serie de eventos que desembocarán en la resolución del misterio y de la posible guerra. La historia está llena de simbolismos, temas sobre las relaciones de poder y la psicología. También demuestra un excelente e innovador manejo del medio del cómic, combinando un guión intelectual con unos recursos visuales únicos para el formato en que fue concebido.
Tomando en cuenta lo que discute Umberto Eco en 1965, discutamos pues los cambios que Watchmen trajo al mundo de los superhéroes en comparación con el superhéroe tipo “Superman” que fue y ha sido común por tanto tiempo.
Salvar la nación v. Salvar el mundo
Superman tiene el poder de un dios, poderes capaces de dominar un territorio a escala galáctica, pero se limita a salvar a Estados Unidos como si fuese su lugar natal (Smallville, U.S.A. versus Kripton) o el mundo como una provincia. Gran parte de la Tierra, al fin y al cabo, es defendida por él, pero el mundo le pertenece a aquellos que ya lo dominan. Y cuando Superman defiende al mundo, no hablamos de una protección general, sino de una defensa a favor de la propiedad privada. (Eco, 2003, p.253) Superman no defiende humanos, sino ciudadanos norteamericanos, y nunca se olvida que quien tiene la última palabra no es la gente, sino el dueño de esa gente: el gobierno.
En Watchmen, por su parte, hay de todo. Vemos a gente común con talentos increíbles que se visten y luchan contra el mal dentro de sus respectivos distritos o zonas. Al carecer de superpoderes, éstos encapuchados defenderán a la gente común de los males inmediatos que les aquejen. Ya organizados como un equipo (primero los Minutemen, luego los Watchmen) no sólo lograrán abarcar las catástrofes (fuegos, derrumbes, revueltas, etc.) y mantenerse controlando el crimen, sino que también intentarán involucrarse en una crisis que puede traer efectos a nivel mundial: la guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Pero el gobierno estadounidense, presidido en el universo Watchmen por el reelegido Richard Nixon, en cierta manera reclama lo que es suyo (la gente) y prohíbe los vigilantes. Entonces notamos que la razón principal de los vigilantes para impartir el orden no nace de un vínculo con la política o el gobierno del país, sino con los ciudadanos. Los únicos que no sufrirán la prohibición, como ya se ha mencionado, y que contaron con el auspicio del gobierno por haber colaborado con él son El Comediante y Dr. Manhattan. Es interesante que el Dr. Manhattan, un superhéroe tan perfecto que ya no conoce la razón por la cual debe salvar a una raza tan mundana y frívola como los humanos, se haya mantenido sirviéndole a la nación americana, aún cuando lo único que lo obliga a estar en el planeta Tierra es una mujer.
El bien y el mal versus los tonos grises de la naturaleza humana
El bien en la serie de Superman no es sólo invencible sino que está presentado de manera clara: el bien es el status quo. A Superman no le interesa si Mao crea un desastre humanitario en China o si los negros y homosexuales sufren discrimen en la sociedad. Esos son temas que a él no le interesan originalmente, puesto que existe un mayor mal: el mal obvio e hiperbólico.
Los malos de la serie son seres tan carnavalescos en comportamiento y vestimenta como los mismos superamigos (Batman y Robin, Green Arrow, Flash, etc). Aún así, esto no evita que la Liga de la Justicia se meta en la Rusia soviética para llevar la democracia o vaya y le rompa la cara a Hitler[3].
La misión de los malos en
Superman en sencilla y clara: conquistar al mundo, robarle a instituciones privadas como bancos y joyerías, o sencillamente hurtarle a una señora mayor su cartera. En cambio, la misión de los buenos en
Watchmen es traer el bien al mundo entero, por medio del control y destrucción de ciertos elementos que no revelaré para que vayan y lean la novela.
En
Watchmen no sólo vemos que el bien no siempre gana, sino que los malos pueden ser buenos si miramos el “
bigger picture”. Los buenos pueden ser una amenaza catastrófica para el mundo, y los debiluchos que no saben cómo protegerse a sí mismo (el pueblo) pueden resultar ser una masa amorfa y letal capaz de llevar al mundo a una peor destrucción de lo que la llevaría
Darkseid,
Galactus o el calentamiento global.
Además, el bien y el mal es aún más difícil de ver cuando se consideran las complejas dimensiones de las psiquis de los vigilantes protagonistas de la serie. Sabemos que estos héroes encapuchados salen de noche y traen el bien a los habitantes de la ciudad, pero de seguro no queremos saber por qué lo están haciendo.
Superman salva la nación porque inicialmente eso fue lo que le pidió su científico padre antes de la destrucción de su planeta natal y porque en su casa en Smallville le enseñaron a ser trabajador, humilde y bondadoso. Pero en
Watchmen vemos fetiches, desórdenes sexuales, psicosis y traumas de la infancia como motivadores inconscientes para salir a combatir el crimen, convirtiendo a nuestros héroes en sociópatas y, peor aún, enemigos del Estado. ¿Se les podría perdonar todo esto por haber brindado un bien mayor a la sociedad?
La ciudad, por otro lado, es en sí un personaje malévolo. En ella se esconde los peores aspectos del ser humano y de una sociedad. Más que salvarla del crimen y el pecado, es como una incubadora de mugre espiritual, decadencia moral y libertinaje; un organismo asqueroso porque está perdido, corrompido, tomado, y lo que resta es protegerlo de una mayor decadencia.
A manera de conclusiónAllan Moore es claro en su comentario sobre el modelo
Superman. Así lo hace ver en el fragmento que incluye de una autobiografía de uno de los vigilantes de la vieja escuela: el primer
Night Owl. Hollis Mason, el hombre detrás del disfraz, se hace vigilante porque de buenas a primeras lo inspiró el primer cómic de
Superman. Para él combatir el crimen era una necesidad, un impulso personal y un acto divertido. Esta visión contrasta con la nueva generación de vigilantes, protagonistas de la trama, que descuartizan toda noción simplona, categórica y mítica sobre el humano con relación al bien y el mal. Y la muerte de El Comediante, y la mancha de sangre en la cara feliz, es símbolo de la muerte del concepto antiguo del superhéroe.
Con el pasado análisis no se pretende menospreciar el género de superhéroes al estilo
Superman ni sus parientes más evolucionados[4]. Pero no se puede olvidar que trabajos como
Watchmen hicieron la diferencia en el tratamiento de los héroes, respondiendo a una actitud posmoderna de frustración ante el fracaso de los héroes reales (presidentes, gobernantes, líderes religiosos). Un excelente ejemplo de esta mirada es el mensaje que Allan Moore nos lleva con colocar a Nixon como el actual presidente en un Estados Unidos en los 1985, como si la corrupción hubiese triunfado en el caso de
Watergate. Pero al final todo se concentra en la tan citada frase:
Quis custodiet ipsos custodes (¿Quién vigila a los vigilantes?).
Notas:
[1] Contrario a lo que comúnmente se hacía, puso el título de forma vertical en el lado izquierdo del paquín.
[2] Keene Act de 1977: sólo los vigilantes auspiciados por el gobierno estadounidense pueden mantenerse activos. En la novela, fueron sólo dos: El Comediante y Dr. Manhattan.
[3] Esto ocurrió específicamente en el cómic del Capitán America en 1940, pero Superman peleó con la potencia Nazi y hasta intentó unirse al ejército estadounidense; irónicamente, no pudo entrar porque sin querer no pasó su examen de la vista: con su visión láser leyó la pancarta de letras del salón de atrás. (Pilcher & Brooks, 2005, p.24).
[4] Como lo veremos con Spider-Man (Marvel Comics) en los 1960, donde se trabaja por primera vez el superhéroe que no sólo lucha contra el mal de los villanos, sino contra el mal de los amoríos, la universidad y el trabajo.