viernes, 21 de noviembre de 2008

Imposible mi vida sin sopas

Encontrar una sopa en Buenos Aires es como procurar vegetales frescos en los supermercados de Puerto Rico:  una misión casi imposible.  Hoy finalmente tomé una de cabello de ángel en el restaurante Plaza España en la Avenida de Mayo.  ¡No podía creerlo!  Entre tanta pizza, empanadas, pastas y bifes, había encontrado una sopa.  Rico caldo y fideos que me cautivaron.  Comencé entonces a acordarme de mi viejo quien fue el que nos enseñó a mis hermanos y a mí a tomar sopas.  Él es peruano y como allá se come sopa todos los días, él necesitaba -y todavía necesita- su sopita a la hora de comer.  Y mi mamá, quien hoy cumple años, aprendió a hacer una variedad increíble de ellas, además de cremas riquísimas que poquito a poco nosotros comenzamos a apreciar porque al principio como que no nos hacía mucha onda.  ¿Sopa con el calor que hace en la isla?  ¿Fideos, verduras y pedacitos de carne?  O la bien peruana sopa de viernes, con leche, fideos, algunos vegetales y...huevo?!  No, de verdad que nos quedábamos con el arroz y habichuelas o la lasagna con amarillitos...mira y que comer
sopa.
Mi viejo con el Morocho del Abasto.

Pues la cosa es que miré mucho y probé más porque he estado todos estos meses desviviéndome por ellas.  Los chinos siempre son mi salvación porque incluyen muchas sopas en su dieta y me he cura'o en el Barrio Chino de Belgrano ante la escasez en el Centro, Congreso, Palermo y demás barrios porteños.  Cuando anduve este verano por la China me puse las botas con sus sopas wonton (con ricas variaciones a la que todos conocemos en Occidente), sopa de setas, de pollo negro y ginseng, sopas con jiaozi (los famosos dumplings), sopa de huesos de pato, el paomo (sopa sino-musulmana de cordero) y de todo lo que uno puede imaginarse.  Todas las probé porque así también me criaron en casa:  a meterle el diente a todo.

Voilà!, el pollo negro (no es ningún tinte, esta especie china de pollo tiene la piel negra), la raíz de ginseng y otros trozos del pollo común -y "blanco"- que todos conocemos.

Increíbles son las conexiones que hago desde Argentina, desde mi apartamento en pleno centro, pensando en mis viajes y en mis viejos.  Esto de viajar también es culpa de papi, lo mismo con lo de ser perfeccionista y de planificar con antelación.  Estas últimas cualidades pueden ser una cuchilla de doble filo pero hasta ahora me han servido para bien y es que siempre las he sabido combinar con la calma que mi viejo también me enseñó cuando crecía, esa eterna y maravillosa calma de no apurar las cosas, de no desesperarse y de dialogar, hablar con el otro y con uno mismo.  Mi viejo, que como ingeniero graduado en Perú tuvo que limpiar baños y trabajar en minas en Estados Unidos cuando salió de su país, siempre me ha dicho que la vida es hermosa.  Y sí, la vida es hermosa, a pesar de todo, es linda o por lo menos hay que verla con optimismo.  Sólo así pude encontrar mi sopa en pleno centro de Buenos Aires.  Finalmente.

Abajo, el paomo que me comí en Xi'an.

1 comentario:

David dijo...

Todo lo relacionado con el rubro gastronómico me apasiona ya que me dedico a cocinar en un restaurante. Ademas también disfruto de ir a comer con mi familia cuando tengo la oportunidad, sobre todo a un restaurante belgrano que se especializa en carnes y es nuestra comida favorita

La tribu errante