El martes 21 de junio me encabroné con el revolú que se desató en el Museo de Arte de Puerto Rico. Era la primera noche del Film Forward del Sundance Film Festival auspiciado por la
Sociedad de Cine de Puerto Rico. La idea no estaba mal: barra abierta para el público que se diera cita a la gala de apertura y, luego, apreciar el documental chino
Last Train Home, del director Lixin Fan. El gran problema es que el teatro Raúl Juliá quedó súper chiquito para acomodar a toda la gente que se dio cita, incluyendo a las personas como yo que pagaron $4 de
parking y dieron el donativo de $5 para ayudar a la causa del cine.
El documental estaba pautado para empezar a las 7:30PM, pero fue recién a las 8:00PM que se empezó a rumorear entre los presentes que abrirían la sala. ¿¡Y para qué fue eso!? Pues para restregarnos en la cara que sí, en efecto, la cafrería perdura hasta en los hispters, divos y divas de la movida del cine local --y, sobre todo, luego de la visita histórica del POTUS. A la hora de entrar a la sala no hubo ni un intento de hacer una fila ordenada. Y las doñas y dones con sus trajes --e invitaciones (luego doy detalles de esto)-- nos pasaron por el lado a los amateurs, a la plebe que, curiosa por el cine y no en desplegar sus telas ni conocimientos especializados, habíamos esperado pacientemente y muy cerca de la puerta para poder entrar. Mientras nosotros esperábamos y hablábamos sobre los proyectos de los artistas sin dinero y que, a pulmón, realizan sus producciones, las pseudo luminarias de la intelligentsia cinéfila se atragantaban los tragos en la barra o en la sección VIP del segundo piso, muy confiados de que entrarían a la sala porque tenían invitaciones para la Gala. Un detallito que a los organizadores del evento se les olvidó mencionar en su convocatoria y publicidad.
Así que, luego de pagar $9, tomarme un pequeño trago de vodka con tónica y casi dos horas y media haciendo, primero la fila para pagar el donativo, luego la otra para tomarme algo y, finalmente, la no-fila para no ver el documental, sentí que me habían tomado el pelo.
Lo primero que hice fue decidir a quién le iba a reclamar. La falta de coordinación e información era evidente y recaía principalmente en la Sociedad y el Museo. Pero lo más que me jodió inicialmente fueron los $4 del estacionamiento (una oferta para el Festival de Cine, según un letrero que tenían pegado en la ventanilla de pago) para estar parado en el atrio sin hacer mucho. Le tenía que reclamar a ellos; quería mis cuatro pesos de vuelta porque no había visto el puto documental. No movie, no parking.
De este modo inició entonces el juego de ping pong al que nos tienen acostumbrados la gerencia del capitalismo. El estacionamiento, claramente, era privado y nada tenía que ver con el Museo, no importase que estuviera en sus predios. Normal. Eran casi las nueve de la noche y no había nadie en esa oficina de boletos ni en el Museo que me pudiese ayudar. Yo odio moverme en auto en Puerto Rico, por eso no tengo uno. Trato, en la mayor de las veces, tomar el tren, las guaguas, las lanchas, pon...de todo menos el carro porque después del odio a los tapones y a los conductores, está la úlcera del vía crucis para encontrar un estacionamiento y bregar con los cabrones de los parkings, estas compañías privadas que te cobran fracción en fracción, y ahora hasta en las calles de San Juan City con los monederos esos. Esa noche fui en un carro porque esperar una guagua en la noche desde Bayamón hasta Santurce es una misión imposible.
Mi vendetta estaba, pues, bien dirigida a recuperar mis $4; los $5 eran mi acto de apoyo al cine. Pero ese gesto benéfico tuvo que limpiarse pa'l carajo porque, luego de hablar con la guardia de seguridad del Museo (la que me dijo el truquito ese de los boletos para los VIP's y otros invitados repartidos de antemano), tuve que hablar con uno de los muchachos de la Sociedad que también servía de ujier que me pidió que fuera y enviara privadamente mi reclamo, pero que en esos momentos, el Señor Presidente de la Sociedad estaba muy cómodo en su butaca, disfrutando del filme.
Bien, entonces, «¿qué puedo hacer yo ahora?», le pregunté. Luego de insistirle ante sus respuestas redundantes, este muchachito me dijo que hablara con una de las coordinadoras del evento: una mujer guapísima que muy amablemente, me sugirió que lo único que ella podía hacer era devolverme el donativo, o sea, lo menos que quería...pero...(y siempre hay 'peros') luego de haber sido la pelotita de ping pong de la noche, del sudor (esa noche del martes estaba candente), del tiempo perdido, del encabronamiento con los anormales del parking, tuve que coger mis $5 de vuelta. No lo hice con miedo, ni con pachó. Fue con la cabeza en alto, porque, a pesar de mis mejores intenciones, yo tenía razón y mi malestar tenía que ser remediado al instante, no mediante una carta al Señor Presidente, blah, blah, blah.
Los tomé. Sentí un pequeño alivio pero todavía apretaba mis manos en puños y sentía una aureola de odio fulgurando sobre mi cabeza. No aguanto el tradicional revolú boricua, las jaiberías de la supuesta clase rica, artística y emperifollá de este país (todavía me acuerdo cómo una ex jueza que tuvo amoríos con un ex gobernador y que recientemente publicó sus memorias, se me coló en la fila de la presentación magistral de Gioconda Belli en el Primer Festival de la Palabra, para procurar lo que todos queríamos, el autógrafo de la escritora), los pseudos trabajadores de la cultura y los más-más, los apellidos y conocidos de la élite, y la sumisión de muchos que se quedaron fuera, que solo patalearon y al final se fueron a darse par de palos más por ese Santurce-Manhattan que se asoma frente al terreno baldío al lado del Museo que sirvió de estacionamiento para los que no querían pagárselo a esa compañía de parking maldita. Tal vez tuve que haber estacionado allí. Tal vez, tuve que haber respirado hondo como siempre hago para evitar confrontaciones. Tal vez, tuve que haberme quedado al lado de esta diosa del cine independiente con la que estuve hablando por buena parte de la noche y que luego (como suele ocurrirme) se me perdió.
O tal vez me hubiese quedado en casa, tranquilo, sin hacer nada, quizás leyendo...Pero hacer eso hubiese sido claudicar. Dejar que la irreverencia y la incivilidad prevista y que nos caracteriza en este tipo de actividades saliera impune.
Tomé los $5 de vuelta y ya en mi auto, tuitié lo siguiente:
Un MEGA el sa'l pa' fuera que organizaron esta noche la y . Y ni me hables de los cabrones del parking.
Al otro día, @SociedadCinePR lanzó esto:
HOY Continuamos con el festival Sundance Film Foward en el Museo de Arte de Puerto Rico. Tendremos proyección en...
Yo les respondí:
hagan TODO lo posible para no repetir el FIASCO de ayer
Y ante esta acertada sugerencia que tuitiaron, in all caps (¿?) después...
HOY SUNDANCE FILM FORWARD EN EL MUSEO DE ARTE DE PUERTO RICO, PROYECTAREMOS EN EL TEATRO RAUL JULIA Y EN EL ATRIO...
...los felicité:
Excelente! Muy bien pensado.
Entonces, en unos tweets que se desaparecieron (suelo borrar todos los correos que me llegan de Twitter) cuando finalmente la Sociedad me dio unfollow luego de mi último reply que más abajo les incluyo, me acusaron de estar difamándolos y que debería ser más respetuoso al hacer mis quejas (total, a quien les dije cabrones fue a los cojudos del parking) y utilizar los canales privados para llevar mis reclamos. Ajá, yo les respondí:
¿Difamación? ¡Si no cabe duda del de ayer! Además para esto mismo existe el Twitter. Si no aguantan la presión...
Y no la aguantaron porque me bloquearon. Si no haces las cosas bien, debes reconocer tus errores, más aún si tienes un perfil cuasi-público como lo es Twitter.
Ahora, espero que la gente de la Sociedad no me vaya a demandar como lo ocurrido en Taiwan a
esta crítica de restaurantes. Entiendo que tienen cosas más importantes que hacer, como organizar bien sus eventos y utilizar el Twitter para borrar las críticas y la disidencia.
Ellos están en su derecho de hacerlo como yo en el mío de escribir lo que quiera en mi Twitter y blog.
"Cámara por favor..."