Y mi hijo Luis Barack no nacerá en Puerto Rico, lo más seguro vendrá al mundo cuando aterricemos en Tokyo luego de hacer la escabrosa ruta transiberiana desde Moscú. O a lo mejor nace en Jamaica entre cultivos de café y marihuana, con la bendición de Bob Marley y el sol caribeño que quema por igual a todas las negras islas del Caribe, menos a la nuestra que es más blanca según el PIP, Fortuño y Aníbal. Que nazca en todos lados menos en Puerto Rico, ni mucho menos en Bayamón ni en ninguna parte que sea U.S.A. Y aunque lleve el nombre del mejor -o peor- presidente de la historia norteamericana, Luis Barack será siempre bueno para lo que decida ser: traficante, violador, escritor o físico, de todo menos músico.
Mi amor por mi hijo será inmenso como el agujero en la capa de ozono que Obama no podrá reparar ni mucho menos Al Gore soñar. Tan majestuoso como los glaciares derretidos y tan exquisito como los productos orgánicos que muchos años atrás servían en los restaurantes que aún existían antes del colapso del sistema económico. Luis Barack comprenderá tanto mi amor que sabrá encontrar la manera de refundar lo que no sirvió y reciclar las pocas cosas buenas que queden. Luis Barack, ya lo veo, será líder tribal y agricultor; lector voraz de los libros de Obama y fenomenal en la cama.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario