Los vientos de abril
Por: Luis Ponce Ruiz - Estudiante de Derecho
Vientos atribulados y violentos se ciernen sobre el país.
El huracán azul de noviembre no pasó y se fue: se ha estacionado sobre Puerta de Tierra y desde allí las ráfagas llevan, en su ímpetu, aire de discrimen, lluvia de fanatismo político y escombros de vendetta contra no sólo la libertad de expresión, sino contra cualquiera que no se suscriba al pequeño lindo mundo de los valores correctos, de la moral absolutista y de la fe servilista-libremercadista de la mayoría legislativa.
Un viento de fuego que pretende incinerar las protecciones constitucionales desde la separación de iglesia y estado hasta el derecho de la intimidad que cobijan a todos los ciudadanos e instituciones por igual. Fuego con la efe de Fortuño para saquear a la Universidad de Puerto Rico. Ahora todo el que no coma la hostia azul no sólo es un torcido, sino un terrorista. Una revisión del Macartismo , esta vez bajo la sombra de una palma que se crece en la fiebre de Bush.
Una ráfaga de venganza para acallar al Colegio de Abogados. ¿A qué se debe esto? ¿A un resentimiento más antiguo que su defensa de los valores nacionales? ¿A su condena del colonialismo y a los poderes omnímodos federales? ¿Un odio visceral por ayudar a los más pobres o por hacerle un velorio a un patriota que derramó las vísceras por este pueblo chico?
Es pues, un huracán de miedo. Terror a lo distinto. Obtuvieron mayoría y ahora, ya es evidente, se sienten más amenazados que nunca, porque, ¿de qué otra manera explicar el constante hostigamiento contra los que apoyan el derecho de las mujeres a abortar, de los homosexuales a amar, de los universitarios a estudiar y de los disidentes a diferir?
El país necesita soluciones para los desempleados, oportunidades para el pobre que hoy --gracias a los excesos de los más ricos-- es más pobre aún. A acabar con el problema del crimen legalizando y medicando las drogas que hoy son ilícitas. A asignar los fondos necesarios y más que merecidos, a la Universidad de todos los puertorriqueños. Pero mientras el legado conservador en los Estados Unidos lo están barriendo fuera de la casa, en Puerto Rico está entrando por la cocina y el aula, amenazando la conciencia y la inteligencia.
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