La algarabía dura poco porque muchas veces lo que prometías (o lo que de ti decían) no se cumple. Entiendo que esto es algo injusto de nuestra parte y tú lo debes saber, pero el problema es que no dices nada. Llegas y callas, como una amante que está a punto de dejarte y no sabe qué decir ni cómo actuar y como quiera llega, se aparece y se acuesta contigo. Pues así eres y todo luce indicar que esta vez tampoco vas a cambiar o salir del cuarto sin seducir a nadie.
Así la gente entra en depresiones porque rememoran tiempos mejores o simplemente te temen porque saben, muy dentro de ellos, que tú puedes significar más de lo mismo: la impotencia, la violencia, la música mala, la gente que rejode, y los cortes de pastelillos que te hacen nacer de nuevo.
Llegas (eso dicen) pero al final realmente no llegas porque nunca te has ido. Eres el de ayer y nosotros, aunque pretendamos ser diferentes, cambiar mediante resoluciones y buscar la fórmula para perfeccionarnos, permanecemos iguales: somos también los mismos y lo sabemos, pero no hacemos nada --callamos-- porque así nos enseñaron que todo sería más fácil.
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