El amor y el interés...
Como todas las tardes Chú se dirigió al “Senado” un gacebo donde se reunía con sus amigos Lorenzo, Esteban y Ramón, a jugar dominó hasta cansarse. Hablaban de todo y de todos. Los cuatro estaban retirados y sobrepasaban los sesenta y siete años. Chú, tenía una manía. Era un viejo de barrio que para cualquier situación usaba un refrán. Cosa que a unos gustaba y a otros fastidiaba. Hacía varios años que Chú había enviudado, pero vivía con una mujer mucho más joven que él la cual había 'rescatado' de la mala vida.
—Chú, avanza viejo… Cada vez llegas más tarde. No me digas que la edad ya se te está reflejando en los pies —dijo Lorenzo, a la vez que le retiraba la silla para que se sentara.
—Ay muchachos, es que a mocedad viciosa, vejez penosa —contestó, mientras sus pensamientos se remontaban hacia su juventud entre bailes, mujeres, bares, juegos... A todo eso le atribuía el agotamiento.
—Oye, viste las noticias como ese tipo se escocotó de la motora —comenzó a decir Ramón, entregándole las siete fichas—. Pero es que no saben, que no se puede hacer dos cosas a la vez.
—Bah, hoy no quiero discutir noticias. Hola Lorenzo... Hola Esteban ¿cómo están? Este no se calla, parece que tiene un hermano mudo. No me deja ni siquiera saludarlos.
—Hola Chú —respondieron al unísono.
Él estaba molesto, había tenido una discusión con su mujer la muy sinvergüenza, decía Chú, había llegado a las 4:00 de la tarde, desde el día anterior cuando salió, diz que a hacer limpieza en la casa de doña Esperanza en El Condado.
—No sé que hacer con mi mujercita. Figúrate que no se apareció hasta horita.
—Bueno Chú, si estás en ese lío no es por falta de consejo, bastante que te advertimos que no te metieras en esa hipoteca, ahora aplícate el cuento… que el que nace pa’ martillo del cielo le caen los clavos —le dijo Esteban, señalando al cielo con el dedo índice.
—Te dijimos que tuvieras cuidado con esas muchachas, que lo único que les gusta de los viejos es el seguro social. Se ponen bien cariñositas los días tres y el resto del mes les apestas —siguió hablándole Ramón.
—Ahora eres tú el que me dices refranes.
—Bueno... el que anda con cojos al año cojea. Además, acuérdate también de dónde sacaste esa “joyita”: permíteme decirte que lo que es del mar al mar vuelve.
—Chico, es que viejo y solo era una combinación imposible de soportar. Tú como tienes a Cuca, pero si estuvieras en mi lugar otro sería el cantar.
—Salió el doble seis —dijo Lorenzo, poniéndolo con fuerza sobre la mesa, para desviar el tema y comenzar el juego.
Chú miró sus fichas y puso el 6-5... Esteban, el 6-4. Ramón el doble 4 y Lorenzo el 5-4.
—Va a cuatro… —dijo Chú—, cuatro años de mi vida con esta mujer que lo único que me ha provocado son conatos de ataques cardíacos, ya en la sala de emergencia me conocen.
—Chico no te quejes, con razón a alguien se le ocurrió escribir esa bachata “que me las peguen, pero que no me dejen”. Concéntrate en el juego, viejo masoquista, que vamos a perder por tu culpa —le dijo Ramón un tanto malhumorado.
Jugaban, discutían, se movían y gritaban, en eso pasó un jovencito en una bicicleta y gritó Chú... Chuvaca. Así le decían en el barrio, haciéndole alusión a la infidelidad de su mujercita.
—Un día de estos vas a ver lo que va a pasar, charlatán —le respondió Chú, parándose y tocándose el bolsillo derecho.
—Oye, Chú, ahora eres actor de Hollywood, no te puedes quejar —le dijo Esteban riéndose, a la vez que ponía el 4-1.
—Amigo es un peso en el bolsillo y con amigos como tú no se necesita enemigos.
Continuaron el juego. Ramón, Lorenzo, hasta que a Chú le quedó una ficha.
—Una ficha —decía, dándole vueltas sobre la mesa y viéndola girar. Como también le daban vueltas en la cabeza las palabras del hombre de la bicicleta: eso no le gustaba para nada, sin embargo... a cualquier dolor paciencia era lo mejor.
—Paso —dijo Esteban.
Ramón puso el 6-2.
—Paso —dijo Lorenzo chocando una ficha contra la otra.
—Gané —dijo Chú, colocando el 6-3, su última ficha. «Seis balas y acabo con la tercera persona... el juego me estaba dando un mensaje», pensó.
Se levantó, no quería seguir jugando, se despidió y se fue caminando, escuchando en su mente varios refranes: afortunado en juego, desgraciado en el amor... Amor y dolor son del mismo color... La zorra muda el pelo, pero las costumbres no… Perro huevero aunque le quemen el hocico, y no dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy.
Se detuvo enfrente de un contenedor de basura que había cerca de su casa, se metió la mano en el bolsillo, sacó su arma, «6-3, seis balas y la tercera persona muerta... tercera persona muerta... tercera persona muerta» levantó el arma lentamente, la acercó a su cabeza… pero la arrojó dentro del contenedor. Siguió hacia su casa. Su mujercita lo recibió con un apretón y un beso, era la víspera del día tres. Chú sonrió, cerró la puerta y dijo... vamos a la cama mujercita... que sarna con gusto no pica.
Evelyn Rodríguez (Fajardo, 1964) se inició escribiendo poesía y cuentos para niños. Solamente es caridura (como se le conocen a los fajardeños) cuando juega dominó, uno de sus pasatiempos favoritos. Aparte del dominó, no se preocupe, porque Evelyn le pone buena cara a todo lo demás.
1 comentario:
Me encanta el dominó y soy refranero. Ojalá que cuando viejo no me dé con ser un cornudo agradecido. Buen relato. Me gustó mucho. Buen juego de las fichas, los refranes, los pensamientos, la conversación... la vida. Felicidades Evelyn.
Publicar un comentario