martes, 19 de octubre de 2010

La Caperucita Rubia y el Lobo Feroz

Los hombres latinos tenemos una debilidad por las rubias y si son gringas pues aún mejor. Es como estar inconscientemente manchando su blancura imperial con nuestra mezcla de razas tercermundista. Pelo pasita, rizo o raspacoco, no importa, lo importante es que seas medio brown y que no manejes bien el inglés. Es el truco viejo del lobo: que no la entiendas para que, acercándote, la escuches mejor. Ni Caperucita con toda su inocencia se salvó y esta estudiante de periodismo por poco no se salva de las fauces de uno de los nuestros, Jorgie "Lobo Feroz" Navarro. ¿Para qué llamarle bellaco (como lo han hecho en la blogósfera y las redes sociales) si la mayoría en este país es uno? Pongámosle mejor ese lindo apodo, igual de infantil que sus explicaciones al mediodía de hoy. (Actualización: el miércoles 20 de octubre Navarro finalmente se disculpó con el pueblo, luego de haberse negado a hacerlo en la víspera. ¿Presiones político-morales del Gobernador Fortuño? You bet.)

Este no es sino el más reciente caso de la doble moral que aqueja al país. Hay varios aspectos que me preocupan. Primero, la dimensión de vergüenza general que siente el puertorriqueño cuando barrabasadas boricuas salen en la televisión norteamericana. Al igual que con el llamado megaoperativo de hace dos semanas, en este país se sufre más cuando nuestro papá nos viene a regañar. Esto quiere decir que estamos inoculados con sentir si quiera algún tipo de vergüenza cuando situaciones parecidas ocurren entre nosotros. "Es parte de la fauna boricua", se excusan algunos. "El puertorriqueño es así, charlatán y buscón", es lo que decimos y al decirlo se hace realidad. Son cosas de familia que hay que simplemente dejarlas ser.

Esto lleva a mi segunda preocupación: si el boricua es esto y lo otro, ¿entonces por qué tanto revuelo con una conducta netamente orgánica? Jartarse a palos en cada oportunidad y bregarle
heavy a las mamis, ¿acaso no es 100% puertorriqueño? Y esto no es un comportamiento de las comunidades de bajos ingresos y pobre educación, esta es la conducta general del puertorriqueño a cualquier nivel. Dentro de este apartado sale a relucir la manera simplista en que gran parte de la blogósfera boricua ha tratado esta noticia. El internet boricua muchas veces funge como lo peor de la prensa amarillista. Escándalo, es un escándalo. Aparte de que tuvo la malapata de que su intento de amor a la boricua quedara grabado, ¿qué otra cosa hizo este señor que otros, inclusive, los que hablan buen inglés, no hayan hecho?

Aquí es entonces que vienen los otros puntos de discusión que sí cubrió la otra parte de la blogósfera y algunos reportajes de prensa. Jorge Navarro es, no sólo un representante del pueblo puertorriqueño, sino una persona casada descrita en su perfil legislativo como una persona que "siempre ha visto el servicio público como una vocación de amor y respeto al pueblo. Jorge es un hombre de convicciones y metas altas. Fuera de la Legislatura, Jorge es un hombre sencillo, padre, fanático de los deportes y de la naturaleza." Y, cabe añadir, de parties bien mostros pagados por sponsors.

Padre de familia y deportista, esta persona de "metas altas" también cree en la "alta meta" de la estadidad para Puerto Rico. Para lo que nos leen de otros países, entiendan que esto es otra razón por la que este intento de ajosicarse a una rubia tuvo el efecto mediático que ha tenido: la prensa en este país le encanta pelar a los militantes y políticos proamericanos que quieren ser parte de EE.UU. pero no saben hablar inglés. Según los humoristas de El Ñame, Navarro es tan incompetente con este idioma que no sabía ni decir 'no'. Vale la pena recordar al Senador Roberto Arango, también del PNP, haciendo de las suyas con El Difícil a principios de año.

Luego de este análisis inicial tenemos la siguiente configuración de este lamentable personaje: Jorge Navarro es tan bellaco como cualquier otro puertorriqueño sepa o no hablar inglés; le gusta la bebida como a la mayoría de los boricuas; es otro político más de derecha que procura imponer unos "altos" valores mientras él mismo los barre por el suelo porque "estaba fuera de sus funciones legislativas". Este perfil da justo en el blanco de los problemas de género y de solidaridad que afectan a las sociedades post-industriales (aunque Zizek teorice lo contrario) de consumo en masa. Me explico.

Hombres y mujeres caen en el consumo del cuerpo y la apariencia como mera comodidad que hay que poseer. Hay mujeres tan bellacas como los hombres; hay mujeres tan machistas como los hombres y esto, claramente, no está resolviendo nada. Al entrar en este círculo de que el hombre es más macho al acostarse con más mujeres y la mujer menos pendeja al acostarse con más hombres, estamos alimentando los mismos tipos de prejuicios de género y atentando contra algo que se llaman valores. Sí, es una palabra difícil porque decirlo en estos momentos puede provocar una violenta respuesta de los más progresistas, pero tampoco podemos ir proponiendo una sociedad que carezca de valores.

La heterogeneidad de una sociedad puede llegar a una serie de valores inclusivos que se fomenten sin incidir en la intimidad de las personas o sus estilos de vida. Una cosa es hacer las payasadas que hacen los políticos, sobre todos los conservadores, de oponerse a medidas legislativas por valores religiosos y morales, mientras en sus vidas privadas son pedófilos, hostigadores sexuales y sepa uno qué otras cosas más. Otra, sin embargo, es proponer y provocar un diálogo en que todos los sectores de la sociedad se pongan de acuerdo en un conglomerado de valores comunes y necesarios para construir un país más justo y solidario.

El rampante indvidualismo y el consumo como meta de vida socavan valores tan elementales como la honestidad, la empatía y la solidaridad. La moral de pacotilla y las reglas sociales arcaicas contribuyen de igual manera a que las personas dejen de ser auténticas y claudiquen ante la presión social de ser como otros quieren que sean. Y esto es, precisamente, el propulsor interno para que el policía haya aceptado la trampa de los federales, el abogado haya aceptado jugar sucio para ganar el caso y para que el "Lobo Feroz" Navarro y otros políticos hipócritas como él digan una cosa y luego hagan otra; la doble vida de Jorgie Navarro...como la doble vida de muchos otros, incluyendo los que se llenan la boca de "ah" y "oh" ante tan patética noticia.

El excepcionalismo boricua, la noción ya convertida en realidad de que aquí siempre se hacen las cosas al garete y el más joseador es el que gana, se tiene que acabar. El problema es que este cuento de hadas se ha quedado por mucho tiempo en el disco rayado de nuestro inconsciente. Y andamos como país al igual que dos de los tres cerditos:
pasándola bien y solamente buscando la salvación cuando ya no queda nada más que salvar.

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La tribu errante