Encontrar una sopa en Buenos Aires es como procurar vegetales frescos en los supermercados de Puerto Rico: una misión casi imposible. Hoy finalmente tomé una de cabello de ángel en el restaurante Plaza España en la Avenida de Mayo. ¡No podía creerlo! Entre tanta pizza, empanadas, pastas y bifes, había encontrado una sopa. Rico caldo y fideos que me cautivaron. Comencé entonces a acordarme de mi viejo quien fue el que nos enseñó a mis hermanos y a mí a tomar sopas. Él es peruano y como allá se come sopa todos los días, él necesitaba -y todavía necesita- su sopita a la hora de comer. Y mi mamá, quien hoy cumple años, aprendió a hacer una variedad increíble de ellas, además de cremas riquísimas que poquito a poco nosotros comenzamos a apreciar porque al principio como que no nos hacía mucha onda. ¿Sopa con el calor que hace en la isla? ¿Fideos, verduras y pedacitos de carne? O la bien peruana sopa de viernes, con leche, fideos, algunos vegetales y...huevo?! No, de verdad que nos quedábamos con el arroz y habichuelas o la lasagna con amarillitos...mira y que comer
sopa.
Mi viejo con el Morocho del Abasto.
Pues la cosa es que miré mucho y probé más porque he estado todos estos meses desviviéndome por ellas. Los chinos siempre son mi salvación porque incluyen muchas sopas en su dieta y me he cura'o en el Barrio Chino de Belgrano ante la escasez en el Centro, Congreso, Palermo y demás barrios porteños. Cuando anduve este verano por la China me puse las botas con sus sopas wonton (con ricas variaciones a la que todos conocemos en Occidente), sopa de setas, de pollo negro y ginseng, sopas con jiaozi (los famosos dumplings), sopa de huesos de pato, el paomo (sopa sino-musulmana de cordero) y de todo lo que uno puede imaginarse. Todas las probé porque así también me criaron en casa: a meterle el diente a todo.
Voilà!, el pollo negro (no es ningún tinte, esta especie china de pollo tiene la piel negra), la raíz de ginseng y otros trozos del pollo común -y "blanco"- que todos conocemos.
Increíbles son las conexiones que hago desde Argentina, desde mi apartamento en pleno centro, pensando en mis viajes y en mis viejos. Esto de viajar también es culpa de papi, lo mismo con lo de ser perfeccionista y de planificar con antelación. Estas últimas cualidades pueden ser una cuchilla de doble filo pero hasta ahora me han servido para bien y es que siempre las he sabido combinar con la calma que mi viejo también me enseñó cuando crecía, esa eterna y maravillosa calma de no apurar las cosas, de no desesperarse y de dialogar, hablar con el otro y con uno mismo. Mi viejo, que como ingeniero graduado en Perú tuvo que limpiar baños y trabajar en minas en Estados Unidos cuando salió de su país, siempre me ha dicho que la vida es hermosa. Y sí, la vida es hermosa, a pesar de todo, es linda o por lo menos hay que verla con optimismo. Sólo así pude encontrar mi sopa en pleno centro de Buenos Aires. Finalmente.
Abajo, el paomo que me comí en Xi'an.
Todo lo relacionado con el rubro gastronómico me apasiona ya que me dedico a cocinar en un restaurante. Ademas también disfruto de ir a comer con mi familia cuando tengo la oportunidad, sobre todo a un restaurante belgrano que se especializa en carnes y es nuestra comida favorita
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