Cuando ella lloró porque él no le chupaba sus pezones marrones como la yema tostada, pezones de areolas circularmente perfectas y con un leve sabor a rocío, porque a él lo que le invadían eran las ganas de mirarle su rostro y no de lamerle las tetas, en ese momento cuando, molesta, se salió de encima de él y se echó a un lado fue cuando él se dio cuenta que ese mismo día el también lloraría como no lo había hecho en un año entero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario