martes, 2 de octubre de 2012

Ayer en el Gran Teatro Nacional

Me colé. No a una larga fila, sino al evento. Admito que no recibí el e-mail de los organizadores a tiempo en el que se le prohibía a la prensa entrar a la actividad cultural que clausuraría el primer día de sesiones de la III Cumbre ASPA (América del Sur-Países Árabes) que viene celebrándose en Lima desde ayer. Pero admito que no fui el único. Al final fuimos unos cuantos periodistas que pudimos entrar ayudados, claramente, por la ignorancia del detalle de seguridad y de las anfitrionas. Yo entré con mi mochila con mi laptop, otros con sus aparatos para transmitir por radio. Una que otra periodista savvy, con su lindísimo tablet y espejuelos de pasta gruesos. Esa que se me sentó al lado y, claramente, no le pregunté el nombre.

La pareja presidencial se acomodó en el segundo nivel, al lado del presidente del Líbano, Michel Sleiman y su esposa. Cerca también estaban otros jefes de estados y cancilleres. Abajo estaban los adjuntos de la cancillería peruana, de las delegaciones invitadas y el esposo de una señora que, entre la pausa de dos bailes le dijo por el altavoz del teléfono: "grábalo, grábalo". Los que estábamos cerca lo escuchamos y no pudimos ocultar nuestra risa.

Las danzas que se presentaron incluyeron a todas las regiones geográficas del Perú, costa, sierra y selva, pero con un énfasis en la rica cultura andina, representada por el Wacawaca de Puno, (danza que satiriza las corridas de toros traídas por los peninsulares), el Salqa Qocha Wallata Warqay de Cusco, y la belleza del zapateo y energía del Huaylarsh o Huaylas de Huancayo, en Junín. También disfrutamos del Iopatati de Ucayali (amazonía), que mezcla el rito de la guerra con la danza y la magia, y de los bailes de la costa como la Marinera norteña (Trujillo) y de la tradición africana, surgida de los esclavos negros traídos a trabajar los cañaverales, el muy sensual y sabroso Toromata.

Al finalizar la presentación artística me encontré con el amigo Alberto Fernández Prada, ministro del Ministerio de Relaciones Exteriores, que estaba encargado de la delegación venezolana encabezada por el canciller Nicolás Maduro. Alberto me presentó a otros compañeros del Ministerio y admito que al principio estaban algo sorprendidos de verme y hablar conmigo. Primero porque tenía mi mochila sobre el terno (estaba muy consciente de mi faux pas fashionista) y, segundo, por mi acento caribeño. Además, todos eran funcionarios de Cancillería, y yo, con mi carné de prensa. 

Hacía más de un mes que no veía a Alberto y fue bueno reencontrarme con él y saber que su libro sobre la historia de la aviación peruana, que es una nueva edición de los volúmenes escritos por su padre, Cap. EP Alfredo González Prada Effio, "considerado uno de los más importantes historiadores de la aeronáutica civil del Perú", va viento en popa. Ya le dije que me gustaría entrevistarlo sobre esta nueva edición y sobre su otra obra, una biografía titulada "El diplomático peruano Pedro Paulet Mostajo". Hay mucho de qué hablar sobre el arequipeño Paulet Mostajo, un hombre cuya historia ha quedado desafortunadamente olvidada. Basta solo mencionar que ha sido considerado "el padre de la aeronáutica moderna" por el científico Wernher von Braun.

Diplomático, escritor e historiador, y excelente amigo: así es Alberto. Luego de unos bocaditos más y de hablar con el encargado de negocios de Polonia y explicarle a varios delegados árabes qué era el pisco sour nos retiramos. Él para Miraflores; yo para Lince y a esas avenidas donde se pasea las mil y una Limas.

martes, 14 de agosto de 2012

Sed limeña


Un nuevo olor para lo fétido: Chimbote.
Una antigua canción de mar profundo: Casma.
El invierno huele a la espuma del Pacífico,
y yo con tanta sed de otras arenas.

martes, 5 de junio de 2012

De Kickstarter, directores y cuentistas: Una entrevista al cineasta Javier Colón Ríos

         Me gusta conocer a personas que les gusta contar historias. Cierto que todos tenemos el potencial de elaborar un relato con un orden temporal particular para decirle algo a alguien desde el momento en que logramos aprender nuestras primeras palabras.  La mayoría de nosotros lo hemos hecho pero no reparamos que hay personas que viven de eso, de contar. Cuando se nos cuestiona -y con toda seguridad, mientras leemos estas líneas- el escenario cambia, porque adquirimos conciencia del arte de narrar y afloran casi inmediatamente las figuras y nombres de nuestros cuentistas y escritores favoritos. Casi automáticamente se forma en nuestra cabeza la siguiente ecuación: historia + cuentista = papel. Y del papel vamos al libro y del libro se acabó. Solo al trascender esta primera instancia, logramos adentrarnos al territorio que habita Javier Colón Ríos y su anhelo de narrar en el celuloide.
–Desde antes de entrar a la universidad me gustaba editar videos –me empieza a contar Javier vía Skype, rememorando aquellos momentos en que muchos creadores aún no saben sobre qué (y ese ‘qué’ engloba todo lo posible e imposible de la vida) posarse para luego hacer de ese qué su expresión, su arte y su vida. –Mientras estudiaba Telecomunicaciones en [la Universidad del] Sagrado [Corazón], hice un viaje a Nueva York para cursar una clase de cine y TV, y ahí fue que me di cuenta de lo que quería hacer –¡encontró su qué!–: contar historias.
–Ajá... –dejo escapar esa interjección, bien boricua, para poner en duda la expresión anterior, para sopesarlo con algo de menor cuantía, o, como en este caso, emitido para provocar: –cuentas historias pero eres un director, no eres un escritor: ¿I am a storyteller?–. 
Javier no tarda en responderme, aunque su contestación viene envuelta en risas: 
–Cuando era editor veía que a los trabajos que me llegaban quería cambiarles algo para contar mejor la historia, por eso quise ser director, manejar la historia, tratar de resolver yo mismo el problema. Así hice la transición.


Mayor control, poder de cambio, ánimo de resolver él mismo el problema: síndrome de artistas y creadores. Javier está irremediablemente contaminado de esta condición y su cuadro sintomático está en su última producción, I am a Director, que actualmente está recaudando fondos en el sitio web de apoyo a proyectos creativos, Kickstarter.
–¿La meta?
–Nueve mil ochocientos pesitos. 
–Una suma no tan ambiciosa.
–Sí, es que la película ya está completamente grabada, se filmó en 15 días entre julio y agosto del año pasado. El dinero es para mejorar el audio, hacer correcciones y la música, ah, y poder recorrer la ruta de festivales de cine internacionales. La idea es participar en Sundance, Venecia y el festival de mockumentaries que se celebra en Los Ángeles. Para cada festival hay que enviar la peli, pagar el correo, crear el press kit, no es hacer la película y ya. Para todo esto es el dinero que esperamos obtener de Kickstarter.
–¿Cuánto faltan?
–Menos de $40. [A las 11:30 PM del lunes 4 de junio, ya se había sobrepasado la cifra de $9,800, asegurando ya lo que los usuarios han prometido dar.] La manera en que Kickstarter funciona nos lleva a pedirle a todos que participen para alcanzar la cifra de $9,800 porque si para el fin de la campaña que es mañana, miércoles 6 de junio a las 11:05PM, no llegamos a ese total, todo el dinero que la gente prometió se esfuma. 
–Háblame un poquito de I am a Director.
–Es una comedia, un género en el que había tocado antes en De Pura Cepa, pero en esta ocasión, utilizo el formato de mockumentary.


–¿El primer mockumentary puertorriqueño?
–Desconozco, habría que investigar. 
–¿Por qué tomaste esa decisión? 
–Yo tomé la decisión por varias razones, por el guión que pedía el formato documental pero ante la premisa que eran dos muchachos a quienes se les ocurre hacer una película en inglés en Puerto Rico para que así tenga éxito en Hollywood, entendí que no podía ser de otra forma: sátira y crítica al cine. Y, ah, por el bajo presupuesto con el que contamos.
–¿Hubo algún reparo de algún actor para trabajar en una película que se burla del proceso de hacer cine?
–Fíjate, para nada. En realidad es una sátira a los copiones. Ya tenía experiencia anterior con los actores y equipo de producción, y a la hora de filmar no dudaron en ayudarme. Vinieron a hacer cine como tal.
–¿Cómo se inicia esta historia llamada I am a Director?
–De mi propia experiencia cuando viví en Hollywood para estudiar la Maestría en Cine en el American Film Institute. Una vez regresé a la Isla y al ver el panorama de producción de cine que apasiona tanto a la juventud, me acordé de un guión que había escrito en L.A., traduje las primeras 10 páginas, hicimos un pequeño video que nos gusto y decidimos hacer la película. 
–¿Te inspiraste en algún mockumentary en particular?
–En Living in Oblivion de Tom DiCillo y con Steve Buscemi. Me gustó el concepto de behind the scenes. Pero a parte de eso, la inspiración principal es haber visto a tantos jóvenes hablar de cine como si fuera algo tan fácil de hacer cuando en realidad es difícil.


–Me cuentas que has tenido ayuda de inversionistas privados, además de la campaña en Kickstarter, ¿cómo ves todo este proceso tan complicado de  financiar el cine en Puerto Rico? Por ejemplo, ¿qué opinas de la Corporación de Cine de Puerto Rico?
La gente de la Corporación no es mala, lo que pasa es que no hay que olvidar que es una agencia del gobierno, y por su propia naturaleza no es fácil conseguir su apoyo. Claramente, la meta debe ser facilitar el financiamiento; es una de las razones por la que yo no les solicité ayuda por que era muy burocrático y me iba a tardar mucho. No podía esperar ni depender de nadie.
–¿Cómo ves la industria del cine en Puerto Rico?
–Hay mucha juventud y estamos empezando a entender lo que es hacer cine, que es un proceso lento, y que estamos dejando atrás las comparaciones con otros países. Eso es importante para así dedicarnos a pensar en las historias que queremos contar. Igualmente hay que dejar de pensar en “cine puertorriqueño” y pensar más en cine. Si así lo hacemos, lo veo con mucho futuro. 
–Cierto, te tengo que confesar que, a veces, he obviado el cine boricua por su mala, terrible calidad y guiones.
–Sí, hemos tenido experiencias de mal cine. Hay que mejorar los guiones, aprovechar el dinero que se tenga disponible para mejorar el guión. Todos se quejan que no dan dinero, pero la cosa es que es muy difícil hacer una propuesta y como es tan dificil pues no podemos llegar al primer paso para que nos aprueben la propuesta. Hay que tener cuidado en dar luz verde a proyectos que no están maduros, por lo que recomiendo darle más énfasis a la pre producción y al guión. Todavía no veo en nuestro cine que se le dé ese cariño que necesita una película para que sea buena.
Y eso que Javier llama “cariño”, no es otra cosa que ese amor por contar lo que nos pasa, eso que imaginamos, eso que queremos, y hacerlo con maestría. Contar nos acerca a lo humano, a esos primeros intentos que todos tuvimos de explicar el mundo y hacia eso está dirigida I am a Director y la ascendente carrera de este joven cineasta.
Ficha de Javier Colón Ríos
Edad: 31
Pueblo: San Juan
Directores: Realmente admiro a directores que hacen lo que quieren hacer, como Tarantino.
Tipo de cine favorito: El independiente, lo alternativo
Género: No tengo ninguno favorito en particular. Me gustaria trabajar en varios géneros, estoy abierto a cualquiera.
¿Cuál la última película que viste?: Star Wars
Película Favorita: Indiana Jones
Libro que lees: La biografía de Steve Jobs
Ciudad favorita: Berlín
Comida favorita: Spaguetti en salsa alfredo con chuleta
Qué piensas cuando das la dirección de “¡acción!” en el set de grabación: Antes de decir acción, uno hace un double check, si realmente uno esta haciendo lo correcto, si la escena está bien, y luego pensar en cuando vas a decir corte. Es más fácil decir acción que corte.
Una palabra de recomendación a los cineastas: Escriban.
Qué le dirías a la gente para que te apoye en Kickstarter: Si quieres apoyar una buena sátira de nuestro cine, dános dinero y si no también.

martes, 22 de mayo de 2012

"I am a Director" en Kickstarter

Hoja de instrucciones para reir de nuevo

1. La cosa está tan pelúa que ya casi ni te ríes y quieres reirte (en serio).

2. Tener ganas de ver buen cine puertorriqueño.

3. Chequea el trailer de la película acá abajo:



4. Listo. Ya lo viste y te reíste hasta chocar con la pared o quedarte sin respiración. O ambas. (Si no te reíste, como quiera sigue los pasos 5 y 6 que se detallan abajo y aporta, no seas un amarga'o).

5. Ve a Kickstarter para que conozcas más sobre el proyecto.

6. Si te gusta todo lo que ves, no seas tímido (bueno, realmente, no seas maceta) y Pledge in! Con tu aportación le estas dando break para que este proyecto llegue a su feliz conclusión y sea una producción de alta calidad, de esas que tanto nos hacen falta en el cine puertorriqueño.


Psst, lo más bestial de todo es que I am a Director fue filmado como un mockumentary, tipo Spinal Tap, A Mighty Wind y, más recientemente, las alocadas pelis de Sacha Baron Coen. Yeah, made in Puerto Rico!

miércoles, 1 de febrero de 2012

"A veces los trabajadores humanitarios tenían poco de humanistas [...]

[...] pronto descubrió que la comunidad de expatriados --como solían llamarse los miembros de las organizaciones no gubernamentales-- estaba plagada de individuos excéntricos, amargados, tozudos y soberbios . . . Muchos de los cooperantes se veían como salvadores o mesías, seres excepcionales que merecían el reconocimiento (y de paso la sumisión) de las víctimas; otros parecían tomarse su estancia en lugares tan miserables y exóticos como los territorios ocupados --sucedía lo mismo en África, en el sudeste asiático o en Haití-- como si fuese una temporada vacacional que, además de proporcionarles entretenimiento, les permitía presumir su altruismo; unos más no se diferenciaban de otros burócratas y repartían la ayuda con la misma displicencia con que hubiesen llenado formularios en una aduana.

. . . le escandalizaba la apariencia y la actitud de algunos de sus colegas: llegaban al campo de refugiados en jeeps último modelo, rodeados de choferes y asistentes, vestidos como si fuesen a un safari, luciendo sofisticados sistemas de radio; hablaban un idioma incomprensible, trufado de términos ambiguos o eufemísticos --beneficiarios, países en vías de desarrollo, personas con deficiencias nutricionales--, atiborrado de siglas y abreviaturas ignotas. No era raro que los propios cooperantes se burlasen unos de otros y se inventasen nuevos nombres: SC (Save the Children) se volvía Shave the Children o Save the Chicken, MSF (Médicos sin Fronteras) devenía Médicos sin Futuro, ACF (Action contre la Faim) se transformaba en Action contre les Femmes o MDM (Médicos del Mundo) en Médicos de Mierda."

-Jorge Volpi, No será la Tierra
(2006)


lunes, 30 de enero de 2012

Ese rico temblor de vida

Siempre me pregunto, ¿a qué habré venido al Perú?

Esta madrugada fácilmente pude haberme convertido en papá. Pude no es el mejor verbo, mejor 'podría', ya que todavía cabe la posibilidad de que pueda convertirme en uno y por eso le escribo estas líneas a ese hijo o hija que hoy he podido concebir. Le escribo porque tenía miedo pero ya no. No tengo temor. No. Ni que la mujer que amé este madrugada sea su madre. Ni nada de eso. Me siento feliz de que exista esta posibilidad --de que un impulso me lleve a escribir esta nota, mientras me tomo el primer café del día, una hora después de que ella se haya ido-- en este universo que me ha tocado habitar y que otro ser humano vaya a unir irremediablemente nuestras vidas. Para bien (este no es el momento de pensar en el mal).

No me asusto. Más bien me siento tranquilo, como si mi suerte dependiera de un juego en las que no tengo la oportunidad de perder. A salvo puede ser una mejor frase; vivo, un mejor verbo.

Ser o no ser padre y partir de la inexperiencia. Se acerca el fin de una era, unos años y el comienzo de otra en la milenaria Lima que nunca cesa. Como el torpe impulso de reproducirnos por algo que llamamos amor.

Muy consciente estoy que un nacimiento no es otra palabra más. Pero como Ribeyro, que solo podía ver la realidad a través de sus cuentos, ahora solo veo mi realidad mediante palabras. Otra palabra más que seguirá a muchas otras y que desembocará (si no es ahora, será en alguna otra zanja del tiempo) en un nombre.

Un ella o un él.

¿Habré venido a Lima para ser papá?

domingo, 8 de enero de 2012

Mirar a Miraflores II - 2.2, 2.3 y 2.4


II. Sanguchito para continuar

2.2

Rebuscamos por los anaqueles y mesas de las cuatro o cinco librerías miraflorinas que entramos. Yo recordaba el momento en que nos habíamos conocido hace ocho años en la biblioteca de nuestra universidad. Los dos nos encontramos en el punto donde la literatura nos hermanaba como peruanos: Mario Vargas Llosa. Ambos queríamos leer algo del escritor arequipeño porque estábamos cansados del inglés. El tomó Conversación en la Catedral y yo, La tía Julia y el escribidor lo que, semanas después, luego de habérmela terminado empecé a decir Varguitas (como, por ejemplo, "ese Varguitas, es un maestrazo") cada vez que me refería a él en las discusiones que solía tener con Rabel y otros amigos. Ese día yo no buscaba libros de él ni de otros autores del boom y no es porque ya Varguitas (¿ven?) no siga representando lo que fue. Es que una vez descubres la lectura, el afán es de continuar haciéndolo e ir probando nuevos mundos o más bien, acariciando pieles --porque la palabra siempre es como una piel-- es una tentación difícil de evitar, por lo que las lecturas iniciales, aunque les guardas cariño, no te provocan como las fronteras de nuevos o desconocidos escritores. Ahora yo realmente me dedicaba a buscar la forma de perder a una mujer. Escuchaba a Rabel pero pensaba en otra. Buscar el olvido es una actividad sublime. Y yo lo hacía de esta puertorriqueña que me hacía pensar en Cortázar con amor y no con la indiferencia que siempre lo había tratado. Entrar a las librerías era excusa para probar si realmente me había olvidado de ella y de lo atrasado que estaba en mi afán de publicar. Me sentía perdido: 30 años y ningún libro. Ninguna reseña ni placer de ver, tan siquiera, el cortísimo nombre mío en la cubierta de un cuaderno perdido entre títulos de verdadera importancia. Mi nombre solo al lado de las fotos de mis comidas, de mis status de Facebook, de mis míseros tweets. Mi nombre solo al lado de un amor que nunca quise que fuera. Solo así podía olvidarla: enumerando mis fracasos, lo que me parecía, muy en el fondo, algo divertido.

2.3

Días después, me comí dos sánguches en Mientras Tanto, un local improvisado sobre la Avenida Grau en Barranco para pasar la tormenta desatada entre los herederos del fallecido Juanito, nombre también de uno de los bares más emblemáticos de este distrito y de toda Lima y centro de la controversia. Un bar tradicional en los que se evoca, cada vez que uno entra, un brillante recuerdo colectivo que siempre se ve más lúcido a pesar del polvo y de los años.

Fueron dos los sánguches de esa noche: uno de jamón del norte (cuya sutilezas se me escapan cuando tengo que compraralos con los otros jamones que lo acompañan en las vitrinas de toda bien respetada sanguchería peruana) y el otro de asado (improbable no pedir uno de estas belleza: la versión peruana de la boricua carne mechada). Fueron sánguches fríos, de carnes guardadas sobre el mostrador, detrás de un cristal, a la temperatura fresca de las calles barranquinas. En la TV estaba el juego Perú-Paraguay de las clasificaciones mundialistas. Cusqueña helada a pesar del frío (esto era principios de octubre en un año en que el frío no quería despegarse de Lima, adherido sin tregua sobre la ciudad hasta el verano, como todo un Lucho Ponce y su comida) y a pesar de estas carnes desprovistas de calor pero inmensamente sabrosas. La diferencia con otros tipos de sánguches similares redundaba en el pan: óvalos levemente crujientes en el exterior y suaves por dentro, a pesar de la noche.

Era un viernes, Barranco y yo. Sánguches sin queso, fríos, y una Cusqueña: Barranco en octubre. Llevaba ya unas semanas de vuelta al papel del extranjero (quizás el mejor que me queda). Sin compañía, por supuesto, manoseando a Lima sin guante ni lubricante. Recorriéndola sobre su truncada columna vertebral, el Metropolitano, financiado gracias al Banco Mundial y que ahora pasa por la misma ruta que alguna vez tomara el tranvía (tan ineludible de la memoria de mi papá) hoy largamente desaparecido desde 1965.

Afuera de Mientras Tanto, aunque el mar no estuviese justo en frente del negocio, su sabor y olor se había quedado con las callecitas barranquinas. El vaho marino era como un manto sobre mi cabeza. Vaho que me acompañó dos semanas después, esta vez a Miraflores.

2.4

Horas antes, si mirábamos a los condominios que uno por uno se levantaban, como hongos, sobre el cielo miraflorino --y sobre las antiguas casas señoronas que alguna vez ocupaban esos espacios) hubiésemos visto la humedad del mar, como un humo blanco, espectral, enredándose sobre los balcones. Rabel no me acompañó esta vez. Más bien caminaba junto a una nueva amiga, Lupe. Nos internábamos por las calles residenciales de Miraflores para dar con El Enano, una juguería y sanguchería en la esquina de la Arica con la Chiclayo. 

Había visitado el lugar antes, pero cuando esa primera vez escuché el nombre, rápido lo asocié con la palabra chaparro e, irremediablemente, con la comida mexicana. En aquella ocasión, mientras me acercaba al lugar, todo --la localización a modo de 'L', toldos verdes guareciendo a los comensales que se sentaban sobre sillas altas de bar, atornilladas al piso; el menú escrito en tablas enmarcadas a lo largo del borde superior de las paredes  y la tipografía del nombre-- me hizo acordar de algunas de las taquerías de Puerto Rico que se encuentra al borde de las carreteras. Creía que mi intuición estaba errado hasta que, luego de leer la totalidad del menú, pude comprobar que luego de la larga lista de sánguches (fácilmente unos 20 ejemplares distintos), proseguía la pequeña e improbable sección de enchiladas y tacos. Con el honor en alto, pude comprobar que las trampas asociativas de mi mente no habían fallado. Capaz el dueño, el famoso enano, era mexicano. Pero no, el triunfo sirvió de poco. El Enano era peruano y como tal poseía un cruel apodo a la peruana enfocado en su debilidad más evidente: el hombre era, según me han contado, un verdadero enano.  Esta persona trabajó por varios años como encargado de la bodega de enfrente y siempre quiso hacerse de la esquina que todos los días, tardes y noches veía al cruzar la calle. Ese lugar que hoy es el lugar que muchos limeños llaman la "mejor juguería del mundo". Y sanguchería puede que también, pues, ¿en qué otro lugar sino en el Perú las a veces relegadas hamburguesas entran a la carta de los sánguches sin miramientos? Ahí están, algunos dirán, rebajadas, agolpadas, contra otras especies de sánguches, pero yo creo que se les hace un favor enorme. Tan enorme como la hamburguesa hawaiana (con dos rodajas de piña levemente glaseadas) que tuve que comerme y que he seguido recordando con mucho cariño. Sino, pregúntenle a Lupe.

La tribu errante