O cómo Dean nunca pasó, se fue y la gente a Plaza inundó.
Fuimos a Plaza para ayudar a El Capitán de la Pluma de Ganso con su ajuar estrafalario. Llegamos porque los vientos nunca llegaron y la lluvia sólo nos hizo la mañana más rica para retozar en la cama y la tarde más amena para una crema de yautía o calabaza. La de yautía comió ella, pero El Capitán no tuvo reparos en pedir la de calabaza: prefiere la variedad sobre todas las cosas.
Plaza inundada. No sólo por la tribu, sino también por la tribu de los turistas que Dean espantó de las playas y las barras frente al mar, de los hoteles y la zona marítimo-terrestre. Sí, estaba nublado ese sábado de mediados de agosto, pero la lluvia no llegó sino hasta entrada la mañana; la lluvia que con una fuerza hermosa bañó las calles y aceras del Área Metropolitana.
El Capitán en las tiendas: qué espectáculo señoras y señores. Se siente perdido, incomprendido, casi destruido. La Jevota la mira con reprobación: más que un jíbaro malo eres un cafre de los malos. La tribu se ha apoderado de él y él lo niega diciéndole que ni por un segundo aceptaría comprarse una camisa con un águila encima. Dicho esto, procedieron a salir de American Eagle.
Entran las chicas de Mr. Pretzel's. Están por todo Plaza, no hay manera de evitarlas y El Capitán en toda las bandejitas mete el dedo: lo mete ya lamido para que se le adhiera más azúcar a los dedos.
Gap. Entran y muchos minutos después salen: ropa bien pensada y escogida por la Jevota de los Sombreros aunque, por desgracia, no compraron un nuevo sombrero para el Capitán: ¿treinta dólares por un sombrero? Con el de plumas me basta. La Jevota dijo OK y dicho esto procedieron a salir de Gap, pero no de Plaza, ni de la familia dispersa de El Capitán que se presentó todita a Plaza con la descarada intención de sorprenderlos, de raptarlos y verlos cómo se comportaban en acción. Acción que por supuesto se vio congelada hasta que la cercanía de las manos de la Jevota lo descongelaron del pudor y acercándose le dio un beso en los labios: un beso intenso por el ardiente pique -no por las lenguas- que segundos antes había ingerido nuestro Capitán en el restaurante mexicano para creerse el más macho de los macharranes, ¿o capitanes?
5 comentarios:
Plaza: it's a jungle! Al menos no se toparon con las stalkers lubricantes. Me explico: unas chicas que están embadurnando de crema a diestra y siniestra. Luego te miran mal cuando uno corre al otro lado evadiendo el embarre.
Jajajajaja, es cierto madam, pero me encantan las esponjitas que le sacan brillo a las uñas milagrosamente. A proposito Luis Ponce, que charra es esa Jevota...
madam:
Las "stalkers lubricantes"...que buen título para una historia...habrá que sugerírselo a Emilio del Carril ahora que ha sacado su libro de cuentos eróticos.
olga mesmer:
Tan charra como Sabrina? Queee? No la has visto? Disfruta:
http://www.primerahora.com/noticia/
musica/espectaculos_asi/vive_mucho_
con_demasiao/106757
Lamento decir que mi hermana fue de las "stalkers lubricantes" en una época (trabajo es trabajo, ¿no?)
Eso sí, el término está espectacular...
se presta para un cuento con ritmo de esos que escribe olga mesmer
anahí:
De acuerdo, trabajo es trabajo...espero que tu hermano no se haya ofendido por la entrada. Jum, quizá haga falta un "disclaimer" en este blog.
Aprovecho para corregir el nombre de la "artista" reseñada en Primera Hora. NO es Sabrina, sino Samaris. Recomiendo que lean su...¿historia?
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