"...[E]l vacío de la casa se les presentaba como un animal dispuesto a tragarse cualquier sonido..." La tribu existe para combatir ese vacío y preservar los sonidos.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Ver las cosas desde lejos
miércoles, 25 de noviembre de 2009
La maravillosa ternura del pavo
Nuevamente al año siguiente, entre los árboles de manzana sin hojas, los caminos congelados y el frígido aire que me succionaba el calor del cuerpo en Upstate New York, me ideaba otros poemas y soñaba con otra chica. Esto se convertía en mi razón definitiva para fijarme en los detalles de Emily, en su ropa, sus cuidados, en lo que me respondía para así aplicar mis nuevos conocimientos en las muchachas de turno; de concentrarme en entender las letras de las canciones de Navidad que Rich -el papá de Emily- ponía en la sala antes de la cena. Frank Sinatra descompuso de tal manera mis recuerdos pasados sobre esta época, que luego del fin de mis estadías en Syracuse, todavía me veía sentado frente a la chimenea de la sala de Emily, intentando memorizarme las letras de Ol' Blue Eyes. Alguna vez le llegué a explicar a Rich mis apasionamientos y él me animaba en ellos, a la vez que me servía otroapéritif y nos disponíamos a esperar el banquete de la velada.
Lo curioso es que años después me encontraba a esas muchachas que les había escrito y hasta algunas accedían a un café y a una conversación. Todas muy bien con sus vidas-trabajos-novios/esposos-éxitos. En esos pocos minutos en que lograba atisbar las formas de sus cuerpos bajo los ropajes o la sonrisa que me ofrecían al pasarle un sobrecito de azúcar, redescubría las razones de mi atracción por ellas: el lunar en el cachete de una; la forma tan cómica con que otra todavía me hablaba mientras se devoraba una galleta; el espectáculo de sus dedos al aguantar la taza de café; su manera de responder el móvil, pagarme el café e irse apresuradamente (porque también hay formas de ausencia que ciertas personas vuelven únicas).
De las siete u ocho chicas que he vuelto a ver, sólo una mostró interés y en esa ocasión rápido me increpó sobre mi estilo literario, de porqué sigues en esta ciudad si aquí no vas a encontrar oportunidades. Sal, mijo, tienes que irte de aquí, ¿o es que todavía no te has dado cuenta que esto es una tumba de ideas nuevas?
Entonces ella se acordó de una tarjeta que le di en las Navidades del 2002: todavía la guardo aunque no me creas. Ya sabía por donde iba la cosa y me sonreí con ella aunque en ese instante no recordaba las palabras exactas que le había dirigido, un gran descuido de mi parte ya que de lo único que suelo acordarme es de las cosas que escribo. Seguimos hablando en el café con el ímpetu del que deshoja una alcachofa y admito que no sólo empecé a sudar debajo de mi suéter, sino que inclusive acerqué más la silla a sus muslos y traté de buscarle sin recato sus ojos verdes, ignorando por completo el anillo de matrimonio que llevaba en esa linda mano que ya comenzaba a dibujar garabatitos en la servilleta (yo sudando y ella garabateando, ¿acaso no estábamos bastante viejos ya como para controlar el nerviosismo?). ¿En realidad fue una tarjeta de Navidad? Pues si quieres te la muestro.
La distancia entre el café y su apartamento no fue mucha, pero menos fue entre la puerta y la isla de la cocina donde nos comimos muy lentamente esa pequeño corazón de alcachofa que palpitaba dentro de nosotros. El instante en que le mordí su dedo anular ensortijado fue como escribir una nueva oración de mi siempre inconclusa novela: el poder metafórico que se disparó en mí al intentar estropear con mis dientes ese gran símbolo de la familia perfecta logró que finalmente nevara sobre la ciudad temporal que habíamos edificado sobre la isla rústica de madera, sustituyendo de un porrazo los lindos frutos otoñales de plástico que hacían juego con la decoración del apartamento y que ahora permanecían regados en el suelo.
Muchas gracias, Señora Historia
sábado, 7 de noviembre de 2009
La antorcha tiki me hizo alucinar
domingo, 1 de noviembre de 2009
Teoría de los parques V: Dación en pago de la ciudad infinita
miércoles, 28 de octubre de 2009
Cielo iluminado
Años más tiernos, pero no menos activistas. Marchas y protestas por las emanaciones de la Gulf. Finales de los ochenta, principios de los noventa. El olor a químicos se sentía fácilmente en casa. Una vez la EPA dejó unos tanques especiales para que midieran la calidad del aire. Venían en unas cajas de metal. Ohhh, la teconología americana.
Una vez tuvimos que salir de casa y dar vueltas por la ciudad porque el olor era demasiado fuerte. No podíamos dormir. Conferencias en la comunidad de Puente Blanco en Cataño. De Bayamón, de una urbanización con control de acceso, fuimos a apoyar (¿el aire no es acaso tuyo y mío...de todos?) . Yo era muy chico para atreverme a hablar y le instaba a mi viejo que dijera algo, que nuestra participación quedará plasmada en el récord. La primera vez que vi esos audífonos graciosos que transmitían la interpretación simultánea del inglés al español (y viceversa).
Y fue esta vez que me enteré que no debíamos estar aquí. Que las industrias estaban primero. Que luego el plan se abandonó. Que las industrias (y los billetes) estaban primero. Que luego el rió se canalizó. Y las industrias, claro, estaban aquí primero y sus tubos y sus millones; sus tanques y contribuciones. Crearon riqueza, mucha, que trajo más gente con sueños e hipotecas. Vino Levitt y le dejaron que construyera su pueblo. Pero y las comunidades en Cataño, ¿no estaban aquí antes del petróleo? ¿Los árboles, los humedales y el tatarabuelo del guaraguao herido que tomó muy sensiblemente el lente de un fotoperiodista del periódico? El huevo ni el ave vineron primero. Al principio hubo la tierra, el agua y los árboles. Luego llegó el hombre con su fuego.
La angustiosa incertidumbre de tener la cara contra el piso
Por más breve que haya sido el momento marcado en la cara de un reloj (10, 15, 20 segundos) no lo fue para la mía que asumía la posición contra las losetas frías de mi casa. Estaba en el segundo piso y al escuchar los estallidos sólo supe tirarme al suelo. Y sí, estallidos eran, ¿pero de qué? ¿Disparos vengando la masacre de La Tómbola? ¿Nos bombardeaban? ¿Un avión caído de los cielos?
Luego del estupor, de saber que la casa todavía se sostenía y de que me había librado de algo desastroso, salí a la calle con mi perro. Todos los vecinos salimos al mismo tiempo (luego de recomponerse del susto incial, de la taquicardia, de sentir la posibilidad del final tan cerca) y cuando miramos detrás de mi casa (donde se abre el bosque por donde antes pasaba el río) el humo se alzaba y el anaranjado de las llamas se reflejaba contra la pizarra de la noche. Fue entonces cuando dije en voz alta que no, no había sido un avión sino la Gulf, algo se reventó en la Gulf.
Los periodistas del futuro: la tribu de Facebook y Twitter
La demora con que la prensa tradicional, escrita y televisada, respondieron a este suceso manifiesta su creciente obsolescencia. Las emisoras radiales picaron alante, pero ninguno de los canales locales ni los periódicos de mayor circulación lanzaron algo. El Canal 6 empezó a transmitir como a eso de las dos, casi tres de la madrugada y Primera Hora logró actualizar su página web mucho más rápido que El Nuevo Día, pero ya, hacía horas, que los que se habían despertado por la explosión o los que nunca se habían dormido, se habían enterado de la catástrofe que había ocurrido en las cercanías de Cataño y Bayamón. Fue entre los mismos usuarios de Facebook y Twitter que se descartó la posibilidad de un accidente aéreo y las primeras imágenes y videos fueron suministradas por los "tipos comunes" de nuestro pueblo. Periodismo legítimo, sin comprometer su integridad a cambio de agendas políticas (claro, siempre y cuando no sea el de traer la noticia primero y recibir más comentarios), el 5to poder como lo llaman o periodismo ciudadano, no sólo está para quedarse, sino que está comenzando.
Todos los fuegos la colonia
Lo que no se hizo esperar fueron las unidades de rescate de los municipios. Tan pronto cesaron las explosiones pude escuchar una sinfonía de alarmas moviéndose por la ciudad. No se puede negar este hecho: el mecanismo de emergencia del estado reaccionó a tiempo y construyó infraestructura necesaria casi al instante para abrir caminos y traer agua desde la bahía. Una respuesta rápida y efectiva de parte de Luis Fortuño, para parar el catastrófico incendio y para también ponerle un poco de freno a su marcado declive político.
Pero el estado nuestro siempre ha fallado junto con sus sucesivos gobiernos. Su falla ha sido en la fiscalización de la empresa privada, sobre todo la petroquímica, la farmacéutica y la de construcción. El estado colonial de Puerto Rico --pasando primero por la agricultura a gran escala, donde el capital ausentista norteamericano dominó por medio siglo nuestra economía-- con tal de bajar un poco la tasa del desempleo y de llenarle los bolsillos a otros pocos, procura no hacerle mucho berrinche a los grandes intereses económicos e industriales que han venido a Puerto Rico a hacer riqueza y dejar casi ninguna (véase, por ejemplo, las ya desaparecidas 936, tildadas de milagrosas por el establishment colonial, y a la hora de irse, no dejaron en la eonomía local, no sólo el dinero esperado, sino tampoco el know-how para desarrollar grandes industrias locales, de capital puertorriqueño, como suele ocurrir en otras jursidicciones).
El gobierno puertorriqueño no le hace berrinche al evitar galantemente la imposición de mayores impuestos a las corporaciones foráneas; regalando más tierras fértiles al cemento; no luchando activamente para acabar con las leyes de cabotaje; no desarrollando la (para)diplomacia boricua; haciendo todo lo posible para encapsularnos cada vez más en el sistema estadounidense cortándonos las alas a nosotros mismo. En esto todos los gobiernos han sido culpables.
El factor ecológico o cuán fácil es despachar lo verde
"Un daño ambiental incalculable", fue el estribillo que plagó la prensa durante las horas del incendio, durante las 60 horas del mismo. Incalculable. ¿Con esta palabra qué se pretendía? ¿Atribuirse, de un plumazo, una preocupación ambiental, tan políticamente correcta en estos días verdes? La columna de humo se elevaba y los residuos tóxicos viajaban por el cielo y sabe el viento y las nubes dónde habrá ido a parar. Fue sólo hoy, a tres días de haberse extinguido el incendio, que El Nuevo Día se expresó sobre el ambiente ("El gran reto es ambiental"). Pero antes la habladuría era sobre lo que hacían o dejaban de hacer los políticos, las historias de terror de la gente, las fotos impactantes y las teorías de conspiración. El ambiente, muy bien gracias, "por lo menos se está moviendo hacia el Atlántico". Y yo pensando, vaya, entonces mientras el particulado caiga en el mar y se congestione la atmósfera alta, estamos a salvo de la contaminación. También pensé en la responsabilidad con nuestros vecinos del Caribe: ¿sabe alguien hasta dónde han llegado estos contaminantes y los posibles efectos que puedan tener?
¿Quién asume la responsabilidad? ¿Se podrán alegar reparaciones por los daños ambientales? ¿Qué hacer con CAPECO?
Y finalmente, ¿dónde está Gad (y Sila, Cantero Frau y los millones que le perdonaron)?
Para muestra sólo basta un botón, pero para los eñangotaos, sólo nos resta ver al Partido Popular. La fábula del león aquí y cordero allá es harta conocida, pero qué tal ésta del monstruo de tres cabezas. La ex gobernadora debe esclarecer esta condonación de parte de la deuda que tenía que satisfacer CAPECO por sus violaciones ambientales. Dinero que se perdió para ayudar a mejorar el ambiente, para educar, para invertir en nuevas tecnologías. Pero nada de eso es efectivo en Puerto Rico, porque la mentalidad es que hay que mantener felices a ciertas personas que no vienen a la isla ni invitados y con los gastos pagos. Son nuestros grandes desarrollistas, los inversores ausentistas, ese gran capital detrás de la cortina del management que asegura nuestro camino seguro al progreso (¿y al recogido del café?...yep, ¿quién dijo que tenía que llegar la república pa' irse pa'l campo a trabajar la tierra?).
Las llamas no sólo simbolizaron la agria lucha social que estamos sufriendo, sino que confirmó que alrededor de ellas teníamos, además de los bomberos heroicos, un gobernador crecido y alcaldes usurpadores de la sombra de grandeza de Fortuño, un pueblo que miró la humareda y el fuego como quien ve en su home theater el último blockbuster del cine hollywoodense. Tal y como nuestro querido Gad lo vio, aunque por satélite, en la sala de su casa en Israel.
lunes, 19 de octubre de 2009
Desde la Escuela de Derecho: Lo más nuevo en la blogósfera
jueves, 15 de octubre de 2009
Este blog apoya al Paro del 15 de octubre y a las luchas que se aproximan
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Tantas veces Breñas
La flaca de la gorrita cammo y bikini engullido entre las nalgas está en la orilla dándole chupitos de cigarillo a su novio que está metido hasta las rodillas en la playa. Bastante nalgona para ser flaquita, pensó Pedro. Hay veces que las flacas vienen así, Pedrito, Jefté le adivinó la mirada. ¿Fumar en el agua? ¿Será tan bueno? ¿Qué crees?, lo evadió Pedro. Con lo que sales, Pedrito, con lo que sales.
La misma flaca con un tatuaje de carácteres chinos encima de la nalga izquierda. Todas tienen una variación de esos signos, es lo último. Uy, Pedrito, qué bien se ven…ahí encimita del bikini, ¿en la caderita? ¿Abrimos las sillas o qué?, le cortó Pedro. Le siguieron Morrison y Chino. La neverita es mía y hacia ella corrió Jefté.
Pedro se dispuso a desdoblar su silla de playa y cuando lo hizo diez cucarachas enormes salieron nerviosas, con las antenas alertas, del interior. ¡Está cabrón, esto es un asco!, gritó Pedro. ¿Desde hace cuánto no vas a la playa, Pedrito? ¡A matarlas!, Morrison las perseguía y trataba de pisarlas con el talón desnudo. Pedro ni se acercaba, mira, deja eso… ¡Písalas todas, que no quede ni una!, ordenaba con chancleta en mano, desde lejos, haciendo el amague de lanzarla para acabar con uno de esos insectos. El Chino les tiraba arena tratando de sepultarlas.
Jefté, por el contrario, reaccionó a lo de las cucarachas abriendo una cerveza y sentándose sobre la neverita. El sol de la una de la tarde, una cerveza bien helada y el tatuaje chino alejándose de poco a poco: no tenía que inmutarse por unas simples cucarachas. Cualquiera que lo viera diría que sólo perseguía con la vista a esas cimbreantes nalgas que devoraban el bikini. Pero no. Jefté se preguntaba si todo lo que hoy celebraban –delatar, informar, en fin, hacer lo que hicieron– daría el resultado esperado. Fue entonces cuando se tiró a la arena tratando de esquivar la silla de Pedro que, junto a algunas cucarachas, volaba por los aires.
«¡Uh, oh!»
Pedro volvió a matar una araña bajo la incandescencia de su lámpara de escritorio. Hacía dos años, cuando tenía dieciséis, que no atrapaba a una de esas arañitas inofensivas que se cuelan por las ventanas, la había encerrado en una copita plástica volteada y la había puesto bajo la luz. Muchas veces había verificado que estas lamparitas compradas en un pulguero de Massachusetts tenían una luminosidad intensa y voraz. Derretían hasta el plástico, le escribía a su maestra de inglés en el ICQ cuando ya no encontraba qué más decirle. Pedro recordaba esas noches de hace ocho años el día en que decidió buscar el récord de las conversaciones que tuvo con ella. López Nieves va a estar muy contento, se dijo cuando encontró las casi doscientas páginas de transcripciones que había impreso meses atrás.
Pedro lee las transcripciones de ICQ:
»CĤεłŸ«(10/1/99-11:14:23PM): hoy no pasaste por el salón… te extrañé, t pasa algo?
Mălądīnø(10/1/99-11:14:27PM): estaba cansado……y frustrado
»CĤεłŸ«(10/1/99-11:14:28PM): me hiciste falta
»CĤεłŸ«(10/1/99-11:14:28PM): de q??
Mălądīnø(10/1/99-11:14:31PM): es que bueno, tú en la escuela y uno ahí viéndote sin poder hacer nada…
»CĤεłŸ«(10/1/99, 11:14:31PM): hacer q???
Mălądīnø(10/1/99-11:14:35PM):pues estar junto a ti, bes……
……….
Mălądīnø(2/13/00-12:20:46AM): la pasaste bien?
»CĤεłŸ«(2/13/00-12:20:49AM): Sí. Gracias por todo. Hacia tiempo que no me pasaba algo asi…
Mălądīnø(2/13/00-12:20:53AM): Así cómo?
Mălądīnø(2/13/00-12:20:54AM): Tú sabes lo que siento por ti…
»CĤεłŸ«(2/13/00-12:20:59AM): Y por eso te doy las gracias… eres alguien especial.
Mălądīnø(2/13/00-12:21:03AM): sabes?, me haces feliz
……….
Mălądīnø(2/25/00-10:43:07PM): te quiero desnuda, cerca de mí, sentirte respirar y tenerte por detrás, mantenerme dentro y hacerte estallar conmigo, al mismo tiempo, al mismo instante
»CĤεłŸ«(2/25/00-10:43:13PM): Wow! Son palabras mayores…
»CĤεłŸ«(2/25/00-10:43:14PM): hay más de dónde vino eso?
Mălądīnø(2/25/00-10:43:22PM): Hay más, mucho más… cuándo será?… tú sólo dime y ahí llego… no puedo esperar… quiero conocer como es con una mujer mayor…
»CĤεłŸ«(2/25/00-10:45:14PM): …mi familia tiene una casa en Breñas…
……….
Mălądīnø (12/04/00-11:10:38PM):estás ahí? Pq no respondes?? jelouuuu!
Mălądīnø (12/04/00-11:13:48PM):hoy no te vi en el colegio, estás bien?, quiero saber… te llamé pero estaba ocupado, por eso intento por aquí…
Mălądīnø (12/04/00-11:13:59PM): fue algo que hice, dije?
»CĤεłŸ«(12/04/00-11:23:15PM): no, Pedro… es que estoy cansada del colegio… me quiero ir de allí
Mălądīnø (12/04/00-11:23:19PM): déjame ayudarte
……….
«¡A Bebo’s, aunque la bulla no nos deje hablar!»
¿Llamo o no llamo? ¿Qué le digo? Sí, hola, busqué su número en la universidad y pensé llamarle… No, así no. Buenas, doctor López Nieves, le habla Pedro Carmona Nazario, un seguidor suyo, y quiero invitarlo a Bebo’s para hablar de una novela...de mi novela.
Sé que en Bebo’s el ruido se refleja en los precios. Que hay una pantalla inmensa proyectando el bloque telenovelero de seis a diez, pero cualquier asopao es bueno. Y, ¡ah!, acabarlo todo con un morirsoñando o un frappé de papaya… Ya usted sabe por qué los gringos llegan hasta la calle Loíza, rico, barato y pintoresco. Tengo que llamarlo.
O mejor, qué tal abordarlo así: He leído todos sus libros y quiero, como usted, trocar la historia, bueno, mi historia. ¿Podríamos hablar sobre esto? Yo invito, por supuesto. Hay venganza, sexo entre estudiantes y maestras como está de moda en estos días y mire que todo esto pasó en 1999, 2000 y 2001. Con una protagonista bien educada, pero bueno, usted sabe, una mujer fatale, y, ah, sí, con un culo esférico y vello púbico bien arregladito en un landing strip. Pero qué dices, ¡¡qué dices!! Así te engancha y ya se te esfumó la oportunidad con el doctor. Pues sí, ella una maestra, veintiséis años, imagínela con esos pantalones de oficina bien apretados, con una blusita también pegadita, caminando por los pasillos de un colegio de varones. Sí, así mismo iba a la escuela. Ya ni se lo imagina. Lo siente. Véala besándose con sus estudiantes, y ahora no con algunos estudiantes sino con media escuela y no sólo besándose...exacto. Y nosotros, los más cercanos a ella ni por enterados. Creyendo todo lo que nos decía, rebelándonos contra las injusticias que la administración supuestamente siempre le hacía. Éramos algo preciado para ella; éramos su fan club incondicional.
Hay que ir preparado para enfrentar al doctor López Nieves. Bien documentado. Me tiene que contestar: ¿es posible hacer ficción de algo tan real y personal como esta historia? ¿Cambio nombres, los dejo igual? La suerte siempre ha estado de su lado porque usted escribe de gente muerta o inventada… De hecho, El corazón de Voltaire, me lo devoré tan pronto salió el mes pasado, estupendo. Pero yo, en cambio, voy a escribir sobre gente viva. Sepa que todavía recibo noticias de la maestra. Cada vez que alguien la ve la información siempre llega hasta mí. ¿Ve cómo la gente no ha olvidado lo que pasó hace ocho años?
Quiero tergiversar mi historia para salir de ella, matar a esta locura que me consume… Cuando me escuche el doctor me dirá que es demasiado obvio, que tengo que involucrarme en otras cosas, dejar esto a un lado. Pero ahí mismo le respondo que, por eso, usted es el único que me puede ayudar. Lo sé, me rechazará.
Todo lo que pretendo hacer, ¿es válido en la literatura? ¿No caeré en las mismas cosas de siempre? ¿O me mandará a Ciudad Seva? No, ahora sí que no lo vas a llamar, y olvídate de invitarlo a un morirsoñando o a una Coca-Cola, él sólo toma Pepsi sin cafeína.
«¿La venganza es felicidad?»
Breñas, Breñas, Breñas, repetía Pedro, tirado en la arena. Pedrito, ya para. ¿Lo hicimos o no lo hicimos? Hablamos con el director... ¿Acaso no era lo que querías hacer con la misi? Fue venganza, te lo dije siempre, Morrison volvía a hacer su punto. El Chino sólo abría la boca para tomar más cerveza.
Gordo, nunca más la volverán a contratar... Esto se ha regado por todos lados, ya hiciste lo que querías, ¿verdad Pedrito? ¿No te sientes feliz de haberla jodido? Nosotros somos los que estamos jodidos, Jefté, nosotros, Morrison no se cansaba de repetir. Gordo, si fuiste tú el que conseguiste las conversaciones de ICQ, tú fuiste el que entraste a su computadora.
No fue venganza; no, lo hicimos por nosotros. ¡No! ¡Fue por ti! ¡Cállate, Morrison! Lo hicimos para que no vuelva a ocurrir. Pedro pensó en levantarse pero prefirió quedarse acostado en la arena. Su silla estaba nuevamente cerrada: él no se quería sentar en lo que hasta hace poco había sido un nido de cucarachas.
Entonces, Pedrito, ¿por qué esa cara? ¿Por qué sigues ahí tomando y tomando (mira, ya casi nos has acabado las cervezas) y pensando en Breñas cuando Edison le metió mano? Eso es lo que le molesta, Jefté, por eso nos hizo hacer esto... ya sabía yo, Pedro, tenías envidia, estabas herido. No sabes de lo que hablas, además no fui yo quien jaqueó su máquina: fuiste tú, Gordo. ¡Ja!, ahora me dices gordo como el maricón de Jefté. Lo que pasa es que Jefté conoce a Breñas muy bien. ¿Y tú qué haces hablando, Chinito? ¿Qué dices? Miente, Pedrito, si no ves que él también se ha tomado par de cervezas.
El Chino se levantó de donde estaba tendido y se quitó la camisa. Las cinco de la tarde es buena hora para meterse al agua, ¿no me quieren acompañar? Pedro comenzó a sospechar no sólo de Jefté, sino del Chino también. ¿Acaso no descubrió así lo que ella hizo con su amigo de toda la vida, Edison, en Breñas? Sospechando, claro; por confidencias. Pedro se levantó finalmente: yo también me voy a meter. Vamos, Chino, hay que enterrar esto. Claro, Pe, ya hablamos, ya mandamos los e-mails, nos desquitamos. Pedrito, cuidado con lo que te vaya a decir este Chino. Ya, Gordo, ¿vamos también?
Y mientras los cuatro se acercaban al agua Pedro sólo pensaba en Breñas, Breñas, Breñas.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Bonito atardecer
“Mi REINO es de papel
y todo lo que toco
se convierte en palabra.”
-El Rey de Gramercy Street
“Y encima el sol dejando
crecer inmensamente sus cabellos
sobre nuestras cabezas de alfiler.”
-De Vuelta de paseo
-Lorenzo Helguero, Poeta en Washington, D.C.
Este papel no estaba destinado a aguantar esta historia. Salió de algún árbol de los bosques canadienses y fue comprado por el gobierno federal estadounidense en su forma final como hoja crujiente y blanca. La Oficina General de Administración apropió parte de ese cargamento y al ser pedida por los jueces de este distrito territorial, la partida de papel fue finalmente entregada a las oficinas de la corte de distrito en el Viejo San Juan. Junto a sus demás hermanos papeles lo sacaron de su empaque una calurosa mañana de junio, arreciada por los polvos del Sáhara y cuando entró en las frías cámaras de las impresoras nunca se imaginó que en estas cortes se reciclaba.
Fue en la consecución de este afán que Raúl Helguero cobró conciencia de esta hoja cuando la tomó del cesto de reciclaje para usarla en alguna de sus tareas. Hacía unos días el papel había servido de portada a uno de los incontables documentos legales que imprimía. Estaba escasamente marcado y al reverso aún se vislumbraba la blancura virginal de un producto de calidad. Al contacto con los dedos de Raúl ninguno de los dos supo que meses después retratarían con palabras un atardecer de finales de septiembre.
Ese atardecer tampoco sabía que eventualmente cabría en estas páginas. Todo fue un impulso, un estruendo que dividió el tiempo en tres rebanadas de viento. Poca cosa para servir como excusa de un escrito que nadie se había propuesto a escribir. El papel, Raúl y el atardecer encadenados en una secuencia impredecible, en un elaborado nudo de partículas residuales de lo que fue, es y pudo haber sido.
1
Fue anunciarle en aquel momento que la luz de las seis de la tarde de los domingos era más placentera que cualquier otra. Como Raúl había estado todo el día leyendo y ella pintando, no habían preparado nada para comer. Pan y queso mozzarella, dijo ella. Mejor una ensalada, interpuso Raúl. La mirada de ella comenzó a rondar por los espacios superiores de la cocina y al final se encogió de hombros: la lechuga se terminó de podrir ayer. ¿No hay entonces? No y rió secamente.
Raúl no entendía cómo ella mantenía limpios sus pequeños dedos de los colores de las pinturas, mientras la tinta de los bolígrafos que usaba para resaltar los pasajes imprescindibles de sus lecturas le había transgredido las palmas de las manos y hasta la tela de su camisa. Pediremos chino y se encaminaron a la terraza. Fue allí donde hizo el comentario de las seis de la tarde. De la luz que sellaba estos domingos de entregas a domicilio y de esa irresistible soledad que engullía las calles de Miramar. A todo esto ella ya dormía en la hamaca.
2
Es hoy cuando este papel recibe el bonito atardecer a base de estos trazos. Los libros de leyes mutan por páginas amarillentas de viejas novelas redescubiertas y éstas por el fresco de colores que se recrea apesadumbradamente en el cielo. A los rayos del sol, claramente, no les hace falta papeles para escribir. Y para ver, ¿qué mejor que abrir la boca y tocar las cosas con el paladar?: así entran las esencias del fin del día, de esos nudos invisibles de gases que encienden el firmamento en llamas.
Raúl separa suavemente los labios, asoma la puntita de la lengua al aire y sin abrir los ojos sabe que esas horas tan espléndidas de las que hablaba y todavía habla se suceden demasiado rápido para viajar en el tiempo.
3
Pudo haber sido que el árbol que creció en el frío de Canadá nunca hubiese nacido ni que Raúl Helguero se hubiese decidido por las humanidades y en su lugar se hubiese estrellado contra la frialdad de los números. De este modo no habría podido darse cuenta de que el ocaso de los domingos tiene un sabor agridulce a flores y a un baño caliente con agua de azahar.
El atardecer también se hubiese dado en otro planeta, muy lejos de éste, con un sol cuyos rayos hicieran crecer voluntades y no sólo palabras.